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lunes, 22 de marzo de 2010
El tren de las 3'10
La espera del tren anunciado, la espera que es tensión y confrontación entre fuerzas, representaciones y actitudes opuestas. La llegada del tren es la materialización del duelo anunciado, su resolución. Civilización y barbarie, ley y justicia, orden y caos, progreso y primitivismo se dirimen durante el tiempo de espera. Pero hay otras resonancias en 'El tren de las 3 10' (3'10 to Yuma, 1957), de Delmer Daves. con guión de Halsted Welles según un relato de Elmore Leonard, que quizá, por no haber dejado de ser actuales, han propiciado el reciente, e inferior, remake realizado por James Mangold ¿De qué es capaz uno para progresar y superar las precariadedades? ¿Seguir la vía fácil que es la de la depredación, tomar lo que se quiere sin contemplaciones, o afirmarse en la honestidad, en la espera de la recompensa por el trabajo realizado, sin dejarse tentar por la corrupción, por desesperada que sea su situación?. El territorio en el que se mueve la obra de Daves es más movedizo. Evans (Van Heflin) es un humilde ranchero que ve cómo, por la larga sequía que están sufriendo en la zona, su situación linda ya la catástrofe inminente, y además, de él depende una familia. Y no consigue ni un préstamo. Como desesperada solución de urgencia, para conseguir el dinero que necesita, se compromete a escoltar a un forajido detenido, Wade (un magnífico Glenn Ford), hasta otro pueblo donde esperar la llegada del tren que da título al film, con la amenaza latente de la aparición de la banda de Wade para rescatarle.
Ben Wade, como siniestro reverso del determinado, pero más ordinario, héroe, es un personaje dotado de ricos matices ambivalentes. Sí, es aquel que ha decidido recurrir al bandidaje para conseguir lo que necesita, sin sufrir los esfuerzos y las contrariedades a las que se puede ver sujeto alguien que depende sólo de los frutos de su trabajo, como Evans. Pero tiene una personalidad cautivadora, la del encanto de un mundo posible más allá de las miserias o rutinas cotidianas. Ejemplificado, primero, en las líricas y hermosas secuencias de su fugaz romance con la cantinera, Emmy (Felicia Farr), mujer atrapada en ese apartado lugar del mundo sin esperanzas en su horizonte. Con concisas y delicadas pinceladas Daves nos hace sentir la intensa conexión que se da entre ambos personajes, a través de una sutil coreografía de gestos, y de la justeza de sus encuadres, en los que se palpa el fuera de campo de lo que sienten, carecen o aspiran, ambos personajes. Como contraste, o amplificación reverberante, destaca el efecto que la presencia de Wade suscita en la esposa de Evans, Alice (Leora Dana), cuyo rostro se ilumina con sus relatos de Wade sobre la vida en San Francisco. Hay, de nuevo, otra vida más allá, y que encarna Wade, que anhelan o añoran estos personajes cautivos en una vida desertizada. Y Daves los refleja con una admirable sutileza y capacidad de condensación.
Y, al hilo de estas emociones que tejen la narración subterráneamente, no hay que dejar de destacar el uso de la canción, compuesta por George Dunning, con la que se abre el film. Resuena a lo largo de la narración, con variaciones, no sólo en la misma banda sonora, sino silbado por alguno de los personajes. Quizás uno de las más bellas tonadas que ha dado el género, junto a la que da título a otra obra de Daves, 'El arbol del ahorcado' (1958). Daves, con una afinada modulación narrativa, va cargando de tensión el relato con una tensión que alcanza su culminación en las modélicas secuencias de la habitación del hotel, que comparten Wade y Evans, en las que el primero tienta, casi con éxito, al segundo para que se retire y acepte el cuantioso dinero que le ofrece. Evans tiene sus momentos de duda, porque es consciente de cómo se va quedando solo, abandonado por los demás, desprovisto de apoyo por conveniencia, mezquindad hipócrita o miedo, retirándose cuando ven que el éxito de la misión cada vez parece menos posible, al verse en desventaja numérica. En el rostro trasegado de Evans se delinea claramente cuán difícil le resulta no ceder a la tentadora oferta del artero Wade. Aunque el reverso del héroe, Wade, será capaz de reconocer la arriesgada capacidad de sacrificio de Evans, y su sentido de la justicia (que le había llevado incluso a salvar la vida a Wade). Y con la victoria de la razón y la dignidad llega la catártica lluvia.
Una de las más bellas composiciones de la historia del cine, música de George Dunning, letra de Ned Washington, cantada por Frankie Laine.
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