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domingo, 11 de julio de 2010

Albert Finney, volcán de talento

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La admiración por este inmenso actor británico que es Albert Finney se conjuga con la memoria emocional, cuando evoco cómo me cautivó o fascinó en mi infancia, adolescencia o primera juventud con una serie de interpretaciones de lo más diversas. Como infante me impactó su Scrooge en 'Muchas gracias, Mr Scrooge' (1970), y como lector voraz entonces de la literatura de Agatha Christie me pareció, y me sigue pareciendo, su encarnación de Hercules Poirot, en la agradablemente siniestra 'Asesinato en el Orient Express' (1972), la que se ajustaba con más precisión a la que yo imaginaba ( aunque más allá de ello, me sigue pareciendo admirable). Como adolescente dominado por las agitadas corrientes de las hormonas en danza exuberante, la intensidad de sus interpretaciones, fueran más contenidas o más exuberantes, me conmocionaron, fueran las del singular policía de la esplendida 'Lobos humanos' (1981), de Michael Wadleigh; el marido de 'Después del amor' (1982), de Alan Parker, o el de la superior 'Dos en la carretera' (1967), de Stanley Donen; el detective de 'Detective sin licencia' (1971), de Stephen Frears, que recuerdo con sumo agrado, o el escritor de, en mi lejano recuerdo , la brillante 'Charlie Bubbles' (1969), su única incursión como director (sobre la que escribí con entusiasmo en el periódico universitario tal fue el impactó entonces que me causó). Además, su elección como el Consul en 'Bajo el volcan' (1984), de John Huston, me pareció también la ideal, pero esta insipida ilustración en papel cuché me pareció carente de la carne y desgarro de una obra que me había conmocionado como pocas. Quitando Finney, magnífico, el resto es para olvidar. Con el tiempo se ha ido afirmando e incrementando la admiración por Finney con su gran interpretación,que supuso su consolidación, en la estupenda 'Sabado noche, domingo mañana' (1961), de Karel Reisz, con quien realizaría una perturbadora y sobrecogedora creación en la excelente 'Al caer la noche' (1964). Con Tony Richardson había comenzado su carrera en otra obra a recuperar, 'The entertainer' (1960), secundando a Laurence Olivier, y le sirvió el papel que le lanzó al estrellato, el de 'Tom Jones' (1963), aunque Finney no le atraía mucho el brillo de los focos y el éxito mediático, y durante los 60 y 70 sus apariciones en pantalla fueron un tanto escasas intermitentes. En estas dos últimas décadas ha transitado con más frecuencia la pantalla, dejando interpretaciones memorables, algunas secundarias como en 'Muerte entre las flores' (1990), de los hermanos Coen (imponente en la secuencia en la que asaltan su mansión), o en 'Erin Brokovich' (2001), de Steven Sorderberg, 'devorando' a Julia Roberts en cualquier escena compartida, 'Simpatico' (1999), de Matthew Warchus, 'El últimatum de Bourne (2007), en la que se 'apodera' de la película en su último tramo, o de la bella 'Big fish (2003), de Tim Burton creando un inolvidable y complejo personaje en la figura del padre. En otras, protagonista brillando por encima del resto de la obra como en 'La versión Browning' (1994), de Mike Figgis o 'Un hombre sin importancia' (1994), de Suri Krishnamma. Y sin duda el padre que interpreta en la excepcional 'Antes de que el diablo sepa que has muerto' (2007) es una de las interpretaciones más estremecedoras del cine reciente.

Hay imágenes suyas que quedaron en mí impresas, casi con la condición de emblema vital, cuando era joven. La de 'Charlie Bubbles' ascendiendo en globo, despidiéndose de un mundo que no siente habitar, o su gesto entre abstraído, o, en 'Lobos humanos', desapegado, comiendo, con aquel aire desgarbado, como si no perteneciera a su época y poco le importaran las apariencias ( y también cómo se ha descuidado; en su vida ya no hay ilusiones, se ha dejado llevar en una tierra entremedia en la que está y no está), enfrente de las mesas donde están los médicos forenses 'trabajando' con los cadáveres. Qué manera más sutil y eficaz de ya definir a un personaje, de hacerte sentir su actitud, su forma de habitar la vida (alguien 'dormido' vitalmente, pero que puede despertar).

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