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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Virginia Mayo, la princesa altiva

 photo OIR_resizeraspx_zpsf539d963.jpg Virginia Mayo fue uno de los rostros de la pantalla de mi infancia. No porque me resultara fascinante o atractiva sino porque era la 'chica' que intentaba conquistar, en varias de sus películas, el torpe, tímido y balbuciente héroe que encarnaba Danny Kaye. Ya había aparecido, aunque no acreditada, en 'Rumbo a Oriente' (1944), de Elliot Nugent, pero acompañó ya al actor en los títulos de crédito en 'Un hombre fenómeno' (1945), de H Bruce Humberstone, 'El asombro de Brooklyn' (1946), de Norman Z McLeod, 'La vida secreta de Walter Mitty' (1947),de McLeod y 'Nace una canción' (1948), de Howard Hawks. También era la 'princesa', con cierta apariencia altiva, que parecía inalcanzable, para otro torpe bufón, el que solía encarnar Bob Hope, en la que fue la primera película como protagonista de la actriz, 'La princesa y el pirata' (1944), de David Butler. Era también la arrogante aristócrata que 'forcejeaba' sentimentalmente con Dardo (Burt Lancaster) en 'El halcón y la flecha' (1950), de Jacques Tourneur, y la poco 'solidaria' esposa del personaje de Dana Andrews en 'Los mejores años de nuestra vida' (1946), de William Wyler, una película que años atrás me parecía la más estimulante de su autor, y ahora me parece tan envarada como tantas otras. Virginia, cuyo verdadero apellido era Jones, colaboró en cuatro ocasiones con Raoul Walsh, en 'Al rojo vivo' (1949), en otro de sus personajes más antipáticos, opuesto al 'Juntos hasta la muerte' (1949), en 'Camino de la horca' (1951) y 'El hidalgo de los mares' (1951). Con Gordon Douglas protagonizó tres peliculas, dos de ellas con Alan Ladd (a quien consideraba su galan favorito de entre todos los que trabajo, con Peck en segundo lugar), 'La novia de acero' (1952), cuyos duelos a cuchillo también marcaron mi infancia, y 'Grandes horizontes' (1957), y de nuevo en su línea de mujer altiva, junto a/contra Clint Walker en 'Quince balas' (1958). En otros westerns, el género en el que más reinicidió en esta etapa de su carrera, repitió con Tourneur en la notable 'Una pistola al amanecer' (1956), y con Budd Boetticher protagonizó 'Nacida en el oeste' (1959). Había intervenido también en las un tanto apolilladas 'El caliz de plata' (1954), de Victor Saville y 'El talisman' (1954), de David Butler. Enn los sesenta su carrera entró en declive, y ya se hizo muy intermitente, con alguna aparición en series como 'Se ha escrito un crimen', 'Vacaciones en el mar' o sobre todo 'Santa Barbara'.

1 comentario:

  1. Tal como habla usted de Wyler y en su línea de progresiva degradación de este director, muchos van a acabar por pensar que su nivel era parejo al de Luis Lucia o Antonio del Amo. ¡O peor aún, al de Jesús Franco!
    Haga usted el favor de comportarse, que ya somos mayorcitos...

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