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domingo, 2 de marzo de 2014
El hilo permanente de Alain Resnais
La vida ha terminado. Ya no recuerda. La vida sigue, pero para otros. Los recuerdos serán de otros. El manillar se quebró, la rueda se torció. El amor a muerte se hizo cenizas, silencio. Incógnita. Marienbad, el año que viene, será un escenario vacio. Ni Hiroshima, ni Nevers, ni la fusión de cuerpos y recuerdos. Residuos, trozos de mirada y mente, en las películas que escrutaban y pugnaban por desentrañar las hierbas locas de los corazones cautivos de medusas, o de heridas no cerradas en las capas internas que se convierten en ciudades de costra, como Nevers que parece Hiroshima. Resnais ha terminado, pero nos dejó un inapreciable mapa para explorar los laberintos de nuestra mente, de nuestras incógnitas, de nuestras perplejidades. Nos recordamos, pero quizá nos inventamos. Hay quien aún sigue en su Nevers, cautiva de un pretérito que imposibilita un presente, yo aún sigo en el cine de Alain Resnais, cautivado por unas interrogantes que hicieron mirar mis pasos como un sendero de infinitas e inciertas posibilidades. El hilo de su mirada es la inagotable sucesión de interrogantes, y ese hilo permanece, como el amor a muerte.
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