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viernes, 2 de abril de 2010
Jean Arthur, la voz entrañable
Uno de los rostros más entrañables que ha transitado una pantalla ha sido el de Jean Arthur. Y una de las voces más singulares, esa voz aflautada, casi de dibujo animado. Puede estar asociada especialmente con la comedia, pero tenía una capacidad admirable, en una misma secuencia o un mismo plano, de cambiar de registro o de combinar ambos, como demuestran películas a las que es difícil encuadrar en un género porque eran un cruce o sucesión de variados registros, como es el caso de grandes obras como 'Cena a medianoche' (1937), de Frank Borzage', 'Caballero sin espalda' (1939) de Frank Capra, 'Sólo los ángeles tienen alas' (1939), de Howard Hawks o 'El asunto del día' (1942), de George Stevens. Pero también estaba presente en comedias más decididamente alocadas como las deliciosas 'Una chica afortunada' (1937), de Mitchell Leisen, 'Vive como quieras' (1938) de Frank Capra o 'El amor siempre llama dos veces' (1943), de George Stevens. También transitó en western, demostrando su versatilidad en dos personajes muy diferentes, su Calamity Jane de 'Buffalo Bill' (1937), de Cecil B De Mille o el de la granjera de 'Raices profundas' (1952), de George Stevens, su último papel. La mixtura de géneros era también manifiesta en 'Pasaporte a la fama' (1935) de John Ford o en 'Berlin occidente' (1948), de Billy Wilder. Su presencia era toda una fuente de luz y energía en la pantalla. Una actriz inolvidable.
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