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sábado, 16 de abril de 2011

El hombre del tiempo

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En ocasiones, hay obras esperadas, y recibidas, como acontecimiento, debidas a la 'vitola' de prestigio del director. Claro que uno se puede encontrar con ingratas sorpresas (cada uno tendrá su ejemplo particular). Y, en cambio, hay películas que son recibidas con recelo, y pasan desapercibidas, porque el director carece de ese 'pedigree', asociado más bien con el más impersonal cine 'fast food'. Este es el caso de la muy apreciable 'El hombre del tiempo' (2005), de Gore Verbinski. Sí, es cierto que 'The mexican' (2001) era una película más bien prescindible (ante todo, por un poco sustancioso guión), pero tanto 'Un ratoncito duro de roer' (1997) o cualquiera de las tres partes de 'Piratas del caribe' no están exentas de detalles o momentos destacables. No sobrepasarán la discreción, pero no dejan de ser amenas (aunque la segunda de la saga padece de ciertas notorias arritmias fruto de su 'elefantiasis' de buscar el no va más, y de un humor a veces más 'facilón'), pero, siento decirlo dada la mitomanía que arrastra, los mecanos de la saga de Indiana Jones son aún más insulsos, y, francamente, al menos cuenta con la impagable creación de Johnny Depp (sin el cuál quizá todo hubiera sido más rutinario, todo hay que decirlo). Y , por último, Verbisnki tuvo la ocurrencia de aquellos divertidos spots de las ranas de Budweisser (tiene su vivaz sentido del humor absurdo, que vuelve a demostrar en la tercera entrega de los piratas, en la mejor secuencia, la del barco en el desierto)
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Pero 'El hombre del tiempo' es otra cosa. Ya de entrada, no estaría de más remarcar cómo la productora retrasó el estreno de la primavera al otoño, por considerarla quizá demasiado 'deprimente' (ay, esto de hacer pensar, qué poco 'rentable' es). No lo es, pero está teñida de un muy afinado sentido meláncolico, a la que ayuda el gélido paisaje invernal en el que discurre la película. Otra referencia nos las da la musica de Hans Zimmer, que evoca la de 'American beauty' (1999), de Sam Mendes, de la que sigue los pasos al retratar la circunstancia de un hombre común que se cuestiona el sentido de su vida. O cómo está hace aguas por todos los lados, y no se sabe si mover primero la pierna izquierda o la derecha. Aunque su tono puede estar más cercano del de 'A proposito de Schmidt' (2001) de Alexander Payne (no de su más reconocida, pero desde mi punto de vista, más convencional y menos lograda 'Entre copas'). Con respecto a la primera coincide en su estilo 'estático'. De hecho, casi no hay movimientos de cámara, y sí los hay casi son imperceptibles.Estos encuadres que asemejan a estampas, o 'foto fijas', están en consonancia con ese escenario de nieve y hielo en el que los personajes parecen 'atrapados', sobre todo, el protagonista, David (Nicolas Cage), inmovilizado en una realidad que se ve incapaz de preveer y controlar. Inmovilizado por su frustración que, incluso, le hace sentir culpable (o responsable) de lo que no va bien en las personas cercanas, como es el caso de sus hijos, o de la relación con la mujer de la que se ha separado, Noreen (Hope Davis). Quizá todo pueda arreglarse y repararse, pero los hechos no hacen más que contradecírselo. Por mucho que, en una de las mejores secuencias, sueñe, arrellanado en su sofa, imaginando que el globo del muñeco de Bob Esponja cruza su ventana, que él y su familia saludan, sonrientes, subidos a una carroza en un desfile, sueños son. Sólo los continuos tacos que suelta, y que le reprochan, parecen ser su espita con la que desahogar esa rabia impotente. David es 'el hombre del tiempo' en un canal televisivo. Alguien que hace gestos ante una pantalla de croma verde, una pantalla sin sustancia real, como lo es su vida.
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Nos lo presentan mirándose al espejo, como quien buscara reconocerse, y ensayando los gestos que realiza ante la cámara de televisión, esa coreografia que luego se acompasará cuando se superpongan los mapas meteorólogicos, y que por ello cobrarán sentido. Pero eso falta en su vida. David sólo tiene sus gestos. Pronostica, o esa imagen transmite (la gente no hace mas que aludirle en la calle, preguntándole sobre las heladas venideras), pero sin duda todo lo que había pronosticado, o previsto, en su vida, se ha frustrado, o ido al garete, expuesto a los 'vientos' de la realidad, como en las mismas previsiones del tiempo, como le dice un compañero, quién sabe qué va a ocurrir si depende de los vientos. Nada hay previsible ni tan simple. Eso le dice su padre, Robert (un extraordinario Michael Caine), escritor de éxito, cuyos pasos ha intentado seguir infructuosamente David con su inacabada novela. Nada es sencillo, todo cuesta.Y como añade en la última secuencia juntos, 'en esta vida de mierda, hay muchas cosas que tenemos que tirar' A eso debe enfrentarse David. De la misma manera que nada puede hacer para evitar que EL linfoma del padre progrese y acabe con su vida, por mucho que se esfuerce, no podrá restaurar lo que era irreversible que no fuera bien, como es el caso de su matrimonio (es impagable cuando ambos acuden juntos a un curso, y les piden que ambos escriban en un papel algo que su pareja nunca ha sabido, y después se lo intercambien, pero con la condición de que nunca lo lean, ya que es un ejercicio de muestra de confianza: David es incapaz de no leerlo, y menos de después no reprochárselo a Noreen lo que ha escrito/revelado; él mismo demuestra lo que no es posible por mucho que se empecine).
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Sí, David es 'solo' el hombre del tiempo, algo que le da ciertas 'facilidades' ( tanto el considerable dinero que cobra, como algún ligue ocasional por ser 'imagen televisiva': Incluso vestido de pregonero cual Abraham Lincoln; hay que verle la perpleja expresión de su cara, mientras observa cómo la chica, encima suyo, se contorsiona de placer, como si aquello no tuviera que ver con él ). Claro que también, repetidamente, es objeto de lanzamiento de refresco o comida 'fast food', que le arrojan desde un coche cuando camina por la calle. 'Sólo' es el 'hombre del tiempo', al fin y al cabo, alguien que cumple una función parecida a un payaso, como el mismo se dice.(¿Se habrá sentido identificado el propio Verbinski con esta figura, el cual ha sido considerado como alguien que 'sólo' confecciona cine 'fast food'?)
Pero ¿y qué?. Sí, no ha podido lograr lo que deseaba con su vida, y se ha convertido 'sólo' en eso, pero es lo que es. Y no hay más. Del mismo modo que ha encontrado una afición en el tiro con arco, como si asi pudiera de algún modo dar en alguna diana, cosa que no ha logrado con su vida. Eso es lo que es, un arquero en un mundo helado que sigue pugnando por hacer su diana. Y sabe cuál es la suya, ser 'el hombre del tiempo'. Para qué engañarse, no hay que pretender ser lo que no se es ni se puede ser.Ni tampoco uno puede 'domar' a los vientos de la vida, hay que ver las cosas como son, no como queremos que sean...
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Y eso se aplica sobre su mismo matrimonio, no tiene solución, y para qué amargarse, simplemente hay que asumirlo. Y con respecto a la educación de los hijos, hay cosas que no se pueden controlar, ni evitar, por mucho que siempre te preocupen (como le dice su padre, nunca dejas de hacerlo aunque crezcan), pero, a veces, sí logras tomar esa determinación atinada y oportuna que les ayuda. Es cosa de los vientos, a veces es a favor, otras en contra, nunca se sabe a ciencia cierta. Y, por lo menos, al final, saludando desde una carroza juntos a otros de los presentadores del programa, el globo del muñeco de Bob Esponja va detrás de él. No, no tuvo mucha prédica esta obra en el momento de su estreno. No es complaciente para nada su conclusión, tan realista que quizá por eso fue calificada de deprimente. Demasiadas sonrisas debió helar. Cuestión de perspectiva. Su cálida lucidez, para mi, incita a la serena sonrisa.

‎'El hombre del tiempo' (The weather man, 2005) es una notable y estimulante comedia negra o melancólica de Gore Verbinski, que pasó injustamente desapercibida en el momento de su estreno, quizá porque la obra previa de su director no hacía prever la corrosiva sustancia de su planteamiento. Los mismos productores debieron sentirlo cuando pospusieron meses su estreno por considerarla 'deprimente'. El afilado guión es de Steve Conrad, y destaca cómo Verbinski hace del estatismo de su planificación reflejo del del interior de su protagonista, 'hombre del tiempo' al que la meteorología de su vida siempre supera.

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