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domingo, 7 de marzo de 2010
Buchanan cabalga de nuevo
Con 'Buchanan cabalga de nuevo' (1958), Budd Boetticher da otra lección de proverbial precisión y de una admirable capacidad de concentrar en hora y cuarto, manteniendo la tensión del relato sin perder el resuello, una alambicada trama repleta de giros narrativos o de cambios del escenario de la situación. Si hoy en día se recurre al montaje atropellado para aturdir al espectador y hacerle creer, o sentir, que acaecen muchas cosas, como si se encontrara en una montaña rusa, en la que los personajes corren de un lado a otro sin que adquieran nunca la entidad de personajes, sino de conductores de la explosiva narración (o quizás implosionada). Boetticher demuestra lo que es el sabio ejercicio de la sintesis y la concisión. Ya en sus secuencias iniciales nos define personajes y situación con los precisos rasgos. Y el tono, en el que el toque burlón o irónico no sólo tiene relevante presencia sino un poso reflexivo irreverente (otra lección para los que se quedan en el mero juego referencial en esto últimos tiempos cuando quieren combinar otros géneros con la comedia en el que está cortocircuita al primero).
Buchanan llega a un pueblo regido por un par de hermanos, uno juez y otros sheriff, de paso hacia Texas proveniente de Mexico tras participar como mercenario en la revolución, y se ve envuelto en un juego de pulso de poderes en el que el azar, o la fortuna,será más determinante que su propia voluntad o capacidad de acción, para salir indemne del conflicto. En esta ocasión, a diferencia de otros westerns de Boetticher, el personaje que interpreta Scott no es una máscara severa ( generalmente, la de la contumaz venganza de un oprobio pasado) sino alguien de humor desapegado, que ironiza con el hecho de que todo parece costar diez dolares en ese pueblo, una habitación de hotal, un whisky o un bistec ( y lo dice mientras mira irónicamente a una chica del salón) o que guiña el ojo a un tercero en medio de una situación en la que pende la amenaza de que le mate otro, que borracho,permanece a su espalda a la espera de que acabe de comer. Este será precisamente el que desate el conflicto,cuando un joven mejicano, Juan, venga a enfrentarse a él por una afrenta a una mujer ( nunca se precisará a quién en concreto y qué) y acabaré matándole en el duelo aunque en defensa propia cuando el otro quiera dispararle escudándose en una mujer. Pero el muerto es sobrino del juez, y esto condiciona la justicia ( y la posición de Buchanan cuando intenta defender a Juan de la paliza que le dan los ayudantes del sheriff). El sheriff, como los ciudadanos, apoyan la idea de directamente ahorcarlos; el juez, que tiene intereses políticos, sabe que eso perjudicaría su imagen, y hay otra conveniencia. Juan es hijo de un rico hacendado mejicano, y le chantajea con dinero a cambio de la vida de su hijo. Entremedias de los dos hermanos, un tercero que será la figura indecisa y oscilante entre un hermano y otro que pugnan por controlar la situación y quedarse con el dinero del hacendado.
Y una curiosa figura, Cargo, el segundo del juez, que en principio, por su porte templado, vestido de negro, pueda parecer la encarnación del villano a derrotar, resulta ser en el pueblo quien tiene la actitud más sensata. Buchanan, entretanto, es una figura zarandeada, de acciones torpes, salvado en última instancia por otros,alguno de los cuáles, como un ayudante del sheriff, Pecos, morirá, incluso, por ayudarle. A retener brillantes secuencias, con un vivaz toque de humor en la que Pecos desestima la tumba que ha abierto Buchanan para enterrar al ayudante del sheriff que quería matarle, por estar llena de agua, y le enseña que lo mejor es colocarlo encima de un árbol, antes de entregarse a unas largas exequias en las que resalta que el muerto no era mal hombre, ante la mirada perpleja y burlona de Buchanan. Pecos, precisamente, será quien antes de morir,más tarde, dirá en qué complicación se ha metido por ayudar a Buchanan. Y es que a veces los héroes son más el resultado de la oportuna combinación del azar mientras otros se empecinan en controlar una situación que se les escapa de las manos porque la voluntad depende de la injerencia de los otros y de las circunstancias. Y en la partida de ajedrez, o lid, acaba venciendo, irónicamente, quienes menos se han esforzado en querer dominarla.
'Buchanan cabalga de nuevo' (1958), con Randolph Scott, Craig Stevens, Barry Kelley y LQ Jones, es quizá el más vivaz, o ligero, de los siete westerns que Boetticher dirigió con Scott como protagonista. En esta ocasión el guión no es de Burt Kennedy, es de dos Charles, Land y Lang, Y la forografía del excelente Lucien Ballard (que años después mantendría fructifera relación con Sam Peckinpah). Otro gran western de un cineasta admirado por Scorsese, y en el que se pueden apreciar antecedentes, sino influencias, de ese gran recolectador de cine pretérito que es Tarantino.
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