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viernes, 23 de octubre de 2009

Leones por corderos

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'Leones por corderos', de Robert Redford, no ha sido muy bien recibida...Ha sido cuestionada tanto por su supeditación a un discurso, como por su 'oportunidad' dado que se estrenó en visperas de las próximas elecciones, y sus simpatías demócratas son evidentes. Pasando por alto lo segundo, licito, en todo caso, y más considerando las hechuras de la política del gobierno estadounidense, es cierto que adolece del primer punto. Los personajes ante todo se revelan como 'representaciones', y determina que no tengan la suficiente entidad dramática, equilibrio que, por ejemplo, Redford conseguía en la que puede ser su mejor obra, 'Quiz show'. La misma estructura compartimentada de su entramado explicita, quizás demasiado en evidencia, su proposito discursivo, y hasta aleccionador. Pero no por ello deja de ser interesante lo que plantea, las preguntas que suscita, aunque ya haya quién haya señalado que 'determina' demasiado la mirada por la dirección en la que guía al espectador, desechando los matices. Nos encontramos, por un lado, con el diálogo entre un profesor de ciencias políticas y un alumno, brillante pero que ha optado por la negligente apatía fruto de su escepticismo ante cómo se trama la dinámica política, esto es, no cree que nada puede hacerse, e involucrarse, para él, significa colisionar con una rígida mecánica de 'representaciones', avenencias y conveniencias del teatro de la imagen pública, cuando no acabar corrompiéndose por los cantos de sirena del poder. Actuar para el alumno significaría ya de entrada una derrota anunciada, un gesto esteril...el diálogo es la diálectica planteada por el profesor en su intento de convencerle de que debe luchar ante todo por dejar oir su voz, y más cuando alguien posee una elocuencia y una capacidad como la de él.

En segundo lugar, está el diálogo entre un político republicano y una periodista, alrededor de la intervención de Estados Unidos en Afganistan, todo un alarde de demagogia por parte del político sorteando las inquisitivas e incisivas preguntas de la veterana periódista, de talante progresista, y entremedias, la escaramuza de las fuerzas militares estadouinidense en territorio afgano, donde dos jovenes quedan atrapados en territorio enemigo, y que casualmente son ex alumnos del profesor de ciencias políticas, el cual quedó perplejo cuando le anunciaron su intención de alistarse, como forma de 'implicarse', aunque el profesor divergiera con ellos en que esa fuera la mejor decisión, o en que esa fuera la mejor manera de realizar una constructiva implicación política. Puede que las hechuras símbólicas queden demasiado evidenciadas, que los personajes se diluyan en un entramado (tele)dirigido por el intercambio de diálogos. Pero no deja de suscitar interesantes debates. Ya de entrada ese contraste entre el alumno indeciso, o escéptico, intentando ser convencido de que se implique por el profesor, y el dialogo de la periódista y el político, y más cuando la periodista se niega a publicar la propaganda de su discurso, y proponiendo a su editor más bien escribir un artículo cuestionando sus ideas o planteamientos, enfatizado además por el temor que le han suscitado sus palabras, pero el editor se niega. Es decir, en parte, el escepticismo del 'nada se puede hacer' parece corroborarse con la dificultad de la periódista de actuar fiel a su discurso, entreverada por intereses políticos y de empresa. Y los jovenes que creen estar haciendo algo, 'actuando', implicándose en lo que creen que es el acontecimiento del momento, paradojicamente se encuentran desamparados en el centro de ese fuego cruzado que acaba con su vida. Sí, no todo parece tan claro. Las imagenes se cierran con el rostro indeciso del alumno, considerando que decisión tomar con su vida; actúar o no actúar, esa es la cuestión. Aunque no lleve a nada, quizás sólo resta el gesto, nuestra voz, aunque sea amordazada o silenciada.

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