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viernes, 7 de mayo de 2010

Cosas que perdimos en el fuego

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¿Irradiamos una luz interior, como si fuera un fluorescente, una energía que se puede llegar a habitar como si fuera parte de nosotros, y que alimenta, si palpita firme y generosa, a los que le rodean? Y si un día esa luz desaparece, quebrada irremisiblemente por la muerte, ¿qué queda de esa luz?¿ Cómo se puede vivir con esa ausencia? ¿Cómo afrontar esa desgarradura cómo si hubieran extirpado algo de ti? ¿Y si en vida has extraviado esa luz, desprovisto ya de asideros, a no ser paraísos artificiales como las drogas, para sentir que aún no eres un espectro en vida, cuya ilusión se quebró en un momento dado del camino?Algo así les pasa a los dos protagonistas de 'Cosas que perdimos en el fuego' (2007), de Susanne Bier. Audrey (Halle Berry) ha perdido a su marido, Brian (David Duchovny), asesinado al interceder en la agresión de un marido a su esposa. Y Jerry (Benicio Del toro), el mejor, y único, amigo de Brian, había perdido el rumbo, abandonado la abogacía, y sumido en la adicción a las drogas, a la que aún combate entre recaídas, en los 'márgenes' de una existencia con el más primario piloto automático puesto, aunque averiado, como si ya sólo ese pulso le mantuviera con vida, o quizás fuera la generosa amistad, la real preocupación de Brian, su único lazo con el mundo, la que le suministraba aún esos rescoldos de luz luchadora.El primer tramo de la narración es quebrado, hecho de intensas sacudidas, de saltos en el tiempo, adelante y atrás, y alternando perspectivas. Y, en un momento dado, parece que la narración se remansa, se hace lineal, y parece que las intensidades son más puntuales y menos desgarradas. Sí, en parte se estabilizan sus vidas, y parece que ambos, Audrey y Jerry, encuentran un nuevo impulso, un incentivo. Pero no es más que eso, una ilusión, una 'suspensión', como se verá al final, porque hay asuntos pendientes, las cosas que perdimos en el fuego.
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¿Y a partir de cuándo ocurre esto?. Cuando Audrey le propone a Jerry que vaya a vivir con ella y sus dos hijos. ¿Por qué?. Ella misma parece que no lo sabe, cuando él se lo pregunta, ‘¿por qué estoy aquí?’. ¿Qué es lo que Audrey transfiere en Jerry? ¿Se siente culpable porque le había acusado de llevarse 60 dólares del coche de Brian, los cuáles ella encuentra días después casualmente, y quiere restituir, cual homenaje a su marido, una injusta apreciación? ¿Es el fantasma que hace aún presente a su marido, como si fuera Jerry uno de los objetos de Brian que no se perdieron en el fuego? En un momento dado, Audrey le espeta que el que 'debiera' haber muerto es Jerry, no Brian.A la vez, Jerry encuentra la estabilidad, o armonía perdida, consigo mismo. E incluso, irradiando una luz que 'ilusiona' a los demás, como a Audrey y sus hijas, o a su vecino, que le plantea que corra con él el mismo trayecto que realizaba con Jerry cada día a la misma hora. Hasta le ofrece empleo en el negocio inmobiliario en el que trabajaba Brian, en un puesto similar.¿Un fantasma puede restituir a quien ya ha desaparecido? ¿Es un suplente, o repuesto, para no asumir una pérdida, o para amortiguar sus efectos?Los hijos encuentran en él al mismo cómplice que en Brian, un repuesto de padre. Pero eso ya es demasiado para Audrey, que no puede aceptar que Jerry consiga algo que Brian no logró, que su hijo Cory supere el miedo al agua. Es como si hubiera usurpado algo que era de Brian. Y , por otro lado, Jerry se siente atraído por la que fue la esposa de su mejor amigo. Contradicciones, Recreaciones, Espejos. Todo es incierto y confuso, como unas corrientes agitadas subterráneas aún no liberadas en la aparente calma superficie hecha de entreverados reflejos¿Lo que sienten es real o producto de unas transferencias, de unas necesidades, de una desgarradura aún no resuelta en cada uno de ellos, y que se sostiene en una temporal proyección? En el caso de Audrey, además, hecha tanto de rechazo como de solicitud. Sí, le dice, sin cortapisas, que desearía que hubiera sido Jerry el que hubiera muerto, pero le pide, por otro lado, dado que no logra conciliar el sueño, que 'recree' el ritual que realizaba con su marido cuando se disponían a dormir, cómo la abrazaba, dónde colocaba su pierna rodeándola, cómo acariciaba el lóbulo de su oreja hasta que ella se quedaba dormida.Sensaciones, gestos, miradas en encuadres de rostros incompletos, como si apelaran a la sensación huida, restituyendo por un instante su propia presencia a través de fugitivas sensaciones, ciertas aún invocadoras de unas reminiscencias. ¿Sensaciones verdaderas hechas a su vez de la materia de los sueños, de las huellas de un recuerdo?.
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Cuando Audrey desaloja a Jerry de su casa, porque no acepta que haya usurpado, o superado, lo que no logró Brian, el ayudar a su hijo a superar el miedo al agua, la narración de nuevo se quiebra, las intensidades de nuevo se hacen sacudidas, como si el foco se desgajara y temblara. Jerry cae de nuevo en el abismo de la adicción a la heroína, porque había perdido su último estimulo de vida para alzar por fin el vuelo, sintiéndose ahora nada, rechazado, negado. Pero Audrey asume su error, lo injusto de su visceral y apresurada decisión, y le rescata de su caída en el olvido definitivo de sí mismo.Y, en una cena, réplica de otra, en una de las primeras escenas, en donde los asistentes realizaban evocaciones sobre Brian, mientras Audrey permanecía en silencio, un silencio de 'suspensión' en la asunción de una desaparición definitiva, ahora, en esta segunda cena, o reunión, Audrey, al fin, se enfrentará a su dolor, gracias a las preguntas directas sobre sus recuerdos concretos acerca de los hábitos y gustos de Brian. La desgarradura al fin se hará presente. La constatación de un vacío, de una ausencia, que ya será permanente. Pero su recuerdo permanecerá, tal cual, no a través de otros, o de 'recreaciones' a través de sensaciones o situaciones, sino como esa luz fluorescente cálida que queda como huella indeleble de lo que supuso en su vida. Esa luz fluorescente, en el interior de las aguas de la piscina, de la que le hablaba Brian a una de sus hijas en la primera escena. Y, así, Audrey podrá seguir adelante, asumiendo que hay cosas que se pierden en el fuego, objetos que una vez decoraron nuestras vidas, y que incluso puede ser la misma presencia del ser que amas, pero siempre quedará ese 'tú y yo', lo esencial, lo que ambos creasteis como logro de sensación y conexión verdadera, aunque ahora sea en forma de recuerdo.Audrey supera su adicción, la no asunción de una falta, la de su marido presente, enfrentándose a su 'olvido' y haciendo del recuerdo una habitación de luz en su vida. Como Jerry se enfrentará a su adicción a las drogas, afirmándose en su propia voluntad, renegando de ilusorios paraísos artificiales que anulan el contacto con la expuesta intemperie de las aguas de las emociones. Sí, nos hacen sentir más vulnerables, pero, a la vez, las sensaciones nos impulsan, y nos hacen presentes, como cuando sientes el agua sobre tu piel, aunque, como Audrey, te estés desprendiendo del anillo que simboliza lo que has perdido.

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