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jueves, 11 de marzo de 2010
Conspiración de silencio
El tren, después de varios años sin hacerlo, se ha detenido en un pequeño pueblo en mitad de unos parajes desiertos. Y un viajero desciende.Los escasos habitantes se preguntan quién es y qué se le ha podido perder en este pueblo de cuatro casas donde no pasa nada. Este es el comienzo de Conspiración de silencio, o en su título original Bad day at Black rock, (Un Mal día en Black rock, 1955), de John Sturges. Hay algo en 'Shutter island' que me hizo evocar este estimulante thriller, o western moderno, cuya acción acaece en el verano de 1945, tras finalizar la segunda guerra mundial, pero, como 'Shutter island' se hace eco de unas circunstancias cuya resaca aún se padecía. A finales de los cuarenta, y principios de los 50, había tenido lugar una de las páginas negras más miserables en este pais, la famosa persecución de comunistas, comandada por el infecto MaCarthy, en donde cualquiera con cierta inclinación progresista era sospechoso, o molesto (las cuestiones ideológicas iban de la mano de las económicas,léase al respecto 'El gran desierto' de Jams Ellroy). Y así, los tristemente famosos 10 de Hollywood acabaron con sus huesos en la carcel, otros abandonaron el pais, y unos cuantos vieron su carrera perjudicada por este clima de sospecha impidiendo o frustrando el proseguir su actividad profesional, en algunos casos recuperadas al menos una decada más tarde, o viéndose impelidos, como el caso de diversos guionistas, a realizar su trabajo con seudonimo, u obligados a que su trabajo se viera firmado por otro.
¿Y esto a qué viene? Pues a que 'Conspiración de silencio' refleja de modo muy sutil, pero no por ello de modo menos incisivo, de esa bárbara experiencia de persecución y acoso del 'otro' ( y de silenciar y purgar al 'otro', condenarle al exilio de una 'isla silenciadora'). McReady (Spencer Tracy) es ese extraño que ha recalado en este pueblo perdido, en su insignificancia, por eso mismo, emblema de todo un pais.Viene a ver a un hombre llamado Kamako, un norteamericano de ascendencia japonesa.Todos se preguntan por qué.McReady se percata de que la susceptibilidad y el recelo son más que notorios. Las reacciones son elusivas, como si mentara algo que es tema non grato.Nadie parece querer ayudarle, y todos son impedimentos.Ni siquiere el mismo sheriff (Dean Jagger), que da muestras de puro abandono (duerme en el camastro de la celda, su aspecto es desastrado, y le da bien al alcohol), hace nada por colaborar.Los pocos que sí, como el doctor, Doc Velie (Walter Brennan), o la dueña de la gasolinera, Liz (Anne Francis), que se digna a prestarle un coche para acercarse a la casa de Kamako, se ven acallados o reprendidos, en especial, por quién parece el cacique del pueblo, Reno (Robert Ryan), y sus dos energumenos sicarios, ejemplo depurando de mentes de 'cemento armado', Coley (Ernest Borgnine) y Hector (Lee Marvin).McCready se muestra impasible ante tanto rechazo y provocación.No envían su telegrama, pero sí indagan sobre quién es y de dónde sale.Ponen mil excusas sobre que no hay habitaciones libres en el hotel.Se meten en su habitación, tumbándose en su cama.Le persiguen con el coche, para sacarle del camino, o le provocan en el bar, buscándole las cosquillas, para darle una paliza (no saben que pese a tener una mano ortopédica tiene cierto conocimiento de técnicas de lucha.Sí, está claro que tienen ganas de que se vaya y no indague más.Y sí, se han topado con alguien que no va a cejar en descubrir el porqué.Cuando descubre que la hacienda de Kamako fue arrasada por las llamas, empieza a 'olerse' algo sucio.Pero ¿por qué ha ido a este miserable pueblo perdido en el desierto?.A llevar una medalla que recibió el fallecido hijo de Kamako en la guerra.Sí, mientras el hijo recibía una medalla por sus servicios prestados, unos cerriles pueblerinos mataban al padre porque era japonés: La frustración de no haber podido ir a la guerra por problemas físicos llevó a Reno a descargar su rabia en aquel que convirtió en representación del 'otro', del enemigo.No, no era tan norteamericano como él, era un maldito japonés.
Sturges modula con maestría, en una escueta hora y veinte, un tempo lento, que se va cargando de tensión, de la misma manera que lo está cada encuadre, en donde realiza un trabajo modélico de lo que es el montaje interno del plano.una virtud que parece ya casi de otros tiempos, qué manera de saber componer, y de crear con la colocación de los personajes dentro del cuadro toda una interacción de tensiones.Qué provecho tan admirable saca del cinemascope, la pantalla ancha se convierte en un retablo que nos reconcilia con el depurado sentido de la composición. Y qué provecho saca, física y alegóricamente, de ese entorno desértico, árido y despiadado. Qué sencillez. Qué sutil complejidad. Y qué fustazo en las mentes cerriles que siguen erosionando aún nuestro mundo con sus mezquindades y fobias hacia el 'otro'.Hay un cine que no dejará de ser actual por mucho que pase el tiempo.Sí, un mal dia en Black rock, cuando llegó un extraño con cierto sentido de la justicia que no se amilanó ante esa jauria humana.
'Conspiración de silencio' (1955) de John Sturges cuenta con un notable y preciso guión de Millard Kaufman y Don McGuire que adapta la novela de M. Niall y Howard Breslin, y un excelente trabajo fotógráfico de William C. Mellor.
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