'Rio de sangre' (1951), de Howard Hawks, es un exultante canto a la aventura.El ascenso de un barco por un rio contra la corriente hacia un territorio aún inexplorado por los 'civilizados' blancos.Todo viaje es un reto, el superar trances y adversidades, incluido dejar atrás lastres como el visceral racismo. El humor es pasajero fundamental en este viaje de camaraderia,como cuando se emborrachan 'solidarios' para cortar un dedo a Jim (Kirk Douglas), en una secuencia memorable.
'Rio de sangre' no tiene la merecida fama de los otros grandes westerns del director. Western en movimiento como 'Rio rojo', parece una obra de aventuras marina por momentos. De nuevo la camaraderia, el contraste entre un duo masculino protagonista, el vivaz y distendido Jim y el aún inmaduro Boone (Dewey Martin) que deberá enfretarse al internarse en territorio indio con los fantasmas de su racismo obtuso. Y un gran secundario que parece protagonista, Zed (Arthur Hunnicut), que nos relata voice over la historia como si fuera un erase una vez unos hombres a los que aún movia el afan de explorar y conocer, unidos en una empresa que es un equipo, al contrario de a los que sólo mueve, como dice Zed, una inagotable codicia, y por ellos desaparecen los territorios vírgenes, explotados.Irónico es que Jim y Boone se encuentren casualmente con Zed cuando comparten celda. La peripecia externa (los hombres, en la orilla, haciendo avanzar con cuerdas el barco por la corriente adversa; el rescate de la princesa india cuando cae a los rápidos; los enfrentamientos nocturnos en el bosque) se conjugan armoniosamente con la peripecia interna, ese aprendizaje de madurez de Boone, que convierte su odio ciego genérico en amor a una mujer.
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