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sábado, 29 de septiembre de 2012

Richard Conte, rostro esculpido en el Noir

Richard Conte quizá no fue un actor deslumbrante, pero siempre resultó efectivo. Su rostro, sobre todo, podría estar esculpido en un imaginario Monte Rushmore del film noir. Aunque sus primeros papeles fueran dentro del género bélico, como su primer personaje de envergadura, en Guadalcanal (1943), de Lewis Seiler, tras la que intervino en dos obras de Lewis Milestone, que parecen anverso y reverso, la cargante The purple heart (1944) y la excelente Un paseo bajo el sol (1945), cuyo gesto, chasqueando los dedos, cuando pedía un cigarrillo era evocado por Harvey Keitel, en su conversación con Jim Jarmusch en Blue in the face (1995), de Wayne Wang y Paul Auster. Tras La campana de la libertad (1945), de Henry King y 13, Rue Madeleine (1947), más escorada al cine de espías (aunque con modos estilísticos que adoptaría el film noir procedural) en lo que restaba de década, bajo contrato en la Fox, abundarían las obras en los lindes del film noir: Solo en la noche (1946), de Joseph L Mankiewicz, Una vida marcada (1947), de Robert Siodmak, Yo creo en ti (1947), de Henry Hathaway, Vorágine (1949), de Otto Preminger, o Mercado de ladrones (1949), de Jules Dassin, en los que encarnó personajes a ambos lados la ley, desde quien lucha contra los que explotan a los trabajadores, a un falso culpable pasando por gangsters. También intervino en oscuros melodramas como la discreta El otro amor (1947), de Andre De Toth u Odio entre hermanos (1949), de Joseph L Mankiewicz. En los 50 siguieron predominando los films noir, entre los que destacaron especialmente las esplendidas Agente especial (1955), de Joseph H Lewis y Los hermanos Rico (1957), de Phil Karlson o la notable La gardenia azul (1953), de Fritz Lang. Transitó el melodrama, como en Mañana lloraré (1955), de Daniel Mann, el género de aventuras exóticas en La legión del desierto (1953), de Joseph Pevney o Slaves of Babilony (1953), de William Castle o la comedia en Llenos de vida (1956), de Richard Quine. En 1959 fue uno de los mezquinos héroes de Llegaron a Cordura de Robert Rossen, y al año siguiente ingresaría en la cofradía de Frank Sinatra. Con él trabajó en La cuadrilla de los once (1960), de Lewis Milestone, Asalto al Queen Mary (1966), de Jack Donohue o Hampa dorada (1967) y La mujer de cemento (1968), ambas de Gordon Douglas, año en el que dirigió su única obra, Águilas cruzadas. Su última intervención destacable fue en El padrino (1972), de Francis Coppola, tras la que protagonizaría, hasta 1975, año de su muerte, varias olvidables producciones italianas, como la que cerró su filmografía, en la que interpretaba a un exorcista, Lucifer: el ángel maldito, de Franco Lo Cascio y Angelo Pannacciò.

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