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jueves, 1 de julio de 2010
El último tango en Paris: Carne e imagen
Bernardo Bertolucci, Marlon Brando y María Scheider durante el rodaje de 'El último tango en Paris' (1972). Esta obra de Bertolucci es una obra que suscita sustanciosos debates. En ocasiones, muy encendidos, porque es de esas obras que a quien apasiona puede convertirle en un adepto que contempla con perplejidad a quien no sea tan entusiasta ( y porque no admirarla parece implicar que no aprecias su discurso transgresor(. Y ese es mi caso. Me interesa lo que plantea, pero me parece desajustado el desequilibrio entre pretensiones y resultados. Dicho de otro modo: En sus títulos de crédito de utilizan imágenes de pinturas de Francis Bacón, pero la obra de Bertolucci, exceptuando dos o tres secuencias, lejos queda de materializar las entrañas de lo que expresa la obra de Bacon. Queda enunciado, sí, casi cual referente, pero parece quedarse en la superficie, o en la superficie del símbolo, menos en esas citadas secuencias, en las que es capital también la interpretación de Brando, quién sí logra hacer cuerpo de lo que expresa Bacon (y realizando una de sus mejores interpretaciones, por otro lado). En general, resulta todo demasiado pulido, como ese baile de convenciones que se pretende transgredir (como se simboliza con ese tango), algo en lo que me parecía también incurría en 'El conformista', terminar, estéticamente, devorado por lo que cuestiona, cayendo en la contradicción (una inclinación esteticista que ha seguido haciéndose acusada en su posterior cine). Pero su explicito discurso, marcadamente telegrafiado ( a veces cayendo en lo burdo: todo lo relacionado con el novio interpretado por Jean Pierre Leaud; en especial, el tosco simbolismo del salvavidas hundiéndose en el agua), logró suscitar encendidos entusiasmos en su momento. A mí me resulta más interesante por lo que hubiera haber sido, una desgarrada obra baconiana que sólo encuentra puntuales 'encarnaciones' en intermitentes momentos, y gracias a la doliente interpretación de Brando, que sabe hacer sentir las brasas interiores de su intemperie emocional.
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