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domingo, 30 de octubre de 2016

Plan diabólico

Es un hombre al que sobre todo se recuerda por sus silencios, como si estuviera escuchando algo dentro de sí mismo. Pero nunca compartía qué. Vivía con sus personas cercanas como si fuera un extraño. No permitía que nada le afectara, se dejaba absorber por su trabajo. Parecía vivir en la distancia, pero a veces su mirada parecía indicar que quería expresar algo. Quien compartió su vida con él nunca supo qué quería. Sólo puede especular, intentar con el lazo de una interrogante captar aquello que nunca asomó a la superficie. ¿Quizá el descontento con aquello a lo que había entregado su vida, es decir, el escenario en que había convertido su vida?. Quizá él mismo no lo sabía. Parecía esforzarse en conseguir lo que le habían enseñado a desear. Y su confusión, su extravío, se acrecentó cuando lo fue consiguiendo. Por eso, sus silencios se hicieron cada vez más largos. Porque a medida que el tiempo pasaba iba sepultando más hondamente lo que quería manifestar, lo que realmente deseaba. Por eso, era un hombre muerto mucho antes de que encontraran su cadáver. Era un inquilino desconocido aunque no viviera en un hotel de paso sino en el hogar que compartió durante más de dos décadas con su esposa y la hija que tuvieron juntos. Aunque decir juntos no sería preciso, su convivencia se convirtió en una tregua casta y cortés. Esas son las palabras con las que Emily Hamilton (Frances Reid) intenta describir a su marido, Arthur (John Randolph), lo que podía palpitar tras los trazos superficiales del esbozo que dejaba ver de si mismo. Se lo dice a quien cree que es un reciente amigo, pero no es sino su propio marido, aunque ahora con los rasgos de Tony Wilson (Rock Hudson). Es otro y es el mismo. Es quien creía que podía ser mirando al que fue alrededor de cincuenta años. Se mira como otras figuras herederas de la criatura frankensteiniana miraban su anterior vida, sea el cyborg Robocop recorriendo el hogar en el que vivió junto a su familia como el agente Murphy (Peter Weller) en 'Robocop' (1987), de Paul Verhoeven, o el profesor Brandt oculto en la oscuridad cuando, ahora bajo la apariencia del doctor Richter, en cuyo cuerpo el barón Frankenstein ha alojado su cerebro, visita a su esposa, en 'El cerebro de Frankenstein' (1969), de Terence Fisher.
La reacción de Wilson es la de la tristeza. No logró sentirse otro, y mira al que fue como una sombra que nunca logró sentirse cuerpo. En uno de los últimos planos que comparte con la esposa, su mirada está perdida en primer término, y al fondo la esposa frente a su propio reflejo en el espejo, junto a la fotografía de su marido que se encuentra junto a ella aunque con otra apariencia. Vida de reflejos. Vida muerta entre reflejos. Han transcurrido ya una hora y veinte de la narración de 'Plan diabólico' (Seconds, 1966), de John Frankenheimer, con guión de Lewis John Carlino, según la novela de David Ely (hay que apuntar la atinada ocurrencia de Hudson de que fueran dos actores los que interpretaran al mismo personaje en vez de recurrir a la caracterización vía maquillaje tras la intervención de cirugía estética). El relato es el recorrido hacia la raíz del malestar, tras la fuga que no es sino enajenación. Se inicia con el malestar, con la inmersión en su distorsión, en el qué y cómo, para llegar al por qué, una figura entre una muchedumbre en una estación, una figura que puede ser muchas otras, una figura que es seguida por otra; la planificación también distorsiona la percepción, como si la realidad estuviera alterada (pero alterada está la forma de habitarla). Los mismos títulos de crédito son imágenes distorsionadas de rasgos de un rostro, que prefigura en cierta medida los de 'El club de la lucha' (1999), de David Fincher, inmersión en las neuronas del protagonista que ya anuncia que será el relato sobre, y desde, una mente enajenada, escindida. 'Plan diabólico', también nos sumerge en la desquiciada enajenación de Hamilton, otro hombre que ha ejercido una vida de fotocopia, de esbirro, como el protagonista de 'El club de la lucha', en su caso con un trabajo en un banco. Hamilton llegó al límite de su resistencia, al cortocircuito.
La llamada de un amigo del pasado que creía muerto es el eslabón conector con un delirio que implica una extraña organización que realiza cirugía estéticas pero también de identidad: será otro, alguien con otro rostro, alguien con otro nombre, y otra dedicación, las que él deseaba hacer, quizá tenista, quizá el pintor que no fue. Aquel amigo es el enlace con su vida cuando comenzaba a perfilarse, cuando aún era un podrá ser, un racimo de posibles, cuando aún se sentía un triunfador, que sentía que dominaba el campo de juego, como el trofeo que ganó con su amigo en una competición de dobles en tenis. Pero aquel campo de juego, aquel menú de aspiraciones que debía conseguir y alcanzar se convirtió en una prisión, un número entre números, alguien que ejercía su función en su correspondiente casilla con los pertinentes componentes de puesto laboral y familia. Una vida organizada que derivó en una infección, un malestar que le fue convirtiendo en un cadáver por dentro. Pero cuando puede ser otro, cuando es Wilson y parece que recomienza una nueva vida, con una mujer joven, dedicado a lo que deseaba, la pintura, en otro entorno o decorado de vida, en el que además parece desplegarse la embriaguez epicúrea sin restricciones, la insafisfacción se va propagando como un tumor que no se había extirpado. Lo que fue, el descontento, el malestar, asoma como una interrogante insurgente, incordiante, y las interrogantes son molestas.
En el plantel de actores hay cuatro que estuvieron señalados en la lista negra de Hollywood durante la década de los cincuenta por sus simpatías izquierdistas, señalados por la Caza de brujas, Jeff Corey, Will Geer, Ned Young y, precisamente, John Randolph, quien conseguía de nuevo un papel después de quince años sin poder hacerlo. Todos y cada uno de ellos interpretan a componentes de esa misteriosa organización. Vidas teledirigidas, en las que se extirpaba la interrogante del malestar, reconstitución por tanto parcial de la vida deseada, por cuanto la vida de renacido es un vida postiza, una adaptación de avenencia sin descontento, una voluntad integrada, conforme. Frankenheimer rodaría posteriormente otras espléndidas obras sobre prisiones vitales relacionadas con modos de vida opresores o restringidos, insuficientes, como los que se reflejan en 'El hombre de Kiev' (1968), 'Temerarios del aire' (1969) y 'Yo vigilo el camino' (1970). Cuando Wilson se conjuga de nuevo con Hamilton se convierte en un fracaso de renacido, por cuanto no asume sino que interroga. Una presencia y voluntad molesta que debe ser ya no sólo amordazada, sino radicalmente extirpada.
Jerry Goldsmith compuso otra de sus (numerosas) obras maestras

sábado, 29 de octubre de 2016

David Fincher, de menos a más, entre lo excelente y lo magistral

Morgan Freeman usaba un metronómo para poder dormir, para infundirse algo de serenidad en un mundo afuera dominado por el caos, en la primera de las obras maestras de David Fincher, 'Seven' (1995). Fincher parece que usa metrónomo para realizar sus prodigiosos montajes, en los que modula la duración de planos y secuencias como si fueran notas musicales. Es un cineasta que hace de lo siniestro perversa irreverencia. En su cine abundan las sombras, como si la realidad estuviera nublada, como las mentes y las emociones. Se le consideraba un cineasta frío, cerebral, pero con 'El curioso caso de Benjamin Button' creó uno de las películas más conmovedoras de este siglo. Hasta 'Zodiac' no era un cineasta particularmente considerado, exceptuando cierta admiración por 'Seven'. Se despreciaba 'Alien 3' por el confuso montaje con el que se estrenó, se rechazaba 'The game' porque se quedaban en la superficie de su argumento y su rocambolesco giro final, y se desestimaba 'La habitación del pánico' por su escueta anécdota argumental sin apreciar sus complejidades internas. En eso se parece a Hitchcock, quien durante muchos años fue considerado un cineasta meramente comercial o un superficial mago del suspense.
Además, pocos cineastas como Fincher radiografía nuestro tiempo, nuestra sociedad, el ensimismamiento y la enajenación, la feroz competitividad y la indiferente corrupción, que nos define. Da igual si es Suecia o Estados Unidos, si es la ensimismada figura de Zuckerberg en 'La red social' que levanta un imperio sobre un despecho, si es el empresario aislado en su mausoleo de riqueza de 'The game', el esbirro currante enajenado de 'El club de la lucha, los diversos empresarios que aparecen en 'Millenium', o el inclemente político de 'House of cards', o si es en la pequeña escala de las relaciones, o empresas sentimentales, como el demoledor reflejo de 'La habitación del pánico' o 'Perdida'. Si hay una fuerza que rige e impulsa al ser humano es la combinación de la susceptibilidad y el despecho. Somos así de retorcidamente elementales. Realizamos un repaso a su obra, de menos a más, aunque el 'menos' es un decir. Todas me parecen entre lo excelente y lo magistral, por eso le considero uno de los más grandes cineastas vivos.
'Alien3' Hay una radical diferencia entre El montaje del director de Alien 3 (1992) y el que se estrenó en las salas en su momento. Son 24 minutos más los que se amplía su metraje, eliminando, incluso, secuencias del montaje estrenado en el cine, y el cambio es casi radical. Y se convierte en una obra equilibrada y coherente, que no desmerece de la primera de la serie, realizada por Ridley Scott. Y desde luego, es la más original y heterodoxa. Entonces, la impresión que suscitaba era la de encontrarnos ante un completo estropicio, con un montaje atropellado y confuso, y una notoria falta de cohesión y de atmósfera. Parecía más bien una película de Michael Bay o Tony Scott. Había personajes que, tras adquirir cierta relevancia, desaparecían del relato sin saber qué había sido de ellos. Parecía que se habían realizado tijeretazos a diestro y siniestro sin ningún rigor (o del modo más arbitrario).Gracias a los detalles añadidos cobra más fuerza el siniestro discurso, tan bien reflejado en su iluminación sombría y sus espacios sórdidos que cartografían espacios interiores (cualidades en las que ha reincidido Fincher en su obra), acorde al cuerpo extraño que representa Ripley en un universo de hombres, un universo futuro tecnificado pero de aliento medieval, como reflejan las vestimentas monjiles de los reclusos, violadores o asesinos ahora unificados por un espiritu sectario de raigambre cristiana: elocuente detalle del alien surgiendo del vientre del buey. Y a su vez acorde al cuerpo extraño que porta la propia Ripley (una alien reina).
'Millenium: los hombres que no amaban a las mujeres' Tras el impacto crítico de 'La red social', a algunos les pareció que bajaba el nivel de exigencia o ambiciones optando, primero, por realizar un remake (por lo tanto, algo que desluce por no ser original) y, segundo, un thriller que adaptaba un best seller que se había convertido en un masivo fenómeno (lo que suponía carecer de la distinción del material exquisito). No vieron que era, de entrada, un mordaz complemento de 'La red social', como 'El club de la lucha' lo había sido de 'The game'. En aquel caso, un empresario y un trabajador (el rey y el peón). En este díptico, un aspirante a demiurgo, creador de una red de éxito, el empresario en la cima, y una hacker, una marginal rebelde al sistema, como es el periodista que encarna Daniel Craig que no cesa de intentar sacar a la luz las corrupciones de los poderosos, aunque muchas veces sea derrotado en el intento. Fincher opta por un tratamiento distante de investigación periodística, como un implacable engranaje, que es un modélico ejercicio de precisión y condensación, como lo era 'La red social', acorde a la mente de Zuckerberg, o la investigación periodistica de 'Zodiac', de acuerdo al carácter obsesivo del personaje de Gyllenhaal. Combina la lacónica aspereza de los apuntes siniestros(en especial, a través del personaje de Lisbeth y su relación con el tutor), sin recargar nunca la atmósfera ni perder el paso (nunca desorientando, nunca demorándose en lo accesorio), con una coreografía de montaje puramente musical (extraordinaria banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross). Y realiza otra aguda y corrosiva radiografía de las podredumbres de los sótanos de los que dominan el sistema con su dictadura económica, tras la pantalla aparente de la democracía política, las corporaciones empresariales: lo que prima es el abuso impositivo de cualquier que detente una posición de poder, como ejemplifica el tutor). Y eso aliñado con el fundamentalismo de la xenofobia, el desprecio al diferente.
'La habitación del pánico' Una de sus obras menos comprendidas. 'La habitación del pánico' (2002) se inicia con unos planos de unos edificios urbanos, reflejo de la congestión vital de un infectado tejido social. En esta obra de extraordinarios movimientos de cámara cargados de sentido (equiparables a los de Ophuls), dominada por las sombras (externas e internas) se puede advertir una asociación clara con la construcción de 'La ventana indiscreta'. Como en esta, se juega sutilmente con la ambivalencia de lo representado. Sin, en ningún momento, incidir explicitamente en cuestionamiento de si lo narrado es real o mental, el espectador puede envolverse en la peripecia narrada, sin más (el asalto de tres ladrones a la casa donde viven los personajes de Jodie Foster y Kirsten Stewart, madre e hija), pero puede advertir entre lineas, en la peripecia simbólica, el enfrentamiento de la madre con los fantasmas de su mente, como si proyectara su conflicto, casi como una experiencia de catarsis liberadora. El personaje de James Stewart, en la obra de Hithcock, proyectaba, en el asesinato del vecino sobre su esposa, sus conflictos sentimentales y tensiones no resueltas con su pareja (Grace Kelly) sobre quién cede en la relación y se adapta al modelo de vida que impone el otro. En la obra de Fincher, es el despecho del personaje de Jodie Foster, abandonada por su marido, por otra mujer. Su mundo, hasta entonces, estaba definido y seguro, y ahora tiene que reiniciar su vida, incluido el buscarse un nuevo hogar y un nuevo trabajo. Es casi un partir de cero. La concreta habitación del pánico de la casa, es una especie de cámara acorazada de seguridad. Se puede decir que es la metáfora de esa habitación del pánico que ha construido dentro de sí misma, en su mente. Aún late un intenso dolor, una rabiosa frustración, un virulento despecho dentro de ella contra su marido. Superficialmente, el duelo consistirá en cómo los tres hombres intentan lograr que salgan de ahí para así poder conseguir el dinero, pero por otro lado cada uno de ellos representa distintas emociones que forcejean en el interior de ella.
'La red social' En 'La red social' (2010), Zuckerberg es otro Scrooge dickensiano de la era moderna. A él no le visitan los fantasmas del pasado, presente y futuro, sino, en alambicado y brillante armazón estructural que alterna tiempos, los damnificados de su depredación, en forma de demandantes, aquellos a los que robó la idea, y el socio cofundador. Zuckerberg es alguien que desde el furibundo despecho crea toda una exitosa red social en la que la contraseña mágica, la zanahoria que hace salivar, es la tecla de 'añade amistad'. Zuckerberg realiza en su trayecto una tala de todos aquellos que se convierten en rivales o competidores, o simplemente desechables, tras utilizarlos en el momento oportuno del modo conveniente (ejemplificado en la competición de remeros: será la circunstancia decisiva en la que los gemelos decidirán denunciarle; metáfora, la de los remeros, relacionado con lo competitivo, presente también en los episodios que dirige 'en House of cards'). La conclusión (pendiente) será un dedo que se suspende sobre la tecla de 'añadir amistad' de aquella chica (encarnada por Rooney Mara, luego la hacker en 'Millenium') que le había hecho sentir agraviado, que aún necesita que se trastoque en escenario ideal. El mundo debe complacer, satisfacer, no contrariar. Supuso la primera fructífera colaboración de Fincher con los músicos Trent Reznor y Atticus Ross, premiados en los Oscars, como lo fue su excepcional montaje, febril y trepidante, como la velocidad de la navegación virtual en donde se procesa ingente cantidad de información pero encubre la nada, porque montaje y música se funde como si fueran sinónimos.
'House of cards' Aunque la primera temporada de la serie 'House of cards' consta de trece capítulos, con lo cual la acción sigue en progreso, de algún modo pueden verse los dos primeros capítulos, dirigidos por Fincher, como un largometraje (incluso el segundo episodio comienza donde termina el primero). Los episodios que dirige Fincher marcan unas pautas estilísticas, con otro refinado ejercicio de montaje y modulación, pero en este caso más pausado, dejando respirar más la duración de los encuadres. Con el uso del fuera de campo en la secuencia inicial, con Frank estableciendo una elocuente diferenciación entre el dolor de lo que aprendes, con el que creces, y el dolor que es innecesario, ya marca el tono de la obra, y establece que asistiremos a una obra sobre la crueldad ‘invisible’, esa que no deja sangre porque se realiza entre las sombras, entre bambalinas. Fincher declaró que la representación previa que había realizado Spacey del 'Ricardo' III de Shakespeare había supuesto un buen entrenamiento. A Frank como a Zuckerberg les moviliza el despecho. A Frank que no le consideren para un puesto de vicepresidente tras todo lo que ha realizado gregariamente en su labor por el partido. Frank inicia su venganza y se revela como un implacable demiurgo en un escenario en el que se utiliza a los otros como piezas, aprovechándose de las debilidades de algunos, sabiendo cómo aliarse con otros, o cómo tocar los resortes adecuados en los demás, del mismo que prescindes de ellos cuando le conviene. Zuckerberg y Frank saben competir en una carrera. Fincher empezó dirigiendo la tercera entrega de Alien, y en su filmografía ha ido evidenciado, como pocos, que los hay cuyo ácido es aún más corrosivo que el de aquella extraterrestre criatura sin escrúpulos ni conciencia, es decir, quizá demasiado humana.
'Perdida' En 'Perdida' (2014), Fincher, con soberano magisterio y mordaz agudeza, desentraña una infección, la que se extiende entre el primer beso y la acción de introducirte un algodón en la boca para realizar el análisis correspondiente de saliva cuando tu esposa ha desaparecido y se teme que esté muerta y te consideran sospechoso de su asesinato. En esta ocasión, Fincher pone en primera línea la contienda de perspectivas. Las versiones que establecen uno y otro, marido y mujer, Ben Affleck y Rosamund Pike, y que convierten a la realidad en un territorio difuso. Pone de manifiesto que esta sociedad se trama sobre pantallas, y como a pequeña escala muchas relaciones lo hacen también, mientras entre bastidores las relaciones de pareja se rigen por la ecuación de manipulación, control y daño. Si se aparente que todo funciona bien, aunque no sea así, esa es la realidad que se puede aceptar como la trinchera en la que seguir manteniendo la cruenta contienda. Porque se está a cubierto tras la pantalla de las apariencias. Amy (memorable Rosamunde Pike) es el contrapunto de la protagonista de 'La habitación del pánico': Cuando la realidad no sólo no se corresponde con las expectativas y sueños sino que además te contraría dolorosamente con la decepción del abandono y la traición, puedes encerrarte con tus fantasmas, y desangrarte en tu propia habitación del pánico, pensando en convertir el rostro de quien te ha decepcionado en una pulpa. O puedes, directamente, como Amy, pasar a la acción y convertir su vida en una tortura que le haga desaparecer del mundo, condenado por tu asesinato, porque sientes que ha sido el responsable de que te haya convertido en una desaparecida en vida. Amy no es una psicópata, es la siniestra heroína en esta sociedad infectada.
'The game' Una marioneta sin rostro, como una figura humana, piezas de un puzzle oscilando en el espacio, son las figuras o símbolos que acompañan los títulos de crédito de ‘The game’ (1997). Las primeras imágenes tienen un aire fantasmal, imágenes de una grabación familiar, Fincher ya nos ha introducido en la atmósfera de la película, una realidad que es fácilmente manipulable, y cuyas piezas, apariencias, pueden ser más escurridizas de lo que parecen. La realidad es un espacio incierto en donde lo ficticio y lo real están separados por tabiques muy leves. Y es enigmática, como una esfinge; lo que los rostros ocultan, sus miedos y fantasmas. Nicholas (Michael Douglas) es como el Mr Scrooge de nuestros días, el potentado poderoso a quien nada le importa la vida de los demás, son piezas con las que se enriquece. No sólo encontramos ecos de la obra de Charles Dickens, sino de 'La huella' (1972) de Manckiewicz, y, por supuesto, de ‘Alicia a través del espejo’ de Lewis Carroll. Nicholas cruzará (o se caerá en) ese espejo, donde se invertirá su realidad, cuando su hermano Conrad ( Sean Penn) le ofrezca un regalo, ser participe de un ‘juego’ (The game). Un juego en el que no sabrá cuáles serán las reglas, y qué es lo que le deparará, será pura incertidumbre. ¿Qué mejor regalo o prueba para alguien que siente que domina el mundo que pasar de titiritero a marioneta, de sentirse Todo a sentirse Nadie?. La mayor virtud de esta obra reside en cómo esa incertidumbre la materializa Fincher en la ingrávida narración, modulada por una exquisita banda sonora de Howard Shore, un transito fantástico que altera la percepción de la realidad. Nada es seguro. El aprendizaje: dejar de ser alguien ensimismado, despechado porque la esposa eligió a otro, y empezar a preocuparse de los que te rodean. Preguntar sus nombres, puede ser un inicio.
'El club de la lucha' Tras realizar en 'The game' una obra fantasmal sobre un espectro en vida, un muerto viviente, el prototipo del poderoso empresario, en 'El club de la lucha' (1999),desentraña al prototípico esbirro del sistema, o la enajenación del trabajador que realiza acciones como quien usa una fotocopiadora. Es un reflejo del trabajador medio de hoy alienado y cautivo por las promesas materiales, ese 'Mundo ikea' reflejado en su hogar, y por ello capturado en una visión virtual y programática de la vida que conduce a la enajenación. Pero en el proyector de su mente empiezan a crearse desajustes, como la imagen de un pene que te introducen subliminalmente, y su insatisfacción crece, y deja de creerse su papel, pero no se revela de modo directo contra el sistema enajenador, sino que su mente implosiona por esa congestión vital (la brutalidad del ritual del club de la lucha es tanto reflejo de esa violencia contenida en una vida sistematizada como exorcismo y grito; una particular habitación del pánico en la que desahogar mentalmente la agresividad reprimida). Por eso, ese final de 'El club de la lucha' pudiera contemplarse como el gesto subversivo por excelencia, el atentado a las torres del poder financiero. Curiosamente, en su momento, en su presentación en el festival de Venecia, la acusaron de fascista, cuando es una de las obras más visionarias y transgresoras de las últimas décadas. La inmersión en las neuronas en sus títulos de crédito ya nos avanza que nos vamos a sumergir en la mente fracturada del protagonista. Y Fincher nunca hace trampas.
'Zodiac' 'Zodiac' (2007) tiene una estructura modélica: la fragmentación de perspectivas de su descentrada primera parte se concentran en una perspectiva en la segunda parte, pero no por eso el sentido o la verdad son aprehendidos. De hecho si algo se evidencia es que el mundo es caótico e inestable: comienza con el plano general de unas fachadas y termina con el primer plano de un rostro desolado, el que sufrió la agresión de las secuencias iniciales. La mirada del periodista, que encarna Jake Gyllenhal, intenta dar rostro y razón, a la huidiza figura que asesina aleatoriamente, encapuchada o en fuera de campo, pues es lo que es, ese incierto fuera de campo que nos enfrenta a nuestra permanente vulnerabilidad. Nunca podrá ser controlado, porque además lo ha generado el 'campo' de nuestra sociedad, y de la propia condición humana, la violencia sin razón que le ha definido desde el principio de los tiempos. Y por mucho que te enfrentes a ese rostro individual posible que lo enfoque e 'identifique', seguirá siendo un fuera de campo que no podrá ser nunca controlado. 'Zodiac' se inspira en un caso real, en el del asesino del zodiaco que inspiró al personaje de 'Scorpio' en 'Harry el sucio' (1971), a cuya proyección asiste el periodista. Fincher se empapa del estilo sobrio, conciso y afilado de los thrillers de los setenta y lo conjuga con su estilo (al fin y al cabo sus sombrías iluminaciones son herederas de las que realizaban Conrad L Hall o Gordon Willis), llevándolo más allá, en un proceso de difuminación que nos abandona en la intemperie de la incógnita. Fue la película que consagró a Fincher (por fin). La secuencia de la visita al proyeccionista y la bajada al sótano es una de las más deslumbrantes que ha deparado este siglo.
'Seven' En la obra de Fincher suele haber, en varias de sus obras, un correlato entre los sucesos y los dilemas interiores del protagonista, como si éste proyectara los fantasmas de su mente, y dilucidara su conflicto en lo proyectado. Al fin y al cabo, ¿No es el John Doe (Kevin Spacey) de 'Seven' (1995), el alter ego de Somerset (Morgan Freeman), despojado de la empatía y compasión de éste, sin ese 'diapasón vital' con el que resiste el caos del mundo para mantener el equilibrio y no desatar las furias?. Los títulos de crédito parecen la transposición de la mente del asesino al que se van a enfrentar, que no es sino al expeditivo espejo de una sociedad corrupta, indiferente y apática. El personaje de Freeman lo remarca, y sigue siendo una verdad dolorosa: el problema de la sociedad es su apatía. 'Seven' (1995) marcó un antes y un después en la historia del cine, y no sólo en el género. Fincher decidió que se rodara con temperaturas bajas para propiciar esa iluminación tenebrosa y amortiguada, esos colores en descomposición, que propició todo un cambio en el género, y toda una serie de producciones en esta línea siniestra. La música de Howard Shore, la primera de tres colaboraciones, fue fundamental en la consecución de una descarnada y crispada atmósfera que desafía los límites, sume en los abismos y aboca a una intemperie emocional tras constatar en la secuencia final que el ser humano es difícil que pueda evitar controlar sus instintos o su furia (su condición sanguínea sigue siendo más poderosa que la razón, el impulso violento que la empatía). En la última frase, la voz de Somerset lee una frase de Hemingway: “El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar”. Y apostilla que solo cree en su segunda parte.
'El curioso caso de Benjamin Button' La narración de la singular vida de Benjamin Button, en la tercera colaboración con Brad Pitt, que demuestra cómo ha madurado considerablemente como actor desde los tiempos de 'Seven' (1995), se nos narra desde la evocación o el relato, con la interrogante ímplicita de si lo narrado será un fiel reflejo o estará condicionado por la misma evocación, o hasta por la invención. Pero si algo afirma el relato de la singular y anómala vida de este hombre que nace anciano y muere bebé, porque su organismo va al revés, a diferencia del resto, es que la vida no es predecible, haya un destino o sea aleatoria. Como a ese hombre que le cayó siete veces un rayo encima, visualizado al modo de las proyecciones primitivas, como la sublime secuencia del constructor de relojes, precisa metáfora sobre la imposibilidad de controlar el tiempo y los acontecimientos de la vida. Esa es nuestra condición desde los orígenes. Siempre estamos expuestos a los rayos, aunque nos esforcemos en buscar un porqué, y a las pérdidas y al deterioro de nuestros cuerpos que un día desaparecerán. Un día la película terminará. De tiempo en tiempo,surge una película que abre nuevos senderos al arte cinematográfico, y, a la vez, destila una sensación de plenitud. Cine genuinamente moderno que a la vez que cree aún en la potencia reveladora del relato (la construcción de sentido), lo desvela en su condición de ilusión y artificio.Y, paralelamente, constata la condición paradójica de la vida, su doble condición de pantalla (ficción) y materia (emociones y cuerpos).Y este es el caso de esta obra maestra, tan única como asombrosa, que es 'El curioso caso de Benjamin Button' 2008), el más bello relato de una relación de amor.

martes, 25 de octubre de 2016

Woman in a dressing gown

Hay circunstancias en las que no podrás evitar hacer daño a alguien aunque no quieras. Si abandonas una relación para iniciar otra, sufrirá quien abandonas, pero quizá te condicionen los remordimientos y sacrifiques lo que sientes porque no asumas ese abandono al que les sometes, que a ti parece desamparo. En esa tesitura se encuentra Jim Porter (Anthony Quayle), en 'Woman in a dressing gown (1957), de J Lee Thompson, una obra que alcanzó cierta resonancia en su momento, como reflejan sus premios en el Festival de Berlín, pero que luego sería sumida en el olvido. Quizá no ha habido demasiado interés en indagar en la primera obra de un cineasta británico que pasó a la impersonal primera división de producción en 1961 al sustituir a Alexander MacKendrick en 'Los cañones de Navarone', aunque realizará en esa década una notable obra como 'El cabo del miedo', la cual durante mucho tiempo se ha considerado excepción en una filmografía que no ha merecido demasiada consideración, sobre todo porque fue el director titular de las películas de Charles Bronson en los 70 y 80. Ni siquiera fue rescatada por sus vínculos con el Free cinema, porque sin duda se puede ver como precursora del llamado 'kitchen sink drama' (Drama de fregadero), cuyo arranque fue fechado en 1959 con 'Mirando hacia atrás con ira', de Tony Richardson, según la obra de John Osborne publicada tres años antes. No hay jóvenes desilusionados, o que se sientan desconectados o al margen, pero sí rezuma desilusión la ordinaria vida de la familia protagonista, sobre todo la que se filtra a través del conflicto que vive Jim.
Un año después Thompson rodaría otra estupenda obra, 'Fugitivos del desierto' (1958), también con un cuarteto de protagonista, militares que deben cruzar un desierto para llegar a Alejandría durante la segunda guerra mundial. Estos cuatro personajes de clase media de 'Woman in a dressing gown' también viven su particular conflicto bélico y han debido cruzar su particular desierto, aunque quien lo siente así es uno, el padre, Jim. Porque la madre, la mujer en bata a la que alude el título, Amy (extraordinaria Yvonne Mitchell, quien ganó el premio a la mejor actriz en el festival de Berlín), piensa y siente que el desorden de su vida es un orden de felicidad. Desorden es lo que físicamente define el hogar. En las excelentes primeras secuencias de los preparativos de una mañana que es todas las mañanas que han podido vivir los pasados últimos veinte años, mientras padre y el hijo adolescente, Brian (Andrew Ray) se visten y afeitan (o el hijo ya plantea sus primeros afeitados), la madre lidia con un hogar que es una auténtica jungla de desorden, una mesa rebosante de mil objetos, mientras se olvida de sacar a tiempo las tostadas, que se queman, o los huevos y bacon de la sartén, que también se chamuscan. No hay ni sitio para que se puedan colocar ambos en sus correspondientes sillas para poder desayunar. Parece la tónica de sus días que ambos parecen sobrellevar con sonriente resignación.
Pero la aparente impavidez esconde insatisfacciones y desgastes no expresados. Jim mantiene una relación sentimental con una joven compañera de trabajo, Georgie (Sylvia Sims). Y Jim lleva ya un tiempo batallando consigo mismo para expresar a su esposa que ama a otra mujer, que a su vez le corresponde. El desorden que es nota característica del hogar se transmuta en desorden que socava la vida de Amy, como si esta se hubiera convertido en la oquedad resultante del estallido de una bomba (los encuadres se desequilibran y distorsionan desde su perspectiva cuando siente que se va a desmayar en la cocina). Amy no se derrumba, y como el batallón diezmado por el enemigo, la mujer en bata intenta ponerse sus mejores galas para realizar un desesperado contraataque para recuperar al marido que ha sido figura integral de ese desorden ordenado que constituía su vida. Vende su anillo para poder disponer de un dinero con el que acudir a la peluquería, a la que probablemente no ha ido en mucho tiempo, o comprar una cara botella de whisky, pero los elementos parecen ponerse en su contra, cuando una lluvia torrencial, y la poca solidaridad de los transeúntes, determinan que su peinado se desfigure, y para remate, consuma con una amiga vecina la botella de whisky para aliviar su contrariedad. Esa desesperación que se camufla en resignación que acepta un aciago requiebro del destino empapa el sentimiento de culpa de un marido que no puede desprenderse del vínculo con una vida que se hizo hábito durante tantos años. Lo que uno es ya no es lo que uno desea ni siquiera su descontento sino el hábito que engancha con una realidad en la que lo más importante es la sensación de que todo permanece indemne. Y quien irrumpió en el escenario enquistado de tu vida para insuflarte vida sencillamente es el recuerdo de tu incapacidad de vivirte a ti mismo porque te subordinaste a los otros. A ella no le haces daño, porque ves el reflejo de ti mismo, ves el reflejo del daño que tú infliges a otros. Y hay quien no puede vivir con el peso de ese dolor infligido. Esa es su derrota, la que se inflige a sí mismo.

lunes, 24 de octubre de 2016

The good girl

¿Cuándo la promesa de una tienda de caramelos se convirtió en una prisión? La superficie de la vida de Justine (Jennifer Aniston), en cierto momento, comenzó a descascarillarse. Necesita urgentemente una nueva capa de maquillaje. Tiene treinta años, y siente que ya su vida es una celda. En ocasiones, le acompañan sus compañeros de trabajo en un centro comercial de venta al por menor, Retail rodeo. Y le rodean clientes que parecen sonámbulos que ni siquiera reaccionan a las ocurrencias malsonantes que suelta entre anuncios de promociones otra de las dependientas, Cheryl (Zooey Deschanel). A veces, le acompaña su marido, Phil (John C Reilly) con su amigo apósito Bubba (Tim Blake Nelson), a los que siempre se encuentra, al volver a casa, sentados en el sofá viendo la televisión mientras fuman marihuana. No parece que haya tránsitos, aunque haya algún plano de personajes desplazándose en coche. Más bien, esa población de Texas transmite la sensación de celdas que parecen diferentes pero no dejan de ser la misma. Los personajes parecen atascados, como si un alfiler los hubiera inmovilizado, como los padres de Holden (Jake Gyllenhaal), que siempre parecen estar también sentados en el sofá contemplando la televisión con semblante adusto. No fuman marihuana, pero ingieren alguna patata frita que otra sin cambiar el gesto. No parece que se agiten muchas inquietudes o deseos en los habitantes de esa población. Parecen conformes con el compartimento de vida adjudicado. Pero no Justine, como quien se siente incómoda con la postura que mantiene.
Su marido es pintor de brocha gorda, y en el centro comercial Justine se encargará del puesto de cosméticos, asistida por Cheryl, quien maquilla los rostros como si fueran brochazos de pintura. La vida de Justine no deja de ser una sucesión de brochazos torpes, y la pintura parece desprenderse. Necesita remozarse. Necesita sensación de acontecimiento. Y es la irrupción en el encuadre de su vida, ese que contempla desde el interior del centro comercial, de una figura novedosa, el joven Holden, la que reanima el paso sonámbulo, como quien encuentra un paquete de dulces en la calle. La disposición del encuadre, al menos, parece que varía. Holden es escritor, y a la vez parece un personaje; de hecho su nombre es Tom, pero se hace llamar Holden como el protagonista de su novela favorita, 'El guardián del centeno'. Con Holden, Justine siente que su vida se escribe, que hay historia en movimiento, siente que se abren páginas porque siente que algo acontece en su hasta entonces mortecina existencia. Holden, que tiene 23, se sorprende que con 30 años Justine tenga aún el mismo trabajo que él. En esa mirada Justine siente cómo se quedo encasquillada ya hace demasiado tiempo, aturdida como su marido se aturde con la marihuana. El maquillaje y la pintura de su vida se han revelado como cáscaras vacías. Justine se ve, a través de Holden, como alguien que se ha dedicado a contemplar su vida pasar, como Bubba se ha conformado con mirarles a Justine y Phil como la pantalla de su sueño. Su vida es soñar con ser Phil, pero se conforma con la compañía de un perro que no deja de ladrar. Justine quiere participar, necesita una historia, no sabe si quiere que reemplace a la historia ya gastada de su vida hasta ahora o si quiere una pasajera reanimación, u otro carril paralelo de vida que la haga un poco más estimulante.
Pero Justine es una buena chica, y eso determinará sus decisiones. Se deja llevar, pero también vacila, da volantazos, pega frenazos en seco, realiza bruscos desvíos, da marcha atrás, como si no acabara de decidirse por qué dirección tomar. En las últimas secuencias de 'The good girl' (2002), de Miguel Arteta, Justine duda, ante un semáforo, si girar hacia la dirección que le lleva a la vida rutinaria de las celdas laborales y maritales o torcer hacia la dirección que implica huir con Holden a una incierta vida, amenazada por la inestabilidad de una inseguridad laboral y por la persecución de la Ley por causa de la infracción cometida por Holden tras robar el dinero de la caja fuerte del centro comercial. Ya sus previas decisiones indican cuál será su apuesta. Cuando su compañera de trabajo Gwen murió repentinamente buscó el apoyo de las charlas de catequesis, como quien busca la ilusión de inmunidad. Cuando su amigo Bubba le chantajeó con informar a Phil de que era conocedor de su relación con Holden si no aceptaba tener sexo con él tampoco dudó en plegarse a la exigencia como si fuera un mero orificio que pasa un tramite con indiferencia. Justine es una buena chica que se ha acostumbrado demasiado a que su vida sea una sucesión de trámites, o un orificio que encaja los sinsabores de su vida. Sólo necesitaba que animaran por un instante la apariencia del escenario de su realidad, una provisional dosis de maquillaje y remozado vía amante que parece un cuerpo extraño, por sus inquietudes, entre tanto rostro anestesiado. Por eso, optará por delatar a Holden y retornar a la mullida existencia en la celda laboral de siempre y la celda marital, al menos maquillada con la novedad de un hijo que no es de él. Pero eso es lo de menos. Lo importante es lo que parece a los otros sonámbulos que no dejarán de acompañarla en una vida que seguirá dando rodeos sobre sí misma.

domingo, 23 de octubre de 2016

Verano en Brooklyn

En 'La gaviota', de Anton Chejov, el joven Konstantin es un escritor en ciernes, una mirada en ciernes, aún ofuscada en los remolinos de la emoción a la que no logra dotar de puerto, pero sublevada, explorador de un lenguaje teatral que rompa con lo establecido o convencional, suspendido entre los sueños y las pesadillas que intenta materializar en sus creaciones, renegado de la realidad a ras de suelo del presente o de lo que pudiera ser, esa realidad en la que tanto le cuesta sostenerse, sobre todo porque no encuentra la correspondencia sentimental en su musa, Nina, a la que le cuesta entender lo que expresa, porque transita en otra frecuencia. En ese presente tempestuoso, que define a Konstantin, que se abre paso hacia un futuro neblinoso, se contrastan los que ante todos miran más ya hacia al pasado que al futuro, o más bien hacia la vida que no vivieron, la vida desperdiciada. La gaviota que Konstantin mata, como acto extremo de su despecho hacia Nina, apuntala su derrota vital y preludia su posterior suicidio. En 'Verano en Brooklyn' (Little men, 2016), de Ira Sachs, Brian (Gregg Kinnear) interpreta a Konstantin en una representación teatral. Brian ya no tiene la edad de quien comienza a dar sus pasos en la vida, sino alguien con un recorrido vital que ha contrastado sueños y realidad, pero aún no declina en el pulso entre decepción y esfuerzo perseverante: ya supera los cuarenta, es padre de un chico de 13 años, Jake (Theo Taplitz), y desde hace ya unos años la economía familiar se mantiene en frágil equilibrio por las aportaciones económicas de su pareja, psicoterapista, Kathy (Jenniffer Ehle). La realidad no parece responder a las ilusiones.
Pero el relato se desarrolla, sobre todo, desde la perspectiva de una mirada en ciernes, la de su hijo. Una mirada introvertida, que se explaya sobre todo a través de la pintura, el arte que quiere cultivar. Este es también un relato sobre cómo enfocar la mirada. Es una mirada a la que le cuesta consolidar una amistad, y parece que lo consigue con Tony (Michael Barbieri), el hijo de Leonor (Paulina Garcia), la dueña de una tienda ropa en los bajos del piso que Brian hereda de su padre recién fallecido. Ambos se deslizan aún por la vida, como recorren las calles con sus patines. Este es también un relato sobre el aprendizaje de la vida como escenario de representaciones, como trama de conflictos escénicos, sobre cómo se viste la realidad. Tony también quiere ser actor. Uno de los ejercicios teatrales consiste en una acerada discusión en la que él y el profesor se gritan las mismas frases. El plano se dilata, la discusión se dilata, y se evidencia su exasperante absurdo. Ambos hijos serán testigos de una tensión entre los padres de Jake y la madre de Tony que no comprenderán. Por eso, su respuesta será el silencio, como si transitaran en distintas frecuencias. Ignoran que muchas confrontaciones sociales se definen por el obcecado mantenimiento de unas posturas inflexibles que impiden los acuerdos comprensivos. Más que argumentos hay un pulso visceral. Tarde ya comprenderán cuál es el conflicto, y cómo no será posible el acuerdo que satisfaga a las dos partes en conflicto. Jake comenzará a comprender que la realidad debe ser mirada como un escenario en el que el ras de suelo, para sostenerse, es un campo de minas en el que hay que realizar concesiones o ser implacable con otros en la lucha de la supervivencia.
Brian lo sabe ya, a diferencia de Konstantin, el personaje que interpreta en la escena teatral, porque es desde hace tiempo un superviviente que se agarra a la realidad como un clavo ardiendo, pero del mismo modo que aún persevera en la materialización de su sueño, ser un actor que viva de su trabajo, duda en materializar la implacable decisión que implica empujar a una mujer a los abismos de la precariedad para seguir sosteniéndose en la superficie en delicado equilibrio. No mata a una gaviota, pero sacrifica otra vida para poder seguir a flote. Duda por un instante porque a su solitario hijo le costaba consolidar una amistad íntima, y la ha encontrado casualmente en el hijo de la mujer a la que exige el pago de un alquiler, el cual hasta entonces no pagaba por generoso detalle de su padre, que no puede afrontar. El padre instruye al hijo, de modo explícito, sobre cómo en la vida hay que saber cuándo perseverar en la consecución de los sueños, o cuándo debes abandonar, porque no todos los que tienen talento consiguen realizar sus aspiraciones. Pero también, de modo implícito, le instruye sobre cómo en la vida, para sobrevivir, pisas y ahogas a otros en ese ras de suelo que es un escenario social en el que unos se gritan a otros lo mismo porque no importa lo que se dice sino quien dispone de la posición más firme. En algún momento dejas de deslizarte, y te encuentras con que la vida puede ser una sucesión de colisiones. Por eso, quizá los afectos no sean los que se consoliden, y se conviertan en figuras en la distancia, figuras de lo que no fue, una amistad truncada, una vida desperdiciada por las miserias de la lucha por la supervivencia. Dickon Hinchcliffe compone una estupenda banda sonora:

sábado, 22 de octubre de 2016

30 Curiosidades de Marion Cotillard

Si contempláramos su mirada descubríríamos lo que faltaba en las miradas desorientadas de quienes no lograron comprender qué había tras los niveles de ese bello viaje alquímico que es 'Origen' (2010), de Christopher Nolan, donde precisamente se encontraba el rostro de esta excepcional actriz, el rostro ausente, el rostro dolorido por el daño de quien no cree en las alturas del amor, personaje que algunos malinterpretaron calificando de femme fatale, como a otra dañada por las sombras del amor, la pérdida, su personaje en 'Largo domingo domingo de noviazgo'(2003), su primer eslabón hacia el éxito, apuntalado por un rostro arrasado, sin cejas y de alma perforada por la pesadumbre, como era el de Edith Piaf, papel que le reportó el Oscar a le mejor actriz en el 2008, la cantante que cantaba la vida en rosa, la canción que sonaba, insistente, en 'Origen', el recordatorio de que la vida no es rosa, sino que está perforada por la pérdida.
Pocas miradas en el cine de hoy, como la de Marion Cotillard, refleja la fragilidad y vulnerabilidad de nuestra condición, como bien expresó,a flor de piel y en carne viva, en dos de las interpretaciones más sublimes del cine de este siglo, en 'De óxido y hueso' y 'Dos días, una noche'. Destaquemos un reguero de curiosidades de esta actriz, cantante, modelo, activista medioambiental y dueña de restaurantes
1.El primer recuerdo como espectadora. Marion no hablaba demasiado cuando era niña. Se sentía excluida de la relación de sus dos hermanos gemelos. Y en el colegio se sentía extraña. No entendía la relaciones entre la gente. La primera película que recuerda haber visto fue 'ET'. Lloraba tan alto que los espectadores que estaban alrededor pidieron que la sacaran del cine. Y así fue. De alguna manera, quizá 'quería volver a su casa' porque no la encontraba en el mundo alrededor. 2.La actriz que también soñó con ser cantante. Ha declarado que si no hubiera consolidado su carrera como actriz, se hubiera dedicado a la música. Curiosamente, el papel que la encumbró fue el de una cantante, Edith Piaf. La música es parte de su infancia. Su madre, también actriz, como su padre, cantaba con frecuencia. No recuerda un viaje en coche en el que no se cantara. Marion domina varios instrumentos, la guitarra, el bajo, el piano o la pandereta. Para 'Toi et moi'(2006), de Julie Lopes Corval, tuvo que aprender en un mes a tocar el violoncello. Usa el seudónimo de Simone, nombre de su abuela, cuando canta con el grupo Yodelice, con quienes realizó una gira por Francia y Bélgica en el 2010. Y puso su voz a un par de canciones en su álbum 'Cardioid'. Ha compuesto e interpretado varias canciones en diferentes producciones. Para 'Les jolie choses' (2001), coescribió y cantó 'Le fille de joie', y para el cortometraje que Olivier Dahan realizó para Cartier, 'Love range' (2008), coescribió y cantó 'The strong ones', junto al cantante canadiense Hawksley Workman, a quien admira especialmente.
3.Su música favorita. Sus grupos o cantantes predilectos son David Bowie, Janis Joplin, The rolling stones, The Beatles, Otis Reding, Radiohead y Elvis Presley
4.Dar a luz por partida doble. Debutó, se dio a luz en la pantalla, dando a luz en 'Saving Grace', el decimoséptimo episodio de la primera temporada de la serie 'Los inmortales' (1992), aunque su nombre no constaría en los títulos de crédito. Si constaría en 'Nowhere to run', el 21º de esa temporada, en el que interpretaba a Lori Bellian, personaje ya con frases. Se sentía extraña cuando era niña y su primer papel en pantalla es en otra lengua, en inglés.
5.Primer protagonista. Su primer papel protagonista fue en 'Chloe' (1996),de Denis Berry, junto a Anna Karina, como una joven quinceañera abocada a la prostitución por un hombre del que se enamora. La presencia de Anna Karina conecta con su personaje de Nana, la prostituta protagonista de 'Vivir su vida' (1992), de Jean Luc Godard
6.El salto a Hollywood. Marion era una gran admiradora del cine de Tim Burton. Por eso, durmió durante un mes con el guión de 'Big fish' (2003), por si le daba suerte para ser escogida. Pensaba que si lo conseguía sería la confirmación de que su carrera podía tener un futuro. Sino se resignaría a su suerte. Pero el gran pez de Hollywood picó e interpretó a la pareja embarazada del hijo que no comprende a su padre.
7.La mujer que no era una mujer fatal. El personaje en 'Un largo domingo de noviazgo' (2004), de Jean Pierre Jeunet, le reportó su primer premio Cesar de la Academia francesa. Lo que amaba de ese personaje es que no era un cliché de mujer fatal (como algunos la calificaron apresuradamente). Más bien era uno de esos personajes extremos que particularmente le entusiasman. Era una chica que amaba a su hombre y se siente desesperada cuando lo pierde. No es sólo una cuestión de venganza. Ella está perdida, destruida. Es el triste y sombrío contrapunto del personaje protagonista que encarna Audrey Tatou, quien por cierto era la preferencia de los productores de 'La vida en rosa', papel que consiguió por la insistencia de su director, Olivier Dahan..
8.Actriz multipremiada. Sus interpretaciones en 'Taxi express' (1998), de Luc Besson, y, como dos gemelas de carácter contrapuesto, en 'Les jolie choses' (2001), de Gilles Paquet-Brenner, le habían reportado nominaciones como actriz revelación en los Premios Cesar. Como mejor actriz ha sido nominada, hasta ahora, en seis ocasiones. Lo ganó en el 2007, por su encarnación de Edith Piaf en 'La vida en rosa', interpretación por la que ganó también el Oscar a la mejor actriz, el segundo caso en el que una actriz francesa ha ganado el Oscar, tras Simone Signoret en 'Un lugar en la cumbre' (1959), de Jack Clayton y la segunda vez que lo ha ganado una actriz con un personaje que habla en otra lengua que no sea el inglés, tras 'Sofia Loren en 'Dos mujeres' (1961), de Vittorio Da Sica. Fue de nuevo nominada por otro papel en el que no hablaba en inglés, en 'Dos días, una noche' (2014), de los Hermanos Dardenne.
9.Otra Marion en la ducha de Psicosis. Para la revista Vanity Fair recreó fotográficamente, en el 2008, la secuencia de la ducha de 'Psicosis'.El personaje que interpretaba Janet Leigh en la película de Hitchcock se llamaba Marion.
10.Películas predilectas. Sus películas favoritas son El gran dictador (1940), de Charles Chaplin, '¡Qué bello es vivir' (1946), de Frank Capra, 'Soy Cuba' (1964), de Mikhail Kalotozov, 'El guateque' (1967), de Blake Edwards, la película de animación 'El rey y el ruiseñor' (1980), de Paul Grimault, 'El hombre elefante' (1980), de David Lynch y 'Tandem' (1987), de Patrice Leconte 11. Lady Dior, Lynch y el bolso de Shanghai. Ha aparecido en más de 200 portadas en revistas de todo el mundo. En el 2008 fue elegida el rostro de Lady Dior. Interpretó un personaje ficticio creado por John Galiano en una serie de cortometrajes, realizados entre el 2008 y 2011, ubicados en diferentes ciudades para promocionar los bolsos de Lady Dior: Lady Noire Affair (en París), dirigida por Olivier Dahan, Lady Rouge, dirigida por Jonas Akerlund, Lady Grey London, junto a Ian McKellen, y L.A dy Dior, ambos dirigidos por James Cameron Mitchell y el más extenso, Lady Blue Shanghai, otra fascinante joya dirigida por David Lynch. En el 2012, incluso, diseñó uno de los bolsos de Lady Dior.
12. Diseñadora de muñecas y joyas. En el 2010, diseñó su propia muñeca para la campaña francesa de Unicef, 'Les Frimousses Font Leur Cinéma'. El dinero conseguido con la venta se invirtió en vacunas para miles de niños en Dafur. En el 2015 se ha decidido por el diseño de joyas 'verdes'. 13.Música para Lady Dior.En el 2010 grabó' The eyes of mars', que co escribió con Franz Ferdinand, para la campaña Lady Rouge. En el 2012 escribió y cantó 'Lily's body' para la el documental de la web de Lady Dior. 14. La sombra luminosa de Edith Piaf. En dos obras previas a 'La vida en rosa' se pueden escuchar canciones de Edith Piaf, 'Chloe' y 'Quiereme si te atreves' (2003). Tras que fuera contratada para participar en 'Origen', Nolan se planteó cambiar la canción 'La vie en rose', que se utiliza de modo recurrente, para evitar que se especulara con lo que no era sino una mera coincidencia, pero el músico Hans Zimmer le hizo desistir de esa idea.
15.Cuando llama un dios y es Woody Allen. Para su personaje en 'Midnight in Paris' (2011) , la mujer de otro tiempo que fue amante de Picasso, fue la primera opción de Woody Allen. Cuando el cineasta le llamó a su casa para proponerle el papel estuvieron hablando alrededor de una hora. Cuando colgó, Marion aún alucinada se dijo: “Cielos, ese era Woody Allen. ¡Era la voz de Woody Allen!”
16.Papeles que no interpretó. Iba a participar en 'Cosmopolis', de David Cronenberg, pero, debido a su embarazo, fue reemplazada por Sarah Gadon. La promoción de 'De óxido y hueso', de Jacques Audirard, impidió, por conflicto de fechas, que pudiera protagonizar 'El pasado' (2013), de Asghar Faradi. Su papel lo interpretaria Berenice Bejo. Hizo una prueba para 'Gravity' e en el 2010, pero rechazó el papel porque prefería participar en 'Origen'.
17. Brangelie a la francesa. Desde el 2007 mantiene una relación con el actor y director Guillaume Canet. Son considerados los equivalentes de Brad Pitt y Angelina Jolie. Suelen eludir lo más posible que les hagan fotos juntos. Mantienen su relación, lo más posible, lejos de los focos de atención mediática. Ambos se declaran fetichistas de las guitarras. Como el vampiro protagonista de la exquisita 'Sólo los amantes sobreviven' (2013), de Jim Jarmusch, se declaran fetichistas de las guitarras, que se puede decir que infestan su piso.
18.Madre superwoman. Así la calificó Christopher Nolan, como una superwoman, tras que se incorporara al rodaje de 'The dark knight rises' (2012), un mes después de haber dado a luz a Marcel, nombre puesto en homenaje al boxeador Marcel Cerdan, el gran amor de la cantante Edith Piaf. .
19.Tetas en la frente. Para que los hombres miren a los ojos en vez de a las tetas, la solución, unas 'tetas de frente'. En 2010 participó en una parodia, en forma de anuncio: 'Forehead tittaes' (tetas de frente), de Jake Zymanski, para la web Funny or die.com. Taraji P Henson y Lesley Ann Warren se unieron a la sorna.
20. La admiración de otra estrella. Cate Blanchett, otra de las grandes del cine actual, escribió un texto en Variety en el que declaraba su encendida admiración por la interpretación de Marion en 'De óxido y hueso' (2013), de Jacques Audiard, a la que calificó de inesperada y nada sentimental y sí descarnada como la propia película. Destaca cómo revela brutalidad emocional y fragilidad casi en una misma respiración, y fuerza en el semblante de una abrumadora incertidumbre. 21. Activista medioambiental. Es una apasionada defensora del medio ambiente. Ya reciclaba en los años 80, gracias a la sabia educación de su abuela. Fue portavoz de Greenpeace en el 2005. Contribuyó en el libro 'Dibujos para el clima', publicado para recaudar fondos para la organización. En el 2010 viajó con Greenpeace al Congo para visitar las selvas tropicales amenazadas por las empresas de talas, participando en el documental 'The congolose forests: living on borrowed time'. El en el 2012 apoyó a los indios amazónicos en la protesta por el proyecto de construcción de una hidroeléctrica. En el 2013 se enjauló en las cercanías del Louvre para reclamar la liberación de 30 activistas de Greenpeace encarcelados en Rusia por sus protestas contra el maltrato medioambiental al Artico. Antes de entrar en la jaula, gritó 'Soy una defensora del clima. En el 2014 firmó 'Manifiesto del tigre', un llamamiento para que consumamos productos que no impliquen la destrucción de los bosques, y en concreto impedir la tala de los bosques de Indonesia que está poniendo en peligro de extinción al tigre de Sumatra.
22. Dueña de dos restaurantes. En el Glou y el Jaja, inaugurados el 2010, se privilegian productos de la tierra, de acuerdo a su respeto por el medio ambiente. Todo los alimentos son 'Bio' (para los no versados, y sobre todo devoradores de hamburguesas: origen natural, sin componentes químicos) 23. El canto de Juana De Arco. James Gray, con quien ha trabajado en 'El sueño de Ellis', y Jacques Audiard la han comparado con Maria Falconetti, la actriz que interpretó a Juana de Arco en 'La pasión de Juana de Arco' (1928), de Carl Dreyer., personaje que admiraba en la pantalla de un cine en 'Vivir su vida' el personaje de Nana, encarnado por Anna Karina, con quien había trabajado en 'Chloe'. Marion la ha interpretado en el oratorio 'Juana de Arco en la hoguera', de Arthur Honniger, en el 2005, el 2012 y el 2014, con la orquesta de Orleans, la sinfónica de Barcelona y la Filarmónica de Nueva York.
24. Los intérpretes que admira. Sus intérpretes predilectos son Greta Garbo, Romy Schneider, Juliette Binoche, Charles Chaplin, Peter Sellers y Sir Laurence Olivier. Iniciada pronto por su padre al cine mudo, cuando era niña solía fingir que era Louise Brooks o Greta Garbo. Aunque ella no aspiraba en convertirse en alguien como Greta Garbo sino en alguien como Charles Chaplin. En la actualidad, admira particularmente a Kate Winslet, sobre quien escribió un texto laudatorio acerca de su interpretación en 'Una vida en tres días' (2014), de Jason Reitman. La actriz británica había rechazado el papel que acabó interpretando Marion en 'Origen', porque no se veía en ese personaje, y consiguió finalmente el papel que le reportó el Oscar por 'El lector', para el que había sido considerada Marion. 25. El polémico video sacrílego de David Bowie. En el 2013 intervino, junto a Gary Oldman, en el controvertido video de la canción 'The next day' de David Bowie, dirigido por Floria Sigismondi, con representantes del clero en un club de alterne (en el que actúa Bowie). El sacerdote que encarna Gary Oldman saca a bailar a una prostituta, encarnada por Marion, y durante el baile comienza a brotar sangre de orificios en las manos de Marion, como estigmas de las heridas infligidas a Cristo en la cruz.
26. Incomodidad con las escenas de sexo. Le disgusta rodar las escenas de sexo. Excepto las de 'De óxido y hueso' (2012), con Mattias Schoenaerts, en concreto la primera, porque era un momento especial para el personaje, ya que era la primera vez que tenía sexo desde que había perdido sus piernas. La actriz reconoce que es el personaje que más le ha conmovido interpretar.
27. La actriz dramática que quiere ser cómica. En el show de Jay Leno en el 2012, declaró que admiraba a comediantes como Will Ferrell, Seth Roger y Jonah Hill, y que le encantaría trabajar con ellos en alguna comedia. Una año después realizaba un cameo en 'Los amos de la noticia' (2013), de Adam McKay, en la secuencia final del combate entre varios equipos de noticiarios. En esa escena también realizan cameos Jim Carrey, Will Smith, Liam Neeson, Harrison Ford, Kanye West, Sacha Baron Cohen, Amy Poehler, Tina Fey y Kirsten Dunst.
28.El guión que aceptó sin pestañear. Aceptó sin leer el guión la propuesta de los hermanos Dardenne de protagonizar 'Dos días, una noche' (2014).Se lo plantearon en un ascensor durante el rodaje de 'De óxido y hueso', de la que era coproductores. Aunque tuviera que rodar tomas que duraban siete minutos, y realizar como media entre 50 y 60 tomas para cada plano (y en un caso, 82), considera que ha sido la experiencia más satisfactoria entre todos los rodajes en los que ha participado. 29. Cantante y también directora. En el 2014 escribió y cantó la canción 'Snapshot in L.A'.Posteriormente, con esta canción, escribió y codirigió, junto a John Cameron Mitchell, un video para la campaña de Lady Dior, 'Enter the game – Dior cuise 2015'.
30. Próximos estrenos y proyectos Antes de final de año estrenará tres películas: 'Allied', de Robert Zemeckis, junto a Brad Pitt, 'Just la fin de monde' del nuevo enfant terrible que vende lo viejo con apariencia de nuevo para despistados, Xavier Dolan, y su nueva oolaboración, tras'Macbeth', con Justin Kierzel y Michael Fassbender, en 'Assassin's creed'. Ha rodado también 'Mal de pierres', de Nicole Garcie y 'Rock'n roll', de su pareja Gillaume Canet. Y se encuentra en pleno rodaje de 'L'fantome d'Ismael' de Arnaud Desplechin. Take it all, Nine, 2010