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miércoles, 21 de octubre de 2009

No es país para viejos

Dos hombres esperan en la oscuridad...El haz de luz bajo la puerta augura la llegada de la muerte...Uno la espera resignado, ya cansado de huir...El otro decidido a no ser atrapado por su invisible red, presto a seguir en su fuga combatiendo hasta el último aliento...Aunque la fatalidad es la máscara inevitable del destino para ambos casos...No sólo hay una conexión, o rima libre, entre ambas situaciones, de 'Forajidos' (The killers, 1946), de Robert Siodmak y 'No es país para viejos' (2007), de Joel y Ethan Coen, sino que comparten un mismo aliento trágico, rasgado en ambos casos por la codicia, el peso de una sombra de la cuál ambos personajes, El sueco (Burt Lancaster), en el primer caso, y LLewellyn (Josh Brolin), en el segundo, no se podrán desprender...Aunque la ofuscacíón en primera instancia para el sueco sea su ciega pasión por el personaje de Ava Gardner, el cual le determinará a involucrarse en un atraco...A Llewellyn le marca fatalmente el llevarse el dinero que encuentra por azar cuando se topa con una masacre resultado de un enfrentamiento...por dinero, claro...La ironía es que comenzará su via crucis por volver en la noche para ayudar al único superviviente de esa matanza...Sí, El sueco no quiere huir ya...Sabe que vienen a matarle, y se queda paralizado, expectante, contemplando esa puerta que sabe que cuando se abra será para que la muerte, que lleva tiempo sobrevolando sobre él como un peso que ha ido minándole, fulmine de una vez su vida, la cuál ya sólo era, por otra parte, una mera sombra anhelante de que le liberen de su condena en vida, la condena de una decepción...

Pero Llewelyn, en cambio, no está dispuesto a que esa sombra invisible que le persigue se corporeize y acabe con su vida...¿Hace falta recordar ese juego con lo visible y lo invisible que el mismo Anton (Javier Bardem) explicita, por ejemplo, en el despacho de quien le contrata, cuando el subalterno le pregunta si le va a matar, y él responde ¿Me ves?)...La secuencia en el hotel y posterior persecución en la calle, que supera los cinco minutos, es un prodigio de montaje, afinando la duración de los planos, sobre la tensión latente y la expectación, y modulada sobre el inspirado trabajo con el sonido, o su ausencia, desterrando cualquier uso de la música, lo cuál incide en acentuar esa sensación de vulnerabilidad, de incertidumbre, en la relación con un imprevisible fuera de campo, ese espacio más allá de la puerta... Llewelyn, casualmente, ha descubierto entre los billetes el transmisor que ha facilitado que le tuvieran localizado...Ahora está alerta, sabe que alguien puede aparecer en cualquier momento...Escucha unos imprecisos ruidos en la distancia...¿Ha invocado él la figura de la fatalidad?...LLama a recepción pero nadie contesta...Coge su fusil...Se sienta en la cama, observando la puerta...Apaga la luz, y se queda a oscuras, pendiente del haz de luz bajo la puerta...Observa el transmisor, la 'guía' hace él...Las sombras de unos pies se insinuan bajo la puerta...Quita el seguro de su fusil, un ruido que le delata...Los pies desaparecen, y ve cómo apagan la luz del pasillo...Ahora él no controla la situación...La cámara realiza un lento travelling hacia su rostro, preso de lo impredecible, y otro hacia la puerta envuelta en la oscuridad, alargándose la duración del plano hasta que...El cerrojo sale disparado y golpea su pecho...Ya sólo resta, de nuevo, la huida...El sonido de los disparos del fusil de cámara compresora surca el espacio...Llewellyn corre como si fuera una res que escapa del matadero...Pero su muerte ya estaba anunciada...Sí, esa fuerza invisible no tardará en corporeizarse de nuevo, y lo atrapará...No es casual que nos omitan su muerte...No queda ni la catarsis del sacrificio de la liberación para El sueco...Sí, al fin le vió y quedó sumido en la invisibilidad...

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