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martes, 10 de mayo de 2011
Almas de metal
No he leído ninguna novela de Michael Crichton. Quizá me esté hurtando un placer literario, pero no puedo decir que las adaptaciones realizadas al cine de sus novelas me estimulen a ello. Algunas de ellas me parecen decidamente mediocres como 'Sol naciente' (1993), de Philip Kauffman, 'Acoso'(1994), de Barry Levinson, 'Congo' (1995), de Frank Marshall o 'Timeline' (2003). Otras no sobrepasan la discreción, como 'Parque Jurásico' (1993), de Steven Spielberg, la que le encumbró al éxito como novelista de moda, 'Esfera' (1998), de Barry Levinson, 'El hombre terminal' (1974), de Mike Hodges o 'La amenaza de Andrómeda' (1971), de Robert Wise, aunque contengan algunas secuencias o pasajes notables. La más lograda, o equilibrada entre planteamiento y resultados, me parece 'El último guerrero' (1999), de John McTiernan. Y una que el mismo realizó, 'El gran robo del tren' (1979). Precisamente, como cineasta, por las cuatro de las seis obras que he visto, me parece interesante, aunque ninguna de ellas sea una gran obra, pero sí estimables y sugerentes, tanto la citada como 'Runaway, brigada especial' y, sobre todo, 'Coma' (1978) y 'Almas de metal' (1973). Obras con un planteamiento atractivo, que brillan, intermitentemente, por la hábil creación de tensas secuencias, de moderada atmósfera turbadora, es decir, más por las acciones narradas ( o por el efectivo tratamiento con que las materializa), que por el perfil de personajes o conflictos de éstos.
Aspecto también manifiesto en las adaptaciones realizadas por otros cineastas. En 'Parque Jurásico' brillan las secuencias de amenaza, como la del tiranosaurio rex en la carretera, o en 'La amenaza de Andrómeda', el extrañamiento de las secuencias iniciales de ese pueblo en el que sus habitantes han caído súbitamente muertos por un 'enigmático' motivo (luego la acción, aunque tampoco pierda interés, se empantana en largas secuencias de laboratorio). Y se trivializan, o no adquieren una compleja entidad dramática, porque sus personajes carecen en general de interés ( no tienen conflictos, con lo cual no hay una sustanciosa correspondencia entre acción exterior e interior; predomina la primera, y el interés dependerá de las situaciones creadas). En las obras que él dirigió pasa algo parecido. De 'El gran robo del tren' se recuerda la tensión del robo en la estación de trenes, y la larga set piece final en el tren. De 'Runaway', las secuencias de ataques de maquinas, y de 'Coma', su obra más equilibrada, la tensión que se va aposentando desde que la protagonista descubre ese 'otro' edificio al que han destinado los cuerpos de aquellos que entraron en coma durante una operación quirúrgica para poco después morir (la aparición en esta excelente secuencia de la inquietante música de Jerry Goldsmith, que será más frecuente a partir de entonces, es un afinada idea), y que tiene su más destacado momento en la larga secuencia de tensión cuando la protagonista se introduce en ese recinto. En esta la tensión en paralelo de la relación de pareja de la protagonista con un compañero de trabajo le aporta algo de sustancia, aunque tampoco le extrae el deseable jugo (de nuevo, primará la acción). Más que a los personajes, se recuerda la notable prestación de los interpretes, como en este caso Genevieve Bujold, Richard Widmark o Rip Torn, en 'El gran robo del tren' Sean Connery y Donald Sutherland, o en 'Runaway', más que por sus dotes de actor, por su caracterización y físico, el músico del grupo 'Kiss', Gene Simmons como el villano de la función. Y en 'Almas de metal' más que sus protagonistas, encarnados por Richard Benjamin y James Brolin, destaca Yul Brinner como el robot que se convertirá en villano o implacable perseguidor.
La idea de partida de 'Almas de metal' no carece de atractivos (aparte de su suplementario interés premonitorio), ese parque temático que recrea el mundo del Oeste, el romano o el medieval. No importan mucho, como digo, sus protagonistas. Son meros conductores. Peter (Richard Benjamin) acude por primera vez, es la representación de la mirada del descubrimiento, y su amigo John (James Brolin) es el conocedor (ya había estado antes), lo que servirá como eficaz recurso de guía suplementaria. La idea de materializar una fantasía se queda en su enunciado, en su planteamiento. Hubiera sido mucho más potente dramáticamente si se hubiera incidido en el contraste entre el materializar una fantasía y la realidad cotidiana que se deja atrás, pero poco, o ninguno, uso dramático le da a esa opción ( sabemos que Peter está separado, y un tanto dolido por tal hecho, pero aparte de propiciar una secuencia en la que hace el amor con una mujer robot, y descubrir que no hay mucha diferencia, no incide en las sugestivas potencialidades implícitas). Durante el extenso primer tramo somos también 'visitantes' de un parque temático, de un 'otro mundo', puntuado con algunos brillantes momentos que sí inciden en un extrañamiento que podría haberse amplificado o trabajado de modo más profundo. Sea ese plano del reflejo de la pista de aterrizaje en las gafas del piloto del avión que trae a los dos amigos (como si se cruzara un umbral a un mundo sin mirada), o la notable secuencia nocturna en la que los trabajadores del parque recogen los 'cadáveres' de los robots muertos en las distintas atracciones creadas ( duelos, atracos etc). Por eso,el pasaje más sobresaliente es el tramo final,cuando se ha producido la avería que determina que los robots se 'rebelen', es decir, que sean ellos ahora los que maten ( y de verdad).
Aunque se haya dilatado quizá demasiado la acción en ese primer tramo, es efectivo el momento en que el robot encarnado (valga la paradoja) por Yul Brinner (ataviado como su personaje, Chris, en la obra de John Sturges de 1960, 'Los siete magníficos'), no se deja abatir sino que mata en su duelo a John, creando un fugaz pero turbador momento de suspensión perpleja en los dos amigos. El resto del relato, la persecución a la que somete el robot (cual antecedente de Terminator) a Peter contiene los mejores hallazgos de esta obra. Cierto que pudiera haber alcanzado mayor entidad si se hubiera elaborado una más compleja tensión especular entre Peter y el robot, entre su vida frustrada y su fantasía (como se hizo, por ejemplo,en los reflejos entre el detective y replicante en 'Blade Runner', caso en el que el guión, de Hampton Francher y David Webb Peoples, supera a la novela qu adaptan,de Philip K Dick), pero no obsta para reconocer la lograda tensión narrativa de la implacable persecución por el desierto, las subterráneas instalaciones del equipo técnico y el castillo medieval. Algunos recursos pueden ser más 'facilones' como la última aparición 'sorpresa' del robot por la espalda de Peter( oh, aún no ha sido destruido), pero es magnífico el momento en que en el subterráneo Peter escucha los pasos en la distancia del pertinaz robot acercándose. Esa turbadora implacabilidad (sin mirada; sin reconocimiento) admirablemente representada por Brinner desde su primera aparición. Una mirada gélida, 'sin alma', la amenaza de un implacable depredador sin ápice de piedad.
'Almas de metal' (Westworld, 1973), es una sugerente opera prima de Michael Crichton, una atractiva obra fantástica de planteamiento sugerente en su mirada sobre los mundos de fantasía de los parques temáticos. Como anécdota, fue la primera película en incorporar imágenes generadas por ordenador en dos dimensiones, durante las escenas en que la acción se muestra desde el punto de vista del robot Pistolero.
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