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lunes, 19 de julio de 2010

Robert Redford, el hombre que susurraba entre las estrellas

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Al hablar de Robert Redford no puedo evitar el mencionar en primera instancia una película, interpretada y dirigida por él, que no tuvo buena acogida crítica, 'El hombre que susurraba a los caballos' (1997), y me emociona sobremanera. Quizá no sea una obra maestra, y en su historia romántica no alcanza el poderío expresivo y la complejidad de otra obra cuyos senderos transita, 'Los puentes de Madison' (1995), de Clint Eastwood, pero me resulta particularmente emotiva la subtrama de la cura del caballo ( y que sirve de reflejo de los procesos emocionales de los humanos). También, la banda sonora de Thomas Newman me parece de las más hermosas compuestas para el cine, y en su primer tramo Redford sabe navegar en las más crudas emociones. Y ya sólo por ello, me parece una obra reivindicable, aunque su obra más redonda me siga pareciendo la estupenda 'Quiz show' (1995). Y, aún siendo irregular y dependiente de su discurso aleccionador en exceso, me parece más interesante de cómo fue recibía, 'Leones por corderos' (2007). Como actor también me parece más competente de lo que en ocasiones se le ha reconocido, quizá por arrastrar su condición de 'guapo oficial'. Tardó eso sí en encontrar su hueco en la industria. Tras ser uno de los protagonistas de la magnífica obra de Arthur Penn, 'La Jauria humana' (1966) y 'Propiedad condenada' (1966), ambas fracasos en taquilla, rechazó ser parte del casting de 'Quién teme a Virgina Woolf' (1967), de Mike Nichols, y prefirió pasar un tiempo en España. Aunque la simpática 'Descalzos en el parque' (1967), sí fuera un éxito, siguió rechazando papeles como los de 'La semilla del diablo' o 'El graduado'. Entre ésto y que sus películas no fueran éxitos, a excepción de la discreta 'Dos hombres y un destino' (1969), de George Roy Hill, no era precisamente santo de devoción de sus productores, ejemplificado en la notable 'El valle del fugitivo' (1969),de Abraham Polonsky, la interesante, más en guión, 'El candidato' (1972), de Michael Ritchie o el divertido thriller 'Diamantes a gogó' (1972), de Peter Yates. Y su atractivo tenía 'Las aventuras deJeremiah Johnson' (1972), de Sidney Pollack. Su 'asentamiento' como estrella vino con la meliflua 'Tal como eramos' (1973), de Sidney Pollack, y sobre todo por la agradable pero no más 'El golpe' (1973), de George Roy Hill. Desde entonces su carrera se hizo intermitente, en ocasiones con varios años entremedias entre apariciones en la pantalla, combinándola con su labor como cineasta, y la fundación del festival de Sundance. No es que su filmografía como actor brille por su calidad a partir de entonces aunque abunden títulos populares. Más que la ornamental 'Memorias de Africa' (1985), la mediocre 'Una proposición indecente' (1993) o la muy efectista 'Juego de espías' (2001), de Tony Scott, resaltaría la notable 'Todos los hombres del presidente' (1976), de Alan J Pakula ( fue él quien compró los derechos del libro que se adaptó), la rugosa 'Brubaker' (1980), de Stuart Rosenberg, y las muy sugerentes, pese a sus desequilibrios, 'Una vida por delante' (2005), de Lasse Hallstrom o 'La sombra de un secuestro' (2004), de Pieter Jan Brugge.

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