Pongamos que el ser humano sabe que no nos diferenciamos mucho de las ovejas, sobre todo de su metáfora, el rebaño sin personalidad que es guiado a conveniencia de voluntades ajenas. O pongamos que no lo sabe, o prefiere no saberlo. Las ovejas también son útiles para dormir. Cuentas ovejas y caes en la somnolencia. No deja de ser una indirecta metáfora de la ritualizada vida de los humanos, dormidos en vida, que repiten sus acciones, números de rutinas. Los seres humanos se cuentan a sí mismos y no se dan cuenta de que se duermen. El antológico inicio de 'La oveja Shaun. La película' (2015), de Richard Starzak y Mark Burton, ya uno de los pasajes más admirables de lo visto este año, condensa esa vida. En un prodigioso dechado de síntesis se dibuja la vida en la granja constituida por repeticiones, las mismas acciones una y otra vez, día tras día. Hasta que un día, alguien se dice, ¿por qué no romper con esa rutina de vida en serie?. A quién esto se le ocurre es a la oveja Shaun. Su asalto de un día a la rutina, que implica dejar fuera de combate provisionalmente al granjero, (¿qué mejor recurso que ellas mismas que dejan dormida a cualquiera con su presencia en sucesiva pero idéntica serie, ya que parecen la misma aunque no lo sean?), y mantener alejado al perro Bitzer con la necesaria estrategia de distracción (gracias a la complicidad del pato, tras un oportuno 'unto' con varias rodajas de pan), tendrá unas imprevistas consecuencias: el granjero finalizará con su caravana en mitad de la ciudad y en estado amnésico. Para saber cómo ha llegado hasta ahí, y cómo acaba en ese estado, habría que admirar la sucesión de azares (absurdos) que harían la delicia del Stanislaw Lem de 'La fiebre del heno'. ¿Y acaso esa amnesia no es reflejo (en forma de irónica metáfora) de esa vida de rutinas de la vida ritualizada en la que uno se duerme y se olvida de lo que podría ser?. Si se desconfigura esa amnesia determina otra amnesia que propicia que te conviertas en cualquiera que no imaginabas que podrías ser. Ya no eres lo que se supone que tienes que ser porque es tu supuesto lugar en la realidad, un granjero, sino quizá un peluquero que ya no esquila ovejas sino que diseña peinados que son recibidos como una renovadora moda capilar. El nombre de Shaun, por cierto, se debe a su semejanza sonora con 'shorn', esquilado. Fue bautizado así en otra producción de la Aardman, la tercera obra protagonizada por Wallace y Groomit, la excelente 'A close shave' (1995), de Nick Park, en la que la pareja protagonista intenta evitar que Shaun y las otras ovejas acaben convertidas en comida para perros. Posteriormente, Nick Park crearía una serie, de la que se han emitido cuatro temporadas, 'La oveja Shaun' (2007-). En 'La oveja Shaun. La película', la amenaza proviene de un siniestro lacero que se regodea en su condición de cazador y se relame con su desprecio a los animales. Se hará necesario, por tanto, el uso del ingenio, es decir, de variados travestismos, para disimular la anomalía de la presencia de las ovejas en un entorno urbano (desde un cartel publicitario al uso del disfraz en parejas). La secuencia en la prisión de animales (con su particular Hannibal Lecter felino, y una ingeniosa variación, de imponente <>, del perro Preston de 'A close shove') es otro de los pasajes deslumbrantes de una narración de ritmo exultante que, como era de esperar, considerando ilustres antecedentes (en especial, la prodigiosa segunda aventura de Wallace y Groomit, 'The wrong trousers', 1993) deslumbra con otra febril persecución como climax. Desde luego, con La oveja Shaun. La película resulta difícil quedarse dormido, como no sea para despertar, como se refleja paradójicamente en la resolución que propicia recolocar todo en su sitio para que ya no sea lo mismo.
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viernes, 17 de abril de 2015
La oveja Shaun. La película
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