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sábado, 28 de marzo de 2015
Crack up
Un hombre de expresión febril y enajenada que rompe el cristal de la puerta de entrada a un museo. Sus actos transmiten una urgencia desesperada. Una determinación que parece la de un poseído. No duda en golpear a un policía que intenta impedir que irrumpa en el museo. Como si estuviera en trance balbucea palabras sobre algo que debe impedirse. Ese hombre, cuando recobre la consciencia, está convencido de que ha sobrevivido a un accidente ferroviario. No recuerda cómo ha llegado hasta el museo, y no entiende cómo, según le dice la policía, no hay noticia de ningún accidente ferroviario. Es el impactante inicio de 'Crack up' (1946), de Irving Reis (uno de esos inicios que probablemente gustarían a Samuel Fuller para quien era fundamental un comienzo que asemejara a un mazazo). Ese hombre, Steele (Pat O'Brien), no es alguien borracho que ha perdido la cabeza, como piensa el policía, ni es alguien ajeno a ese museo, ya que suele impartir conferencias sobre arte, algunas tan polémicas que disgustan al director, quien le califica de 'revolucionario' por los encendidos debates de posiciones contrarias que suscita. Steele resalta en una de sus conferencias cómo hay varias capas en las pinturas, reflejo de las variaciones de un proceso creativo, ya que los pintores modificaban su planteamiento, y sus borrados implicaban pintar sobre lo ya pintado. Steele desprecia el arte moderno, el surrealismo. Le parece ininteligible. Una capa de representación inconsistente, como si se borrara u ocultara la coherencia. Steele se enfrentará a una circunstancia en su vida que le resultará ininteligible. No entiende su amnesia, no entiende por qué está convencido de que ha ocurrido un accidente ferroviario. No entiende que ha pasado en ese periodo de tiempo, y por qué apareció en aquel estado de trance en el museo. La realidad se le escurre. La realidad tiene más capas que no parece ser capaz de discernir. Su suficiencia se ve desestabilizada, vulnerada.
Las dos secuencias que transcurren en el tren reflejan esta modificación de percepción, y forma de habitar y conducirse, en la realidad. El encuadre o cuadro de la vida no parece tener cimientos firmes, hay trazos más difusos. Ambas secuencias se delinean sobre la dilatación de los tiempos, lo que propicia una sensación de entrar en un espacio entre la realidad y el sueño, como si los pasos de la mirada fueran inseguros, como la figura tambaleante del alguien en estado de embriaguez a quien ayuda otro pasajero del tren. En la primera secuencia que transcurre en el tren, en su relato en flashback, transmite la sensación de incertidumbre,de extrañeza, pautada a través de reflejos en el cristal y gestos. Se siente que se hay una fisura en la representación,pero no se logra advertir, cuál es la figura que desentonan en el conjunto, oculta bajo la primera capa de apariencia de realidad. Esta sensación se incrementa en la segunda secuencia, cuando realiza otro viaje para contrastar sus impresiones del primer viaje. En esta secuencia la realidad se abre en múltiples ángulos, los que representa cada figura que puede ser una posibilidad de otra posible historia o versión de su realidad, un nexo invisible, inadvertido. Y encuentra la brecha que transfigura su impresión del primer viaje, y un inicio de hilo que comience a desvelar otras capas inadvertidas en la pintura de la realidad. Por eso, cobra relevancia en la trama las falsificaciones de pinturas, del mismo modo que se puede falsificar o distorsionar las impresiones o versiones de realidad (o trastornar la percepción, incluso).
Pero las varias capas de pinturas también revelan que la primera capa puede ser la proyectada, y por tanto reveladora de una percepción insuficiente, ofuscada, en la que se reflejan los miedos y las inseguridades, incapaz de discernir la realidad y a los otros. En relato paralelo resulta mordaz el desarrollo de la relación afectiva con Terry (Claire Bloom). Hay una intrusión en el encuadre o cuadro de la vida de Steele, alguien que Steele siente, y por tanto ve, como una intrusión, como un posible rival, Traybin (Herbert Marshall). Este se convierte en una figura difusa que no logra enfocar, cuyas intenciones no logra encuadrar en el escenario de la trama, aunque no deja de ser reflejo de su presencia, aparición, perturbadora en el escenario afectivo de Steele, por lo que este proyecta su desconfianza,por añadidura, sobre sus propósitos en la trama de falsificaciones y suplantaciones de pinturas. A la suficiencia intelectual de Steele, se suma, por tanto, una inseguridad emocional. Cuando, tras la conferencia, le pide a Terry que tomen una copa juntos y ella le diga que ya está citada con Traybin, aunque le proponen que se una a ellos, él rechaza la proposición como un adolescente airado e inseguro. Y no será la única situación, ya que le preguntará a Terry posteriormente qué representa él, qué es lo que busca,lo que no deja de reflejar sus celos e inseguridades. Resulta agudamente irónico que en la trama las intervenciones de Traybin sean decisivas para no sólo ayudar a Steele sino incluso para salvarle la vida, y que sea Traybin quien tenga la necesaria capacidad resolutiva que posibilite un final que no sea trágico.
Esa crisis nerviosa (crack up) a la que alude el título, más allá de lo que haya causado su lapsus de amnesia, no deja de ser reflejo irónico de esa inseguridad emocional de Steele. El hombre que sabe utilizar los rayos x para diferenciar copias de originales se muestra torpe y ofuscado en sus sentimientos sin lograr discernir quién es quien, ya que sólo ve, proyecta, la representación de una intrusión en la pintura de relación que quiere dibujar, consolidar. Por correspondencia, el villano es alguien que quiere poseer los cuadros originales (transposición de lo que teme en la intrusión de alguien como Traybin en su proyecto de relación sentimental, aunque el papel de este, en realidad, sea el contrario del que cree por temor. Steele rechaza el surrealismo porque su incoherente distorsión de la representación de la realidad y él no deja de distorsionar su percepción de la relación entre la mujer que ama y el que cree ser un rival,el cual, por añadidura, no dejará de ser una y otra vez su salvador como si le recordara, simbólicamente, y dejara en evidencia, su inmadurez emocional.
Claire Trevor y el director de fotografía Robert De Grasser
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