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martes, 20 de octubre de 2009

Michael Clayton versus Veredicto final

¿Acaso la licuada 'corrección' del cliché hace más digerible la 'incorreción' del 'mensaje', para esa abstracción llamada 'gran público'?...¿O acaba convirtiéndose, meramente, en una vaselina complaciente de las buenas conciencias...que al salir del cine siguen con sus desconcienciadas vidas cotidianas, pero a gustito al cubrir ese trámite de provisional indignación moral?...Preguntas que me suscitaba la visión de 'Michael Clayton' (2007), de Tony Gilroy, tan bienintencionada en su ánimo de poner en evidencia los indiferentes y cínicos designios del poder de las corporaciones en nuestra sociedad, ( en este caso, los de una industria agroquímica, cuyo afán de lucro ha subordinado la salubridad de sus productos, causando la muerte de cientos de agricultores)...como encorsetada en una serie de convenciones, tipos y recursos narrativos, combinando un vistoso estilo que 'simula' dinamismo y unos personajes sin el suficiente relieve en su caracterización...Las cartas parecen demasiado marcadas, aunque uno simpatice con aquello que nos quieren señalar...De algún modo, me recordaba a las carencias que también menguaban el alcance dramático de una propuesta no muy lejana en intenciones, me refiero a 'Erin Brokovich' (2002), de Steven Sorderbergh, también centrada en la denuncia de las fatídicas irresponsabilidades de una industria química sobre las vidas de aquellos que vivían en sus cercanías...En este caso, el peso de su 'estrella', Julia Roberts, limaba las aristas del mismo personaje, más contradictorio de lo que la complaciente interpretación de la actriz hace ver...y que se extiende al tono de la película, escaso de los necesarios claroscuros que sí lograba Sorderbergh trasmitir en 'Traffic' (2002)...Otro producto bienintenciado pero demasiado 'correcto'...

Y retrocediendo más en el tiempo, las hechuras de 'Michael Clayton' remiten al cine de Sidney Pollack, el de 'Los tres dias del condor' (1975) o 'La tapadera' (1993)...Individuos enfrentados también a los corruptos designios de las instituciones, o de sus más ambiciosos y retorcidos representantes...No por nada Sidney Pollack es productor y actor en 'Michael Clayton'...También su cine no traspasa esa pulida superficie de la convención narrativa, con personajes de escaso perfil dramático, dependiente su entidad de la que le otorgue el trabajo del actor (como lo logra en buena medida el excelente plantel protagonista de de 'Michael Clayton', George Clooney, Tilda Swinton y, sobre todo, Tom Wilkinson)...También esto que estoy diciendo me está sonando demasiado a lo que dije acerca de 'Expediente Anwar' de Gavin Hood, bienintencionadas puyas discursivas unidas a un esquemático entramado dramatico, y 'velado' por un impactante estilo visual y narrativo...Porque, vamos a ver, ¿por qué, por ejemplo, estructurar 'Michael Clayon' a partir de un flashback? ¿Qué aporta empezar casi por el final para luego retroceder en el tiempo y descubrir el por qué de lo que hemos visto en pantalla? Es decir, nos presentan a Clayton (George Clooney), que es aficionado a las timbas de poker, una de cuyas partidas le interrumpen para que vaya, como 'mediador' que es en un bufete de abogados, a atender a un irascible ricachón, importante cliente de la firma, que ha atropellado a un peatón, dándose a la fuga, y ante el cual, ya advertimos que Clayton se comporta de un modo menos complaciente de lo habitual, y sí más desapegado, para enervamiento del prepotente energumeno cliente en cuestión (¿demasiado energumeno?)...

Clayton abandona la casa, conduce por desiertas carreteras entre prados y arboles, y, de repente, detiene el coche...ha visto algo que ha llamado su atención...Un trio de caballos en lo alto de una pequeña colina...Se acerca y los contempla con ojos llorosos, conmocionado por su visión tan fuera de su mundo (¿Su pureza?)...Y a su espalda explota su coche...
Es decir, nos encontramos con dos importantes incógnitas...Una, ¿por qué explota el coche?, y dos, ¿por qué le ha conmocionado tanto esa visión de los caballos a Clayton?...El problema es que la película se centra, ante todo, en la primera, en desvelar todos esos intereses corporativos, corruptos, que incluso les llevan a matar para protegerse...es decir, la cáscara...Cuando lo que hubiera dotado de una incisiva potencia dramática a la obra hubiera sido que el tono hubiera estado hilado, aun subterraneamente, por el proceso de concienciación de Clayton, cómo se van quebrando sus certidumbres, y cómo se va desprendiendo de ese papel que tiene adjudicado en esa 'trama' de empresas y corporaciones, en las que es mero 'mediador', 'arreglando y parcheando' entuertos...un peón o esbirro, vamos...Este es el aspecto que no acaba de funcionar, por muy voluntariosa que sea la interpretación de Clooney...Este, como el mismo personaje de su principal oponente, Karen (Tilda Swinton),la abogada de la empresa química, están tejidos por trazos demasiado esquematicos...Y, así, su evolución, se advierte demasiado 'predeterminada'...

Nos quieren demostrar algo, pero no acaban de mostrarlo de modo 'orgánico', para lo que hay que ser más sutil...Prima el artificio, la 'cabriola' narrativa, como esa elección estructural de narrar en flashback, que cortocircuita la emoción, y convierte en farragosas, al final, la secuencias en las que nos narra lo mismo, pero añadiendo la perspectiva de los que han colocado la bomba en su coche...No sólo carece de tensión, sino de emoción...¿No hubiera tenido mucha más fuerza la secuencia con los caballos narrando la historia de modo más lineal? O si juegas con la incognita se debe tener más aptitud para jugar con el extrañamiento tonal...y eso es aquí lo que falta...

De nuevo, el discurso prevalece sobre el poderío dramático, sustentado en el enfasis de una narrativa que con su apariencia dinámica oculta sus carencias...Si Hubiera incidido en ese largo plano final sobre el rostro de Clayton, tras que haya desvelado, victorioso, toda la corruptela, lo mejor, de lejos, de toda la película, hubiera sido esa excelente película de la que es vistoso pero pálido reflejo...No, no debería haber sido el cine de Pollack su referente, sino el del mejor Sidney Lumet...Debería haber tomado nota de con qué complejos rasgos está dibujado el Frank Galvin (Paul Newman) de 'Veredicto final' (1982), como su afición al pinball, o al alcohol (que no logran 'narcotizar' los temblores de sus entrañas), otro individuo integrado en un corrupto sistema, aunque, en este caso, relegado en los márgenes, toda una imagen del fracaso...Pero saca fuerzas para enfrentarse a todos unos poderes institucionales, los supuestos sustentos de la sociedad, la Justicia, la Sanidad y la Religión...Todo por una mujer que se ha quedado en coma por la irresponsabilidad de unos prestigiosos cirujanos...

La secuencia que refleja su toma de conciencia, que le hará rechazar el trato económico, de daños y perjuicios, con la Diocesis, para olvidar el asunto, marca la diferencia entre ambas películas: Galvin va a hacer unas fotografías de la mujer en coma...A la vez que las fotografías, hechas con una polaroid, van 'desvelándose', apareciendo ante nuestros ojos, lo mismo está ocurriendo con la mirada de Galvin...Con prodigiosa sencillez, con un afinado uso de ese recurso expresivo tan poco trabajado hoy en dia, que es la duración de los planos, nos vamos sumergiendo en lo que se está dirimiendo en la mente de Galvin, a través de su mirada, y de lo que supone para él esas imagenes de las polaroids...¿Cómo va a 'velar', olvidar, una injusticia?... Es la diferencia entre un estilo narrativo epidérmico, el de 'Michael Clayton', y uno que sabe trabajar eso llamado puesta en escena, a través de la cuál extraer la emoción o la reflexión, sin caer en el énfasis...Un ejemplo más, el uso de los travellings, en plano general, que recogen dos conversaciones, la de Galvin con el abogado de la diocesis, y luego con el médico dispuesto a declarar, que recogen la bajada, por largas escaleras, y salida de ambas instituciones, figuras empequeñecidas por la inclemente institución, y que además asocia a ambos 'representantes', dado que posteriormente los abogados 'untarán' al médico para que no declare, y sí desaparezca del 'escenario'...Esto se llama sutilidad...Las buenas intenciones no eximen de la falta de complejidad...
Sidney Lumet reconocíó cuánto admiraba la capacidad de David Mamet de convertir una, según él, mala novela en un magnifico guión...Y lo es, cierto, aunque también hay que reconocer la maestría del mismo Lumet, que realizó, en 'Veredicto final' (1982), una de sus más densas y poderosas obras, a la altura de 'La ofensa', 'Llamada para el muerto', 'Distrito 34: corrupción total' o 'El principe de la ciudad', en una filmografía, irregular, sí, pero generosa en sugerentes obras...El comienzo es toda una lección de cómo saber definir la circunstancia vital de un personaje, con rasgos sintéticos y elocuentes...Ya el primer plano nos lo muestra jugando al pinball, lo que nos transmite la soledad del personaje, y la inacción en la que se desenvuelve su vida...Le vemos asistir a funerales, y dejando su tarjeta de abogado, hasta que en uno de ellos, el hijo del fallecido, indignado, le expulsa de malas maneras...Cuenta en el bar sus batallitas del pasado, alguien que ya no tiene casi presente...y bebe, bebe mucho, para ahogar o narcotizar tanto su soledad como su frustración...expresado en un contundente plano fijo, y apoyado en la gran interpretación de Paul Newman (pocas tan brillantes como ésta ha realizado), casi conteniendo los temblores a la hora de llevarse el vaso a su boca, temblores que delatan que está en un tris de explotar...y así es, llega a su despacho, y comienza a destrozarlo todo, rabioso y dolorido, como quien ha llegado a su límite de resistencia, hiriéndose incluso accidentalmente...y así le encuentra su amigo Mickey (Jack Warden), sentado en el suelo, como si ya se hubiera abandonado a sí mismo...Y le plantea un caso...

Un caso que le hará recuperar la diginidad y la autoestima, enfrentándose a los intereses públicos y privados, desde la iglesia hasta los caníbales bufetes de abogados, y otras miserias individuales, en donde siempre se favorece los intereses de los privilegiados...Un paisaje de corrupción, de falta de escrupulos y almas en venta, en el que lidiarÁ por recuperar un asomo de dignidad, encarnado en esa mujer ya irreversiblemente en coma por un probable error médico, que no es sólo la propia, sino la de un mundo corrompido cual lustroso cadáver...aunque suponga asumir su inevitable soledad, pero ya fortalecida...Es lo que puede conllevar, al fin y al cabo, la épica de la honestidad...

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