Translate

jueves, 22 de octubre de 2009

Una noche en la opera y Sopa de ganso

Hay secuencias que no se pueden comentar. Sólo solicitar que te dejen ser parte de ellas. Ser la parte contratante de cualquier parte contratante que pueda ser participe del camarote más apetecible para habitar. No hace falta fragmentar en planos esta inolvidable secuencia de 'Una noche en la opera' (1936), de Sam Woods. Los fragmentos son las variopintas piezas del puzzle, o disimiles personajes, que van entrando uno tras otro en un camarote que parece que puede integrar al mismo infinito. Las bandejas vuelan por encima de la cabeza, y cada uno se dedica a hacer lo que se le supone, indiferente a la anómala circunstancia de habitar tal comprimido espacio con tal populosa concurrencia.
Es lo que tiene el disparate, comprime, y luego expande. Y un alud de variopintos concurrentes revienta cuando ya el espacio no da más abasto. Todo es posible en el excéntrico mundo de los hermanos Marx. Yo pido la vez para entrar en este camarote donde el tráfico de la sensatez pierde su dirección en favor de la jubilosa excentricidad.
Pocos títulos han sido tan atinados para una comedia. 'Sopa de ganso' (1931), de Leo McCarey, es una ordalía de humor, servida por la quintaesencia del 'ganso', los hermanos Marx. Irreverentes, traviesos, absurdos, con la palabra o la acción. Cual disipadas criaturas que hubieran salido de las páginas de 'Alicia a través del espejo', o que hubieran cruzado el espejo para ponerlo todo del revés, o desmontar las inconsistencias y presunciones del rígido universo de este lado del espejo. Y la misma noción de realidad.

'Sopa de ganso' es la muestra más depurada de su arte libre de cualquier corsé. Toda su exuberancia de ingenio y de mordaz irreverencia, cual niños desatados que no se reprimen e inhiben de ningún modo. Y como niños sin verguenza, no está exenta la procacidad. Aquí cargaron contra todas las patrañas y petulancias sobre las que se sostienen el espiritu patrio, y el lado grotesco sobre el que se crean los conflictos y las guerras.
Y sin olvidar la afinada aportación de Leo McCarey en la dirección. Al fin y al cabo, quien ha dado obras maestras como 'La pícara puritana' (1937), 'Erase una luna de miel'(1942), 'Dejad paso al mañana' (1937) o 'Tú y yo' (1957).

Y si decía que parecían criaturas que hubieran venido del otro lado del espejo, como no destacar una de las más memorables secuencias del cine cómico. Aquella en la que Harpo se maquilla y viste como su hermano Groucho y simula que es su reflejo en el espejo, imitando cada gesto que realiza, ya que Groucho sospecha que aquel no puede ser su reflejo. ¿Acaso ellos tienen reflejo en esta realidad? Alguien como Groucho, que en pantalla puede resultar tan gracioso, entre nosotros hubiera sido vapuleado en dos minutos. Ese era su don, y más como ellos se necesitarían para quebrar los complacientes reflejos en el espejo en el que nos miramos. Y ahora ríamos hasta la extenuación con esta danza de la risa hecha cine, y recordemos ese instante en que Goucho da un giro completo, y Harpo permanece quieto esperando que de la vuelta, y abre los brazos como Groucho como quien ha culminado la pirueta..

No hay comentarios:

Publicar un comentario