¿Quiénes son esos tres personajes que portan unas descomunales cabezas de conejo, y que se desenvuelven cual autómatas por lo que parece un escenario, mientras, con circunspectas pausas, mantienen diálogos triviales? ¿A dónde conduce la puerta? ¿Es una entrada o una salida? ¿Y qué conexión tiene con la protagonista, Nikki (Laura Dern), de 'Inland empire' (2005) de David Lynch ? La conexión no es aparente. No la podemos encontrar en el habitual discurso lógico. Estamos en el otro lado del espejo. O entre las turbulencias de los fantasmas de la mente de Nikky, y lo que vemos no es más que un dislocado reflejo de lo que bulle y forcejea en su mente.
Lynch es Lewis Carroll. Seguimos al conejo, y ya nos hemos desorientado. Pero no habrá experiencia parecida que el dejarse llevar, y sumergirse, en este universo, de vivencia pura y dura de la percepción alterada. El celuloide se ha hecho carne y sensación. Sensaciones transfiguradas. Rupturas del eje de la mente. No hay que pedir más en una primera visión de este prodigio que abre nuevos campos en la experiencia del cine. Ya lo adelantó en 'Carretera perdida'. Lynch va un siglo por delante del resto. Pero hay que dejar las matemáticas de lado, o por lo menos, la euclidiana. Aquí, las conexiones son otras, y debemos cambiar nuestra forma de sentir, interpretar y percibir la realidad. Sí, el mundo es muy extraño. Y nosotros. A veces, hay que volver las cosas del revés para verlo con claridad. Y dejarse llevar por la música en el aire.
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