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martes, 4 de mayo de 2010
Euphoria
'Euphoria' (2006) de Ivan Vyrypaev es una exuberante composición lírica cuyos acordes los impulsan los cuatro elementos, el agua, el fuego, la tierra y el aire, y un quinto elemento, que es esa electricidad que se cruza, cuando no colisionan, entre las emociones que desbordan a los personajes, sea por atracción o rechazo. En esta cautivadora obra el paisaje, o más bien la presencia, pregnante, táctil, por un lado, e inmensidad que empequeñece a las figuras que se debaten con el rapto de sus deseos, instintos o vísceras, por otro, es un personaje más.El hilo de la trama, o del conflicto es leve cual premisa, que es detonante: Pavel desea a Vera, y es correspondida por éste, 'conexión' que no será aceptada por el marido de ésta, Valery. En las primeras secuencias vemos a Pavel moviéndose nerviosamente por uno de los amplios páramos de la estepa, agitación que parece acompasada a la de la electricidad que surca los postes eléctricos que parecen limitar el encuadre, cual empalizadas: Pavel está decidido a dar el paso, a interrogar a Sara sobre el por qué de su mirada en la boda en la que se conocieron, si latía en su mirada lo mismo que en la suya.
Su encuentro, su interrogación, separados por una sima en el terreno, viene precedido de unos planos aéreos sobre las aguas del rio Don o sobre los páramos, impulso que es elevación, o su ansía. Vyrypaev hace música de la narración, guíada por la intensa composición de Aidar Gunulin como si fuera su sistema nervioso, y el que sacude las emociones de los personajes, que les dominan cual títeres de sus pulsiones, abocados a los extremos, sea en conciliación (los bellos planos de Vera y Pavel tumbados con las manos entrelazadas; o abrazados en la barca del río con el sonido difuminado) o la crueldad, la reacción despechada que sólo encuentra en el gesto violento la satisfacción. Vyrypaev hace poesía impresionista con sus movimientos de cámara y con la profundidad de campo (aquel plano por ejemplo en el que Vera entra en la sala de su aislada casa, en la cual está el marido; a través de la ventana, al fondo, se ve a Pavel, expectante; la cámara se desplaza siguiendo su movimiento, y en la otra salita se aprecia apoyada contra la pared a Vera), con el fuera de campo ( en el desenlace), con unas composiciones exquisitas (esa imagen leitmotiv, que se repite en varias ocasiones, de Vera apoyada en el pretil de la casa, y su izquierda las ramas de un almendro; hasta que en la última ocasión que se repite ese plano vemos que Pavel está con ella) y con un montaje que es ante todo temblor de emociones, que no excluye lo bufo (como los acordes de ese acordeón que puntúa la acción).
Con ingrávida delicadeza conjugada con arrebatos de abrasiva intensidad, 'Euphoria' logra un admirable equilibrio que, precisamente, evidencia un inevitable desequilibrio, el del pulso entre las emociones que desean elevarse y aquellas atascadas en su incapacidad para poder remontar el vuelo, porque los que se ahogan con sus emociones no permiten que los que intentan fluir con ellas se desplacen con la corriente de los sentidos conciliados.
'Euphoria' (2006), de Ivan Vyrypaev es una sorprendente obra que demuestra que la herencia de ese aliento poético de cineastas como Andrei Tarkovski sigue presente. Cada plano supone una reconciliación con el cine, cuando se siente que no hay límites para la exploración del lenguaje que posibilite la emoción genuina con el asombro del ingenio.
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