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martes, 9 de marzo de 2010
El carnaval de las tinieblas
'El carnaval de las tinieblas' (otra trivial traducción de un original más sugerente' Something wicked this way comes', frase extraída de un diálogo del 'Macbeth' de Shakespeare) es una adaptación de la novela de Ray Bradbury, producida por la Disney en 1983, en su intento de no perder comba realizando obra más 'adultas', y otra sugerente, notable e inquietante obra del, no suficientemente reconocido, cineasta británico, Jack Clayton. Un niño, Will, con un padre ya casi anciano, Charles (Jason Robards), con el que tiene un lazo afectivo poderoso, pero que carece por su edad de los atributos del padre como figura modélica de fuerza y resolución, se enfrenta a la llegada de un circo, liderado por Mr Dark (Jonathan Pryce), al pequeño pueblo del medio oeste donde vive ( estamos en la década de los 50). Pero este circo posee cierta peculiaridad siniestra: Cual entidad mefistofélica concede aquellos deseos que suplan y corrijan las carencias, ya sea recuperar una pierna, o la juventud, o al hijo que no se ha tenido ( y el lugar donde se realiza la transformación es un tiovivo). ¿Y cuál es esa carencia, o 'fantasma' de insatisfacción y frustración, en Will sino el que vea en su padre una figura falible y frágil?
A lo largo del relato se pondrá a prueba el amor de Will con respecto a su padre, y, en especial, en una de las más hermosas y turbadoras secuencias, la que acaece en la biblioteca: Inquietante, un dechado de atmósfera tenebrosa e intensa emoción, que tiene su culmen cuando el mefistofelico director del circo se enfrente a padre e hijo, y amenace con paralizar los latidos del padre. Hay otras secuencias que destacan en este siniestro trayecto, plagado de imágenes turbadoras, desde esa habitación de Will infestada de tarántulas hasta ese inquietante desfile del circo por las calles del pueblo, y, sobre todo, cómo se altera la percepción de la normalidad, el hábito quebrado la transformación de aquellos que se conocía en su nueva condición. Al final, será en la atracción de los multiples espejos donde se dirima el enfrentamiento definitivo, el lugar de los reflejos, donde el padre supere su miedo o verguenza, aquella que arrastra desde que años atrás no logró salvar a su hijo de las aguas del rio, siendo salvado por otra persona, y donde Will se afirme en que el amor no está hecho de imagenes deseadas, sino de la real encarnadura de la que está hecha la relación con su padre, esto es, un afecto y cariños manifiesto, una sabiduria dada por la edad, y una vulnerabilidad no escondida. Las carencias pueden crear feroces monstruos en el fantasmal espejo nuestra mente, y la fuerza se consigue cuando asumimos nuestras frágiles condiciones.
Jack Clayton, además de esa obra maestra de 1961 que es 'The innocents' ( aquí conocida con el pobre título de 'Suspense'), tiene otras admirables obras, caso de 'A las nueve de cada noche' (1967), o ésta, con la que volvió a ponerse frente a una cámara tras diez años de ausencia, tras la demoledora acogida de 'El gran Gatsby' (1973). Fue sugerido por el propio Bradbury, ya que se conocían desde que habían trabajado juntos en 'Moby dick' (1956) de John Huston. No faltaron los conflictos con la productora, la Disney, que se esforzó en atenuar la oscuridad siniestra del film. No fue un éxito, dado que pese a sus denodados intentos, no dejó de carecer de esa cualidad pertubadora. Y hay algo en este film, en su atmósfera evocadora, en sus trayecto de aprendizaje, en la mirada articuladora, o filtradora, de un niño, que se puede asociar con la excelente 'Matar a un ruiseñor' (1963) de Robert Mulligan.
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