Colorado Jim (The naked spur, 1953) es una de las cimas del western, y la tercera de las cinco fructíferas colaboración en el género de Anthony Mann con James Stewart (añádanse otras tres fuera del mismo). El admirable guion de Sam Roffe y Harold Jack Bloom dispone de aspectos que pueden asociarse con esas lides de estrategias y manipulaciones de algunas obras de Joseph L. Mankiewicz y hasta considerarse como una obra de cámara en un espacio de abierto, y de una intensidad comparable a las de Ingmar Bergman, con personajes enfrentados a su turbiedad (en un proceso que tiene mucho de proceso alquímico, de la roca de la emoción enquistada al agua de la emoción liberada). Mann, como pocos cineastas, integraba, y establecía, correspondencias entre espacio exterior e interior. Dos reveladores detalles se destacan, a través de una elocuente planificación, en las primeras imágenes de Colorado Jim, y definen tanto a un personaje, Kemp (James Stewart), como la carga de violencia siempre en el filo que tensará las relaciones entre los personajes, y por extensión, el relato. La cámara realiza expeditiva panorámica como una impetuosa sacudida, desde el frondoso paisaje a la espuela de Kemp, sobre la cual se sobreimpresiona el título original: The naked spur (la espuela desnuda). Aún sin presentar el rostro de Kemp, en un siguiente plano vemos descender de su caballo a Kemp, destacándose en el encuadre cómo desenfunda su pistola (con un gesto que tiene algo de subrepticio, de alguien que está en tensión al acecho). Ya vemos su rostro cuando, encañonándole, sorprende a Jesse (Millard Mitchell), un buscador de oro. Su actitud recelosa (en la que destaca una mirada febril, casi ávida de un encuentro, que es enfrentamiento, anhelado) proviene de que no sabe si Jesse tiene una posible relación con el hombre que busca, Ben (Robert Ryan), de quien enseña un pasquín, en el cual sustrae una información crucial cuando consigue que Jesse le ponga en una posible pista a cambio de unos dólares (hay una importante recompensa en juego). Detalle que sí advertirá (que al pasquín le falta una parte) Roy (Ralph Meeker), porque es alguien inclinado al retorcimiento y a la ocultación; es un militar degradado que se une a ellos cuando asedian a Ben apostado en lo alto de un risco.
El curso del relato es el itinerario de estos tres hombres entre bosques y espacios escarpados llevando a un hombre que representa la realización de una necesidad (una recompensa), cada uno cargando con una inclinación que es debilidad, o lo es para provecho de Ben, con las que jugará arteramente durante el trayecto para su propio beneficio. La de Jesse es la codicia, el dinero, ese que no ha conseguido durante veinte años de búsqueda de oro ( y que como señala, lo encontraba hasta aquel que borracho se caía de su caballo). Para Roy son las mujeres, o más bien su imperativo deseo depredador. De hecho, su degradación se debe a que ha ultrajado a una mujer india. Roy carece de cualquier escrúpulo, es capaz de dejar atrás a Kemp cuando esté haya sido herido, y no tendrá reparos en involucrar en un tiroteo a los demás cuando aviste a los indios de la tribu a la que pertenecía la mujer que ultrajó, y que le persiguen desde entonces (en vez de afrontarlos él sólo, lo que hubiera implicado asumir alguna responsabilidad, pero le mueve la conveniencia, y prefiere apoyarse, sin solicitar ayuda, en los otros, aunque implique riesgo de perder la vida para éstos: dispara sobre la espalda de uno de los indios cuando éstos se encuentran cara a cara de los otros). La de Kemp es su furia, su despecho. Fue abandonado por la mujer amaba. Tras volver de la guerra se encontró con que se había ido con otro hombre, y que había perdido su rancho (por eso ansía ese dinero, y por eso no había querido compartir la información de la recompensa).