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domingo, 3 de enero de 2010
Los inutiles
Un carnaval, una fiesta de disfraces, no es más que el ilusorio interludio que oculta las insatisfacciones y frustraciones. La imagen de un ebrio Alberto (Alberto Sordi), disfrazado de mujer, y con la efigie de un cabezudo, condensa esa dualidad de autoengaño y evasión, una imagen deformada de una vida cotidiana entretejida con vanos rituales que demoran el enfrentarse a las propias carencias. Como el entusiasta escritor, Leopoldo (Leopoldo Trieste), colisionará con la real y siniestra condición de ese mundo idealizado del arte a través del inquietante actor, quien deja palpable que el acceso a la ilusión pasa por la sórdida condición del intercambio. Inmovilidad o movimiento vital. Los componentes de este grupo de amigos se pliegan o se resignan a lo que la realidad inmediata les ofrece, adaptándose, subordinándose. Sólo uno de ellos, Moraldo (Franco Interlenghi), alter ego del cineasta, abandonará (o escapará de) este pueblo de provincias, esa Rimini natal del propio Fellini que convierte en emblema emocional de la raíz que pudo haberse convertido en cadena. Un final que desgarra, con esa hermosa idea de alternar los planos de Moraldo mirando hacia atrás en el tren que se marcha y aleja con los travellings de retroceso sobre cada uno de sus amigos en sus hogares, o prisión de provincias de la que no saldrán.
'Los inutiles' (I vitelloni, 1953) es la primera obra maestra de Federico Fellini. El realismo y la abstracción, el lírismo y el desaforado humor, lo siniestro y la intemperie emocional se conjugan en una alquimia narrativa que logra dar cuerpo, como pocas obras, de lo que implica, afecta y representa, esa vida predeterminada y restrictiva de costumbres que nos pueden atrapar en el cepo del hábito y la inercia, en la aveniencia que es concesión, y desaparecer en la impersonalidad de ser uno más en los compartimentados ritos de paso de la vida. Los que hay que logran rebelarse, y protestar, o probar en otro lado, como Moraldo. Ellos son, como el propio Fellini, los que alientan la posibilidad del cambio, la superación y la mejora del espíritu humano.
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