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viernes, 14 de marzo de 2014

Vampiros

Entrevistar a un vampiro no resulta tarea fácil. Hay que encontrar una disposición a dominar el impulso de sus incisivos. La televisión belga efectuó varios intentos, pero no había manera. Cada equipo que enviaba para realizar un reportaje sobre la comunidad vampírica resultaba presa de sus apetitos incontrolables. Pero al fin se contactó con una familia que sí sabía contenerse, sin lanzarse sobre sus yugulares nada más abrirles la puerta. 'Vampiros' (vampires, 2010), de Vincent Lannoo, es su constatación en forma de documental (o de falso documental, para los incrédulos). Resulta instructivo para apreciar la utilidad social de los vampiros como equipo de limpieza de los estratos indeseables, sean prostitutas o especialmente los inmigrantes ilegales africanos (la última hornada proviene de Malí). Incluso, la policía se los suministra directamente, llevándoselos a la puerta del domicilio. Es un detalle por parte de las autoridades, una forma de recompensar los servicios de los vampiros. Así estos pueden reducir un tanto sus batidas nocturnas, disponiendo de esta 'carne' en su domicilio, dentro de jaulas o de compartimentos, que utilizarán de modo dosificado en cenas colectivas hasta dejar al ganado sin sangre en su organismo.
Hay quienes también agradecen la existencia de los vampiros, como los negocios de las funerarias. Generalmente, sus clientes sólo utilizan un ataúd, porque los seres humanos tienen la costumbre de morirse una sola vez. Pero para los vampiros es su lecho, con lo cual pueden comprar varios a lo largo del tiempo (y el suyo, a causa de una infección llamada inmortalidad, es muy largo).Aunque los vampiros no sepan de tabúes, y los hijos mantengan sexo con sus padre y no haya distinción de género a la hora de dar rienda suelta a los instintos, los vampiros tienen sus códigos y leyes, al modo de los clanes tradicionales (las mentes cuadriculadas y rígidas no son exclusiva de los humanos: los vampiros también son un reflejo de esa pervivencia en la sociedad calificada de normal). No faltan las categorizaciones que reflejan ordenamientos piramidales en los privilegios. En las cenas colectivas a los hombres les tocan las muñecas, y a las mujeres las piernas. Si no tienes familia, te puedes ver relegado a emplazamientos más angostos.
Eso se evidencia en las dos parejas que habitan la casa objeto del reportaje. En el piso de arriba vive la familia compuesta por los padres y dos hijos. En el sótano, una pareja que no ha querido tener hijos, por lo que tienen que resignarse a dormir en ataúdes en posición vertical dado lo estrecho del cubículo. En 'vampiros', no faltan los momentos enternecedores, como cuando la pareja del sótano evoca, a través de los objetos que conservan, momentos inolvidables de su vida como cuando mordieron a su primera víctima, un bebé. Unas imágenes de principios de siglo acompañan las evocaciones de la madre del piso de arriba cuando recuerda cómo fue convertida en vampira. Podemos apreciar en sus escuelas nocturnas cómo aprenden a reírse de las desgracias, mediante la proyección de imágenes de películas gore. O a morder del modo apropiado, con sus practicas con maniquíes. Quizá resulten más descarnados los momentos en que el equipo de filmación asiste a una de las batidas nocturnas colectivas en un adosado en el que realizan una implacable masacre.
En una familia de vampiros, eso sí, no faltan los conflictos que pueden encontrarse en una de esas familias que se califican como normales. Por ejemplo, la hija rebelde (que no deja, incluso, de realizar infructuosos intentos de suicidio sea ahorcándose o rociándose con gasolina porque ella lo que quiere es ser humana), pero aquí no va vestida de negro, con aires siniestros, sino que siempre viste de rosa. Pero esta familia de vampiros es bastante abierta, por lo que, aunque cuestionen esa tendencia, no dudan en regalarle un ataúd rosa por su cumpleaños. Aunque hay límites. Los vampiros también los tienen. Y la esposa del jefe del clan o de la comunidad es intocable, aspecto que no respeta el hijo de la familia objeto del reportaje. Esto puede tener como consecuencia el exilio a Canada. Y en este país no se les trata tan bien como en Bélgica, incluso tienen que trabajar, lo cual es una ignominia para vampiros de la vieja escuela, aunque alguno, como el hijo, se adaptará tan bien que no le hará ascos a sacar un dinerillo poniendo un sombrero (de cowboy) en el metro mientras ameniza con sus sonrientes canciones. Los tiempos también cambian, incluso para los vampiros. Es lo que tiene el progreso. O Canada. PD También se deja constancia de que los vampiros también roncan

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