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lunes, 1 de marzo de 2010

Daybreakers y Luna nueva: Entre vampiros no anda el juego

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El cine de vampiros necesita una urgente transfusión de sangre de ideas e ingenio. Desde luego no evitaran su desangramiento obras como 'Daybreakers' (2009), de los hermanos Spierig, o, sobre todo, 'Luna nueva' (2009), tediosa segunda parte de una saga que amenaza con más episodios. Por cierto,la tercera ha sido encomendada a David Slade, quien no supo sacar el suficiente jugo a una interesante premisa en otra reciente obra con vampiros, '30 días de oscuridad' (2007). Algo parecido ocurre con 'Daybreakers' que no desarrolla las expectativas de su sugerente premisa, un mundo en el que el 95% de la población son vampiros, y, por ello, se encuentran en la delicada situación ante la inminente carencia de ganado humano al que extraer su sangre, de encontrar otro tipo de alimento para preservar su especie. Las primeras secuencias son prometedoras, con una sombría atmósfera que evoca a la notable 'Dark city' (1998) de Alex Proyas, y con reminiscencias de 'Gattaca' (1997) de Andrew Niccol ( ya sea por la presencia de Ethan Hawke, y ese laboratorio en el que trabaja intentando encontrar la solución genética). Las imágenes de ese almacén de cuerpos humanos ( que pueden retrotraer desde a 'Matrix' y a la atractiva 'Lifeforce' (1985) de Tobe Hooper ), se encuentran entre lo poco destacable de esta obra que acaba derivando en una indefinición carente de la suficiente turbiedad. Esa que parece prometer el ataque de uno de los vampiros 'degradados' ( que viven en las cloacas alimentándose de ratas) en la casa donde vive el personaje de Hawke. Este personaje, un vampiro de espíritu renegado, que rehuye ser un cazador de humanos, podría haber dado mucho más jugo. Pero tras su encuentro con el vampiro convertido en humano, que encarna Willem Dafoe,la trama se atasca en una anodina deriva de la que no la rescata ni el ataque nocturno de los vampiros a la caravana de coches de los humanos. Todo muy correcto, o más bien desvitalizado.
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De 'Luna nueva' qué se puede decir sin incurrir en la mera descalificación o el grito de espanto. Podría decirse que al menos no hay que sufrir tanto la presencia del esterilizado vampirito encarnado por Robert Pattinson (cuyo peluquero debe haberse metido una sobredosis de vídeos musicales y películas de los 80), ausente en la mayor parte de la obra, aunque, por otro lado, hay que sufrir la presencia de esos esteroides con forma humana que encarna Taylor Lautner en la figura del indio licántropo, una indigesta mezcla de Lou Ferrigno y aquel muñequito de Michelín. No sé si ha habido un vampiro y un hombre lobo tan carentes de atractivos como éstos dos insípidos actores, pero lo dudo ( aunque dado el número de fans que tienen el errado quizá sea yo). Qué decir de la referencia a 'Romeo y Julieta' ( por si no lo percibiéramos, se incluye el plano del librito sobre la almohada de la protagonista). Sólo que si esto es romanticismo no puede haberse degradado más este concepto. Y de levantar sarpullidos es que se incrusten tan forzadamente en la narración unos vampiros de procedencia italiana, y que da lugar a unas secuencias tan delirantes de patéticas, como la de la procesión de capas rojas en el pueblito italiano de marras, con la guinda de unos ralentís de Bella corriendo para evitar que su amado se suicide dejándose abrasar por la luz del sol que son para desear que se abrase la película. Y encima, los efectos digitales destacan por su fealdad, como el interior de la mansión de los vampiros italianos ( con aire decadente decimonónico), o, en especial, los de los licántropos, que consigue que sean los hombres lobos menos inquietantes que ha dado la historia del cine. Al menos sale, un ratito sólo eso sí, Michael Sheen. Pero, bueno, también salía en la serie de Underworld que no ayudó mucho a reanimar a las figuras de vampiros y licántropos. Aunque, ciertamente, quitando la infumable tercera parte, le da sopas con ondas a esta tétrica, por mediocre, saga crepusculiana. Si se habló en su momento del western crepuscular, habría que empezar a hablar del fantástico degenerativo.

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