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miércoles, 25 de agosto de 2010
Descubriendo Nunca jamás
Descubriendo nunca jamás' (2004), de Marc Forster. Hay tonos dorados que no esconden que están hechos con sombras. La luz que irradian no niega su forcejeo con los abismos de la pérdida, de la disolución de los sueños que son esforzados cantos en la oscuridad. Los dientes del tic tac del reloj que yace en el vientre del cocodrilo son un cepo que pende inevitable sobre los juegos para conjurar el temor al último adiós. El garfio no dejará de estar presente en las mentes mezquinas que ven en una relación de cálida entrega turbios recovecos. Buscar Nunca Jamás no es más que un gesto de hacer de este fugaz tránsito un sendero iluminado por la ingenuidad de la ternura que atiende el desamparo y el jubiloso humor travieso, suspendida la cuchara de la nariz, con la cabeza coronada por un pañuelo de pirata y el rostro adornado con pinturas de guerra de un indio. Porque la gravedad que sume bajo las tumbas siempre será el definitivo ganador en la lid con el vuelo de la imaginación en busca de una tierra donde se sienta la ilusión, aunque sea por un instante, que se es eterno, porque aún no ha perdido a ese niño dentro de uno que hace del juego creación y aventura, desverguenza y carcajada desafiante.'Descubriendo nunca jamás', con unos excelentes Johnny Depp, Kate Winslet, Julie Christie y Dustin Hoffman, no es ningún producto edulcorado. Incluso se puede decir que es un caramelo envenenado, porque la melancolía late en sus entrañas, como un permanente recordatorio de lo que es inevitable.
Como en su anterior obra, de tonos más tenebrosos, 'Monster's ball' nos relatan el denodado esfuerzo por aliviar un trance doloroso, sea circunstancial, sea aquel al que está destinado nuestro curso de la vida, la pérdida. Es un canto a la entrega, a proyectar ilusiones cálidas, en cuyos subterráneos, como la misma obra de Barrie, es manifiesta su consciencia de ilusión, de cometa que eleva el espiritu con el viento de la imaginación aunque se sepa que en un momento u otro caerá. Es ese gesto, como reflejaba en su minusvalorada siguiente obra, 'Tránsito', de permanece conmigo, de estoy contigo aunque el viento aulle frío tras la ventana.
Una obra, además, repleta de sutilidades, sin caer en redundancias. Sólo hace falta una secuencia para hacer mención a los miserables rumores de las obtusas mentes sobre la relación, como campo de juego, de Barrie con el personaje de Winslet y sus hijos. Y tiene lugar en el escenario de un campo de juego, el legitimado, el de un partido de criquet. O la relación de Barrie con su esposa, y las resonancias que se sabe extraer a la utilización de las puertas de ambas habitaciones.
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