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domingo, 23 de mayo de 2010

Alice in wonderland

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Las exacerbadas expectativas pueden convertirse en interferencia o impedimento de disfrute de ciertas obras, porque si no alcanzan esas cotas, surge el término 'decepción'. Eso ha ocurrido, reiteradamente, con respecto a 'Alice in Wonderland' (2010), de Tim Burton. Parece que se esperaba de la conexión Carroll-Burton la alquimía de una gran obra, porque parecían hechos el uno para el otro. Pero si uno se desprende, al enfrentarse a la obra, de ese hipotético 'y si', aunque no sea una obra de la envergadura de 'Big fish' (2003), 'Eduardo Manostijeras' (1990) o 'Ed Wood' (1996), es una obra de lo más disfrutable, con mimbres conceptuales elementales (en el buen sentido de lo sencillo) y demostrando su ingenio y poderío visual, resultando una obra tan entrañable como jubilosa. Hay quien ha señalado que se encuentra más cerca de obras de fantasía como 'Las crónicas de Narnia', y puede ser así, pero el resultado es más satisfactorio, más equilibrado, que en la citada obra o que en 'The golden compass'.
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De entrada, no es una adaptación de las obras de Lewis Carroll, sino una variación libre, en la que ahora Alicia tiene veinte años, y, en las primeras escenas, le han puesto en la tesitura de sumirse en el 'agujero' de un matrimonio que no desea. En estas primeras secuencias quedan claras las ideas que vertebran la narración: No es que sea malo estar loco, es que entre los locos están los mejores ( y cuando se dice loco, se dice diferente); no hay que incurrir en el querer complacer a los demás ( dejarse llevar por el qué dirán, por lo que el consenso general dice que es lo correcto o lo incorrecto, lo deseable o lo no deseable, lo privilegiado o lo vergonzoso) sino ser fiel a una misma. En esas primeras secuencias, con su madre u otros familiares o invitados de la fiesta, queda claro que el espíritu de Alicia es disidente a esos 'corsés' de mentalidad o moral de la imagen, como rechaza el mismo corsé en su atuendo, para indignación de su madre, cuestionando la sujección a unos modelos instituidos ( como le dice, ¿es que si la moda es llevar un bacalao en la cabeza tú lo llevarías?). Es deslenguada, y no se arredra a contestar de modo provocador. Pero se encuentra, en el momento de la petición, ante la oposición de todo su entorno (magníficamente reflejado por Burton en ese plano general en el que se ven a todos los invitados expectantes a que responda afirmativamente a la petición de mano).
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Y es cuando huye, y cae en el agujero de ese submundo u 'otro mundo', que, además, no recuerda haber transitado de niña ( lo que por extensión es reconocer su propia identidad, su propia voz, afirmarse en la fuerza de su singularidad, como van remarcando sus encuentros con la oruga, desarrollo en paralelo de una transformación, equiparada en la última secuencia: la oruga es ya mariposa y ella zarpa a hacia un destino lejos de su entorno, dominando el timón en la incertidumbre, con el proyecto de seguir los negocios de su padre en China). De ahí que el enfrentamiento final, en el climax, sea con la bestia Jabberwocky, al fin y al cabo, la representación del dragón a la que debe enfrentarse, para conseguir la fuerza necesaria para rechazar lo que el entorno le demanda, la petición de matrimonio, ese entorno encarnado en la reina roja, cuyo séquito llevan postizos para crear la apariencia de deformidad en sus rasgos, y de este modo complacer a la reina roja caracterizada por una desorbitada cabeza cual bulbo, y que no se sienta anómala.
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El resto son la serie de singulares personajes, el sombrerero loco, el conejo, el gato de Cheschire, la liebre que lanza continuamente tazas u objetos a la gente, Tweedledee y Twedledoo, en una obra de vivaz dinamismo, que puede que no sea esa compleja y radical obra que se esperaba, pero que lo que ofrece es una obra tan estimulante en su planteamiento nada complaciente, abogando por la insurrecta diferencia, como en su vibrante narrativa, y no carente de momentos excepcionales: esa imagen de Alicia cruzando las aguas del foso del castillo de la reina roja pisando las cabezas cortadas, o divertidos como cuando la reina intenta averiguar quién de sus ranas lacayos se ha comido la tarta de frambuesa. O el afinado partido que saca a la continua variación del vestuario, acorde con sus modificaciones de tamaño (que remarca su condición de cuerpo, y de identidad agitada en proceso de transformación; esa oscilación entre visibilidad e e invisibilidad, como el gato de Cheshire, trasposición de su relación con su entorno que la fuerza a desvanecerse en la invisibilidad de la impersonalidad, de la sujección a las reglas). Me parece un afortunado complemento a otra jugosa obra, que no recibió el predicamento necesario, 'El imaginario del Doctor Parnassus' (2009), de Terry Gilliam.

1 comentario:

  1. En primer lugar: la adaptación de Burton sobre el clásico fantástico de Carroll, me parece un insulto a la inteligencia humana. Defiendo las adaptaciones de los clásicos y sus variaciones, pero no sus perversiones. Cabe mencionar, algo que usted no hace, que la guionista de esta película es una guionista de Walt Disney, una guionista que se encuentra en las Antípodas de la complejidad, la poesía y la esquiva escritura de Carroll, un Carroll que abogaba por el poder ilimitado de la imaginación frente a la previsibilidad del mundo real, basado en el control y la norma.
    Esta sencilla moraleja no se desprende de la película, sino todo lo contrario. Me parece bien que usted analice unos cuantos aspectos de la obra que le parecen relevantes, aunque sea discutible su elección, pero no creo que sea apropiado que omita los aspectos más importantes de la obra, como ese puritano, convencional y fascista final que pervierte el mensaje de Carroll, un mensaje atrevido y completamente rompedor con la moral de la época. En la película de Burton, Alicia renuncia a su mundo imaginario, para convertirse en una especie de conquistadora de las Américas, es decir, para volverse millonaria, y ser así una perfecta dama adaptada al sistema, que sigue las hazañas coloniales de su progenitor, como una buena hija que sigue los negocios de papá. Por no mencionar el papel de la tía de Alicia, esa pobre loca que se ha dejado engañar por sus locuras imaginarias. En la novela de Carroll, Alícia sería esa pobre loca relegada a la marginación social. Y qué ocurre, en la película de Burton? que Alicia supera la "tentación" de su imaginación para adaptarse a la realidad y conquistar el mundo. Ante este mensaje propio de una sociedad utilitarista, limitativa y temerosa, sólo puedo sentir una cosa: asco.
    Te recomiendo volver a mirar la película y prestar atención a estos detalles, más allá de sus efectos especiales y de su supuesto y aparente progresismo ideológico.
    El imaginario del Dr. Parnassus me parece un completo descalabro. No hay por dónde cogerla, más allá de sus buenas intenciones.
    Creo que Burton y Gilliam han perdido su talento, y se han adaptado al sistema, algo que nunca haría la Alicia de Carroll, que siempre volvería a la madriguera para escapar de la realidad, tal y como demuestra su espléndida segunda parte "A través del espejo".

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