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jueves, 7 de enero de 2010
El sueño eterno
'El sueño eterno' de Raymond Chandler es un prodigio. Siempre he pensado que la narración es un círculo en el que el protagonista, Philip Marlowe, se enfrenta no sólo a su propia mortalidad, sino a los hilos absurdos y caóticos que rigen la existencia. Ese terrorífico rostro es de la pequeña hija, Carmen, de quien le encarga investigar una desaparición. Y este hombre, millonario, es un dios inválido, inmovilizado, incapaz de dotar de sentido a una existencia tramada sobre el capricho y la codicia. En su investigación, Marlowe entrevé el rostro de lo que pudiera ser, una mujer, la que fue mujer de aquel que desapareció. Un fugaz encuentro de un sueño que no puede ser realizado. 'El sueño eterno' película es otra cosa. Es otro disfrute. Es una maraña y es un juego. Es un festival de frases agudas e ingeniosas, una inmersión en la noche esculpida con trazos de acero. Un sinuoso recorrido de callejones sin salida, un mapa de contendientes que intentan dar un golpe a la banca de la vida. Apariencias que ocultan cajas chinas y montañas rusas en las que el ojo que descifra se despeña en trampantojos. Y, entremedias, una conversación, una lid que es tanteo, entre Marlowe y Vivian, dos espadas que hacen de la palabra exploración y distracción, reto de ingenio que sedimenta la mirada cómplice, contrato tácito que liberara de las ataduras de su deriva.
'El sueño eterno'(1946) de Howard Hawks, con Humphrey Bogart y Lauren Bacall, es, por otro lado, otra de sus comedias encubiertas, como alguno de sus westerns lo eran también. Modélicas son las secuencias en las librerias, o toda la relación entre Bogart y Bacall, no sólo porque redundan en el vivaz juego que ya dio en Tener y no tener, sino porque está presente en el resto de sus comedias. Pocos cineastas han indagado con tal ingenio y lucidez en los pulsos entre sexos, en las entrañas de eso llamado sentimiento amoroso o fuerzas de atracción, y el entramado que se crea sobre ello que a veces es maraña y confusión entre representaciones y tanteos. No hay que dejar de mencionar a la participación en el guión tanto de William Faulkner como de Jules Furthman y Leigh Bracket que colaboraron repetidamente con Hawks. Es revelador que suprimieran una secuencia en la que se ataban cabos en la enmarañada trama, pero esta omisión ayuda a remarcar que precisamente la entraña retratada es una maraña.
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