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jueves, 22 de octubre de 2009

The hurt locker y Red de mentiras

Irak se ha convertido en un escenario recurrente en la ficción estadounidense, en marco propicio para tanto desarrollar, o recrear en un nuevo espacio de conflicto, tramas actualizadas de géneros como el cine de espies combinado con el thriller, o el bélico, como para servir de espejo resonante de un estado de cosas más amplio, o de cuestiones candentes, en el propio pais, en cierto proceso de transformación (del cual ya se verá su resultado o derivación, hasta donde). 'Red de mentiras' (2008), de Ridley Scott, pertenece a la primera variante, en una nueva (es un decir) reformulación de los patrones del cine de espias, y 'The hurt locker' (2009), de Kathryn Bigelow, a la segunda, una sugestiva aproximación a las coordenadas del cine bélico, a la experiencia en sí misma, y a las implicaciones o consecuencias que conlleva.

Se podría considerar una tercera variante, que es aquella centrada en las consecuencias derivadas del regreso al hogar de los participantes en el conflicto bélico. Últimos ejemplos, 'Stop loss' (2008), de Kimberly Peirce, o, la más notable, 'Regreso al mundo' (2007), de Irwin Winkler. La obra de Scott contrasta, por otro lado, con la de Bigelow en resultados y métodos. 'Red de mentiras' no supera su substrato teórico, agostándose en la mecánica de una formula ya conocida, sin lograr transcender las posibilidades que propiciaba el centrarse en dos figuras representativas tan contrapuestas como el agente encubierto, o soldado de calle, que interpreta Leonardo Di caprio, y el gestor o superior que teledirige telefónica o virtualmente los movimientos en el tablero del ajedrez en el que ha convertido la tensión de fuerzas en conflicto.

Uno padece en sus carnes las consecuencias de los actos y de las estrategias, el otro sólo ve en los participantes representaciones, peones o rivales. Pero Scott no logra que el drama cobre cuerpo, quedándose en lo esquemático (que algo se supera por las notorias prestaciones de Di Caprio y, sobre todo, Crowe), y en un nuevo, en su obra, ejercicio de percutante montaje. Su dinamismo es externo, logrado en la sala de montaje, pero no surge de la entrañas de la misma narración. En cambio, resultaba más eficaz en su modestia la interesante 'Traidor' (2008), de Jefrrey Nachmanoff, que comenté recientemente. Y desde luego resulta muy inferior a la notable y más compleja 'Syriana' (2005), de Stephen Gaghan, que ya ofrecía una visión de conjunto definitiva y afinadamente engarzada del conflicto ( y de las partes y cuestiones en juego, manifiesta o subterráneamente).

Precisamente, una obra de parecidos recursos estilisticos a la obra de Scott es el opuesto a 'The hurt locker'. Me refiero a 'La sombra del reino' (2007), de Peter Berg, amigo de la fragmentación infinitesimal de los planos, aparte de ofrecer una mirada mucho más (auto)complaciente, limando aristas, y tendenciosa, sobre el conflicto. No está lejos en el estilo, aunque carente de su rugosidad física ocasional, de 'Black hawk derribado' (2001) del mismo Scott, aun situada en otro conflicto, el de Somalia. Como la de Berg, tambien se solaza demasiado en su crispado montaje, y este mismo acaba devorando al drama que viven los personajes. Algo que no ocurre precisamente con 'The hurt locker'.

Bien es cierto que las secuencias de acción propiamente dichas son más intermitentes, y más bien lo que logra Bigelow es darle jugo productivo al termino 'acción', ya que sabe expresar los conflictos en juego a traves de acciones. Desde mi punto de vista, es la aportación más interesante -junto a 'Jarhead' (2005), de Sam Mendes- de este género en el conflicto de Irak, desde la pionera, en todos los sentidos sobre el tema, como fue la reinvidicable 'Tres reyes' (1999), de David O Russell. Y, aún más, en sus sintéticas y magníficas secuencias finales la que mejor ha expuesto las consecuencias de la vuelta al hogar del combatiente, o en qué estado le ha sumido. Condensan además todo el substrato del film, el paradójico efecto de adicción a la adrenalina del riesgo o de la acción en los combatientes.

Y, esto, es más extremo, dada la concreta dedicación del protagonista. El sargento James (un excelente Jeremy Renner) es un desactivador de bombas. Acción que desarrolla con un desapegado estoicismo, y hasta desprecio de las normas de ejecución, que exaspera a algún compañero, Claro que no todo es lo que parece, y lo pone en evidencia su relación con un niño irakí. La secuencia en que cree que es el que han asesinado para colocarle una bomba en su interior que él tiene que desactivar descosiendo la sutura en la piel de su vientre, es de lo más elocuente. Una contudente secuencia que define al personaje, que se resiste a simplemente explosionarla, y al tratamiento fílmico de Bigelow.

La opción elegida, como la de 'Traidor', planteada con el mismo rigor y pertinencia, pero aún más poderosamente efectiva, es el rodaje de cámara en mano, y montaje sincopado, Una elección de montaje que puede parecer próxima a la de Scott pero que no puede ser más ejemplarmente disimil. Sin duda, Scott y Bigelow coinciden en su condición de artesanos, especializados en el género de acción, sea thrillers, bélicos o lindando la ciencia ficción. Y la carrera de ambos es tambien irregular. La diferencia es que Scott vive de la rentas. Ha quedado claro con el tiempo que en 'Alien' (1979) y 'Blade runner' (1982), con diferencia, sus mejores obras, fue el feliz orquestador de la conjunción de brillantes talentos que dio como resultado esas excelentes obras.

Desde entonces, su carrera no ha superado la discreción (cual fondón gestor de formulas y clichés, como el personaje de Crowe en su última obra la cual es sintomática de su media de calidad y de su impersonalidad ). Sus cotas más altas, y no lo son mucho, pudieran ser 'El reino de los cielos' (2005) y 'American Gangster' (2007), en las cuales, sin ser tampoco brillantes, se lograba un cierto equilibro y una cierta, aun liviana, densidad dramática. Muy superiores cuando menos a falsos prestigios como 'Thelma y Louise' (1991) o esa mala fotocopia, de la excelente 'La caida del imperior romano' (1964), que es 'Gladiator' (2000), en la que el único brillo lo aportaba, de nuevo, Crowe. El resto de su obra es igual de mediocre, sino funesto (como 'La teniente O'Neill), o apagadamente discreto.


Bigelow, por su parte, ha demostrado su talento en realizar vigorosas secuencias de acción, o turbadores momentos malsanos. Y estos sí, de modo desigual, en las interesantes incursiones en el mundo de los vampiros en 'Los viajeros de la noche'(1987) o en el doble siniestro y la mórbida atracción de las armas y la violencia en 'Acero azul' (1990), pero su desequilbrio es al menos resultado de cierto ánimo de riesgo o de surcar territorios menos complacientes. Es verdad que en ocasiones, queda en evidencia el desajuste entre un perfil de personajes limitado, como en 'Le llaman Bodhi'(1991), y sus ejemplares secuencias de acción (no sólo aquella brillante persecución cámara en mano entre callejones y casas, sino el lanzamiento en paracaidas).

Por contra, el equilibrio parecía esterilizar sus rugosidades de estilo en la apagada 'K 19'(2002), aun no careciendo de algún momento remarcable, pero todo parecía demasiado correcto. 'The loveless' (1982) y 'El peso del agua' (2000), son dos rarezas, aunque en la primera su inclinación heterodoxa es más fructifera, y en la segunda fallida en su intento de conjugar narrativamente dos tiempos. El distanciamiento de la primera crea un extrañamiento, mientras que en la segunda se pierde en ese juego de espejos temporales.

'The hurt locker', tras seis años sin dirigir, me parece su ´mejor obra junto a 'Dias extraños' (1999), donde daba rienda suelta a todo su talento narrativo, visceral y enérgico, y del que se benefició de, quizá, el guión más solido con el que ha contado, obra de James Cameron.
Una obra, mezla de ciencia ficción y thriller, no exenta de aristas a la hora de reflejar las perturbaciones tanto sociales (la insurrección de un movimiento negro), que reflejaba el caos y descontento, que buscaba ignorarse en las entrañas del pais, en el desajuste y desigualdades sobre el que se sostiene, como emocionales, reflejadas en ese gran personaje, lleno de contrastes, que interpreta con tal ricos matices Ralph Fiennes.

Ese mismo fructifero impetu, y el dibujo de un notable personaje, lo consigue de nuevo en 'The hurt locker', quizá su obra más equilibrada y sutil, y para la que habrá que esperar aún unos cuantos meses, hasta el verano, para disfrutarla en nuestras pantallas. De nuevo, como ejemplo, las últimas secuencias en su vuelta al hogar, tras que en la anterior secuencia un compañero le pregunte qué es lo que él siente en relación a su dedicación y la guerra, y él no sepa qué contestar, o lo sabe pero prefiere aún no articularlo. Sin duda, las más rasgantes y elaboradas que ha realizado Bigelow. Un prodigio de condensación. Y una demostración de su fulgurante talento. O cómo los silencios pueden decir tanto.

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