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miércoles, 4 de enero de 2012
Plácidas pausas de rodaje: Steve McQueen y Jacqueline Bisset. Bullit y Drive, modelo y su sombra
Steve McQueen y Jacqueline Bisset en una pausa de rodaje de 'Bullit' (1968), una de las obras más apreciables del generalmente muy discreto Peter Yates. Una obra que también se puede considerar como referencia de la ya convertida en 'cult movie', y quizá ya también un tanto sobrevalorada, 'Drive' (2011), de Nicolas Winding Refn. Son ls ochenta los que se evocan constantemente en las críticas,aunque poco pienso que haya que añorar de la que es la más mediocre década del cine estadounidense. Con respecto a la de Yates, McQueen gana por enteros a Gosling en crear un personaje 'cool' (por mucho que admire a Gosling), y en cuanto las persecuciones de coches ( que no son generalmente santo de mi devoción, dado mi nula fascinación por esa horripilante criatura llamada coche), las de 'Drive' no logran ensombrecer las de 'Bullit'. Anécdota al margen sobre la atracción sobre los coches: En España, tras que algún corredor gane algún premio de automovilismo, se incrementa por seis veces los accidentes de coche. Reflejo de la evolución de la inteligencia humana.
Sólo he visto una vez 'Drive', pero sólo captó mi interés por su dominio de las texturas narrativas, de las acciones, sin que calara en mí por su alcance dramático (por el supuesto viaje o trayecto interior del protagonista); por eso manifesté mi interrogante sobre si más que sostenerse sobre lo arquetípico lo hacía sobre lo esquemático ( y sin entrar en su condición de variante de modelos previos; y ciertamente no de los 80). Era aún más notorias esas carencias, o dicho más claramente, su vacío, en la anterior 'Valhalla rising'. Tiene una notoria capacidad para plasmar una fisicidad, pero esa incursión en lo barbárico es como hacer una inmersión en la conjugación o fusión de piedra, agua, carne humana, viento etc. Algo de eso también hay en Drive, cómo conjuga los 'elementos' (sobre todo las secuencias violentas o de acción, aunque a veces como en la secuencia del ascensor se excede con el exceso), pero aquí busca un contraste ( que le da la obra de Sallis, de quien sólo he leído una, y gran obra, 'El tejedor') con lo que representa (porque transita entre representaciones más que en trazados psicológicos) la relación con el personaje de Mulligan, que me parece queda un tanto desdibujado. No sentí esa admiración tan amplia ( como por el personaje de Brooks, al que están celebrando su nterpretación, y me parece exagerado), pero disfruté su dominio de las texturas sensorales, de las acciones, su precisión de engranaje, aunque tampoco tan drástico como los que la rechazan
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