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viernes, 19 de marzo de 2010

El sabor del sake

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Pretender explicar el sabor del sake es como pretender explicar el estilo de Yasujiro Ozu. Su cine, ante todo, se siente, es un talante, una mirada. La transcendencia que emana de su estilo no es más que el despojamiento de lo accesorio, como el diseño de los jardines japoneses. Los trazos son sutiles, sugeridos, precisos, delineados en miradas, en la composición de los encuadres, en la disposición de los objetos, cuerpos y espacios. Hirayama y sus amigos, viudos, ya en la sesentena, con el aliento del crepúsculo en sus vidas,se reúnen ritualmente, y comen y beben (beben mucho) sake. La soledad, o su fantasma, penden sobre sus vidas. Asumir los pasos de la vida, o quizá quebrarlos ( uno de ellos ha comenzado una relación con una mujer mucho más jóven), a la vez que dirimen cómo casar a sus hijas (¿son un peso que acentuará su soledad o un lazo que la hará más soportable?). Su reflejo en el espejo futuro es su antiguo profesor al que homenajean con una cena, que se recrimina el no haber casado a su hija, que aún vive con él, porque prefirió mantenerla consigo al enviudar, pero no deja de resaltar la soledad a la que se parece abocado en la decadencia de la vida. Hirayama pugna por casar a su hija pero ésta se muestra remisa a hacerlo aún, aunque se suponga que es la edad en que toda mujer deba casarse.
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Más reflejos en el espejo: el hijo de Hirayama está casado; se obsesiona por comprar unos palos de golf; su esposa le reprocha ese caprichoso despilfarro, aparte que no entiende para qué lo quiere si no tiene tiempo porque cuando vuelve del trabajo sólo parece desear dormir; su respuesta es el silencio. Quien quiere conseguir que lo compre es un amigo del trabajo; en esa secuencia en que se esfuerza en convencerle está presente la hija de Hirayama; cuando el amigo se marcha, ella también lo hace, y le acompaña; ambos conversan y esperan el tren; entrelíneas se siente que hay una emoción compartida entre ambos. Más tarde el hermano le tanteará a ver si puede ser el marido para su hermana; descubre que está prometido, y no sólo eso, sino que él si estaba enamorada de la hermana, pero pensaba que ni la familia ni ella eran receptivos; cuando padre y hermano le hablan a ella del compromismo del amigo, el silencio de ella es expresivo, su gesto cabizbajo; acepta casarse; elipsis: padre e hijo entran a verla ya preparada para la boda.
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Sutilidad, emociones que no se expresan, o que se subordinan entre la confusión, la supeditación a unas tradiciones, al condicionamiento de unos nuevos modos de vida: la obra se abre con los planos de las chimeneas de una fábrica, donde trabaja Hirayama: los modos occidentales comparten paisaje con los de la tradición, en decorados, vestuarios, hábitos: en una conversación en un bar, se asocia un partido de beisbol con el pasado de la guerra,qué hubiera ocurrido si hubieran ganado, si era deseable: es un paisaje confuso donde da igual qué generación, las emociones parecen escombradas en lo no dicho que acaba revelándose en su inconsecuencia cuando la amenaza de la soledad, en los últimos días de la vida, asoma con nitidez doliente. Pero queda el sabor del sake. Y la mirada serena, armónica del cine de Ozu, ese equilibrio de mirada que evidencia los desequilibrios de unos modos de habitar la vida.

'El sabor del sake' (1962) es la última obra de Yasujiro Ozu, protagonizada por su interprete más habitual, Cheshiu Ryu. Ozu capta la respiración que late tras lo cotidiano, el sabor de las emocione de sus personajes enfrentados a lo que sienten, una vida de rituales que se sostienen sobre frágiles cimientos. Las relaciones familiares, las relaciones entre padres e hijos, los proyectos de vida en pareja, o la perspectiva de cómo afrontar la soledad que parece debe asumirse como equipaje del último trayecto se engarzan como la hierba y arena de un jardín japones, en donde lo invisible cobra una esencial relevancia.

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