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domingo, 28 de marzo de 2010

Lars y la chica real

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No, no es una enfermedad, sino el reflejo de un conflicto, o 'falta', de comunicación. Es la perspicaz y sabia reflexión de la doctora Dagmar (Patricia Clarkson), ante la desaforada reacción de Gus (Paul Schneider) por el 'extraño' comportamiento de su hermano Lars (Ryan Gosling), al que, como no entiende, califica de loco. Pero ¿qué es lo que ha hecho Lars para que su descolocado hermano le califique de trastornado y en cambio la doctora, serenamente comprensiva, lo vea como un llamada de atención sobre una dificultad de comunicación ?: Lars se ha presentado en su casa con su nueva novia, que no es sino una muñeca hinchable de silicona, a la que trata como si fuera real. Los primeros planos ya nos introducen en la personalidad de Lars, mirando hacia afuera, a través de su ventana, hacia la casa de su familia donde ahora viven su hermano y esposa, ya que él vive en el anexo del garaje. Se cubre la boca con el chal de su madre, que luego sabremos murió cuando él nació. Unos efectivos planos que ya condensan esa encontrada sensación de reclusión en sí y anhelo de un afuera al que poder abrirse (no hay que dejar de reseñar el prodigioso trabajo de Ryan Gosling, que hace de su mirada no sólo un personaje sino toda una sinfonia de emociones contrastadas que lo hacen sentir tan real, tan 'nosotros'). Su nuera, Karin (Emily Mortimer) acude para invitarle a desayunar. Es insistente, una y otra vez, porque quiere sacarle de ese 'encierro' .Pero Lars se muestra remiso, huidizo, como en su trato con otras personas. Se palpa su dificultad para comunicarse, como por ejemplo con una compañera de trabajo, Margo(Kelli Garner), con quien se percibe su infructuoso esfuerzo para abrirse, y más, en este caso, porque se nota cómo le atrae.
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Lars y la chica real (2007), de Jim Gillespie, y con guión, que es necesario resaltar por su sensible y complejo entramado, de Nancy Oliver, aplican en su tono, y mirada, esa observación de la doctora, con la que introducía este comentario. Los paisajes gélidos, nublados, y salpicados con nieve, corporeizan esa capa helada que dificulta en el caso de Lars el poder abrirse a los demás, enfatizado además por su rechazo al contacto físico, el cuál reconoce que incluso 'le duele'. El 'extrañamiento' que se asienta en la narración con ese 'inusual' comportamiento, rápidamente, se 'naturaliza', y es una de las grandes virtudes de la película.
En principio, es la reacción del hermano la que guía ese atónito rechazo a una conducta 'anómala' que le parece enfermiza. Lars toca su puerta y les informa de que tiene visita, una chica, y que quiere presentársela, y además les pide el favor de si, dado que ambos son creyentes y no quieren aún relaciones sexuales, pueden acogerla en su casa en el cuarto que fue de la madre. El contraplano, tras una elipsis, es ambos, sentados en el sofá, mirando con expresión perpleja, como quien no sabe cómo asimilar lo que están viendo. Delante suyo, está Lars hablando de su chica, esa muñeca hinchable que parece tan real, tan elaborado es su diseño, de nombre Bianca, comentando datos sobre su vida. Datos que progresivamente se irán viendo que son transferencia de sí mismo. Pero, como decía, pronto la mirada 'extrañada', se naturalizará, como las actitudes de la gente de la comunidad, que acepta cálidamente a su novia como si fuera real, 'acogiéndola', como gesto por delegación de afecto hacia Lars. Comprensivos, en primera instancia, porque conocen el caracter afable de Lars, y en segundo, porque su comportamiento 'raro', como dice cierta mujer, no lo es tanto, cuando tantos se apoyan en figuras o rituales que suplen una carencia afectiva o de comunicación, y no necesariamente muñecos. Sí, es una singular forma de buscar un lazo de comunicación con los otros, pero es lo que es, lisa y llanamente .Incluso, puede extrañar, hoy en día, un gesto tan solidario como ese, y circunscribirlo a su pertenencia al universo de una fábula, pero no por ello deja de emocionar como verdadera muestra de gesto generoso. Al respecto, otro detalle destacable es la caracterización de ese gran personaje que es la doctora ( a lo que ayuda la sutil prestación de esa magnifica actriz que es Patricia Clarkson). Podemos percibir, entre lineas, o miradas, su misma soledad,y el cansancio de quien tanto ya ha vivido y sentido, con sus pesares como peaje, y que ha transformado en mirada serena y templada, y por ello, en sus conversaciones con Lars, se muestra tan comprensiva, tratándole como quien entabla un diálogo en el cual ambos comparten, y ello implica tambien sus fragilidades, es decir, su intimidad sin corsés. Es decir, la 'circunstancia emocional' de Lars, no es extraña, sino reconocible, como espejo.
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Como no deja de ser revelador que, a medida que Bianca va 'creando' su propia vida, ya que diversos vecinos, 'intervienen', integrándola en su vida, en servicios sociales o llevándola a la peluqueria para arreglarle el peinado, Lars empezará a 'desasirse' de esa dependencia. En principio, protestando, porque ahora él tiene que ajustarse a su 'horario', como si no asimilara que dejara de ser una extensión de él y su seña de singularidad, a lo que le reprenden que él tiene que ser considerado con la propia vida o voluntad de Bianca (si la trata como real, en consonancia debe asumir tambien ese aspecto).
A tal punto, por otro lado, llega la relación como reflejo de tantas relaciones 'reales' que se fundan en considerar al otro como una extensión de uno. En relación a esto no hay que dejar de reseñar cómo sus primeras discusiones con Bianca son fuera de campo o en planos generales en la intemperie nevada. Esa toma de conciencia será su primer paso para liberarse de ese 'simulacro' de relación, y sentirse dispuesto a entablar una relación 'real', dejando de transferir y viviendo frontalmente. Esta tierna y hermosa obra se convierte en una comprensiva llamada de atención de cómo estamos llegando a virtualizar nuestras relaciones, perdiendo la capacidad de entrar en contacto con los demás, de compartir nuestras intimidades, de abrirnos al otro. Paradoja que sea una 'ilusión o simulacro de cuerpo' la que detone y posibilite este recordatorio de que aún seguimos siendo cuerpos emocionales. Y esto, a través de una piel narrativa, la de esta catártica película, que sabe 'tocar' nuestras emociones (es asombroso cómo tambien la llegamos a sentir, y emocionándonos, como verdadera a Bianca, porque sentimos las emociones verdaderas que Lars proyecta en ella), y sin eludir los meláncolicos claroscuros, porque son necesarios para impulsar unos cálidos y expansivos sentimientos de cercanía. Una 'rara avis' de obra que se convierte en necesaria experiencia para aquellos que aún busquen la emoción verdadera, con tacto, y en contacto.

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