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domingo, 12 de septiembre de 2010

Katharine Hepburn, Dama y Fiera

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Katharine Hepburn, la actriz que en sus inicios fue calificada, por sus compañeros de profesión, como 'Catalina la arrogante'. La mujer que ha representado a la Actriz con mayúsculas. La mujer que fue considerada en la década de los 30 como veneno para la taquilla. La mujer que rompía moldes, porque gustaba de usar pantalones, y porque no era favorable a usar maquillaje. La mujer, como icono, que no encontraba lugar, porque resultaba distante, como las divinizadas Greta Garbo y Marlene Dietrich, pero resultaba demasiado real, pero no mujer común, sino 'intelectual', con inquietudes y además combativa, lo que le hacía parecer arrogante. La mujer que ganó cuatro Oscars, pero no acudió a recoger ninguno de los premios porque le parecía una ceremonia vulgar. Sólo acudió a entregar un premio honorario, en 1974, y ataviada con pijama. La mujer que mantuvo una larga relación sentimental (durante 25 años, hasta la muerte de él), y poco convencional, con un hombre casado, Spencer Tracy (ya que era católico y por ello no quiso separarse de su esposa). La actriz que superó el estigma en el que parecía sumida en los 30, gracias a 'Historias de Filadelfia' (1940), de George Cukor, en el que incluso realizaba cuentas consigo misma o con su imagen. Una de las obras que prefiero de su filmografía junto a 'La fiera de mi niña' (1938), de Howard Hawks, 'Damas del teatro' (1937), de Gregory LaCava, 'Vivir para gozar' (1938), de George Cukor, 'Locuras de verano' (1955), de David Lean, 'Larga jornada hacia la noche' (1962), de Sidney Lumet, 'La gran aventura de Silvia' (1935), de George Cukor y 'De repente, el último verano' (1959), de Joseph L Mankiewicz.

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