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domingo, 8 de agosto de 2010

Luchino Visconti y Helmut Berger: Amor y representaciones en una trilogía

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Luchino Visconti y Helmut Berger. Fueron pareja desde que se conocieron en 1964 hasta la muerte de Visconti en 1976. Le afectó de tal manera a Berger que en el aniversario de su muerte intentó suicidarse. En tres ocasiones colaboraron juntos, en 'La caída de los dioses' (1969), 'Ludwig' (1973) y 'Confidencias' (1974). En la primera, encarna a la realidad abyecta, el ideario nazi en su dimensión más atroz, cuyo estandarte era otro ideal apolíneo de pureza, de absoluto, de diferencia en cuanto superioridad. Su frivolidad está imbuida con los más repulsivos atributos de degradación moral, la carne sin conciencia ajena al espíritu. Es pederasta, y además de una niña judía que acaba suicidándose, y materializa el incesto con su madre. La rúbrica de su forja como pérfido monstruo será determinar el suicidio de su madre y su nuevo marido, Frederick. El plano final congela su saludo nazi ante sus cadáveres, cuya posición asemeja a la de La piedad. Ésta, como la integridad, no tiene cabida en el infierno. En la segunda, encarnará al rey Ludwig, el cuál, aspirante a enigma transcendente, se convirtió en referente de los nazis. Su anhelo de las elevaciones morales del espíritu se perderá en el abismo porque Ludwig no sabrá relacionarse con la vida. No quiere ver la realidad, quiere crear la suya propia. Decide, en los últimos años de su vida, vivir en las sombras, porque considera a la realidad mezquina e insoportable. Opta por negar la realidad. Esas sombras que habitará participan de una cualidad paradójica. Es la realidad que no domina y que ciega con la linterna mágica de sus ilusiones de anhelo de absoluto, la búsqueda de un imposible a la que sacrificará su vida, al no saber habitarla. Y las sombras serán, a su vez, su refugio, como esos castillos que ordena construir y que nadie habita sino él, apartado del mundo real y cautivo de su aspiración a sentirse él mismo enigma, esto es, la encarnación de un Ideal elevado transcendente, cuando no es sino una mera sombra de lo que no ha podido ser. Ludwig (como Aschenbach en 'Muerte en Venecia'), como no logran domar a la realidad con el ideal, con sus escenificaciones niegan lo que es, y desactivan la posibilidad de la armonía y el equilibrio.Y, por último, Berger, significativamente, encarna al nuevo vecino del personaje de Lancaster en 'Confidencias', representante de aquella juventud de los sesenta a la que Visconti se sentía extraño y ajeno en valores.De alguna manera el personaje de Lancaster es un trasunto de Visconti y es la reaparición del espectro de Salina (apoyado en la elección del mismo actor, Burt Lancaster). Vive recluido, retirado de la vida, entre sus colecciones de arte. Pero el azar le desafía a intentar negociar con la realidad, que viene a él, cuando alquila el piso superior a un joven de conducta errática y disipada, amante de una adinerada mujer madura, y encarnación de los nuevos tiempos sin reglas morales donde ni los lazos de sangre establecen límites. Por muchas concesiones que haga,y aunque se esfuerce en realizar un acercamiento de 'comunicación', el intento de convivir con las hienas y chacales se resuelve con el dolor y la frustración.

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