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jueves, 20 de marzo de 2014

Al otro lado de la calle: Deshechos y resistentes sin techo ni ley

'Pero ¿Qué ocurre con un hombre que sabe? Ve el mundo tal como es y mira miles de años atrás para ver cómo se produce todo. Observa la lenta aglutinación de capital y poder, y observa hoy cómo ha llegado a su cúspide. Ve América como una casa de locos. Ve cómo los hombres tiene que robar a sus hermanos para poder vivir. Ve cómo los niños se mueren de hambre y las mujeres trabajan sesenta horas por semana para ganarse la vida. Ve a todo ese maldito ejercito de parados y los miles de millones de dolares y los miles de kilómetros de tierra desperdiciada. Contempla cómo se aproxima la guerra. Contempla cómo cuando la gente sufre tanto que se vuelve fea y mala, y algo muere en ella. Pero lo más importante que ves es que todo el sistema del mundo está construido sobre una mentira. Y aunque todo esto es tan evidente como el mismo sol…, los ignorantes han vivido tanto tiempo con esa mentira que son incapaces de verla.' (El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers)
1.Agnes Varda se preguntaba con 'Daguerrotipos' (1975), qué hay tras la imagen de aquellos que componen el entorno donde vive, en la calle Daguerre, aquellos rostros tras los escaparates de los pequeños comercios. ¿Qué hay antes de la imagen? Agnes Intenta revelar lo que hay tras esa imagen de la costumbre, figuras que ocupan su casilla, su espacio, pantalla de un hábito, figuras estables de un paisaje cotidiano, esos rostros que ya son tan parte del decorado que, por reflejo, ya no te fijas en ellos, y menos te preguntas sobre ellos. Los llamaba sus 'daguerre-agnes'. Otra de sus películas, 'Sin techo ni ley' (1985) está centrada en Mona (Sandrine Bonnaire), una figura errante por los caminos, que opta por vivir sin techo. Alguien que tuvo tiempo atrás un trabajo estable en una oficina. Pero aquella vida organizada que cubría funciones, con techo, no le satisfacía. Y decidió saltar a los márgenes.
2.Al otro lado de la calle tambíén están los marginados, los estigmatizados, los oprimidos, los que no se acomodan por voluntad a un modelo de vida instituido, e incluso se resisten dentro de los propios márgenes, los que son maltratados ya sea porque pertenecen a cierta condición, o porque son señalados como saco de golpes del cotidiano ejercicio de la crueldad humana ya desde la escuela, y son barridos, encerrados, despreciados. Al otro lado hay exilios forzados o elegidos, esos en los que no se prefiere mirar, o de los que se prefiere no saber. Son Daguerre-deshechos. Aparte de Mona, podemos encontrarnos con Wendy, en 'Wendy y Lucy' (2008), de Kelly Reichardt, eficaz metáfora de una forma de vida que crea seres periféricos, perdido su lugar en la sociedad de la opulencia. Wendy podría asemejarse al protagonista de ‘Hacia las rutas salvajes’ (2007), de Sean Penn. Se dirige hacia Alaska, rompiendo con su vida anterior, porque como tantos otros, se encuentran sin lugar para sobrevivir. Ambas mujeres sufrirán un progresivo proceso de despojamiento, abocadas a la intemperie. Todos podemos ser Wendy, cada vez más lo somos. Hay quienes buscan incluso integrarse en los entornos de otras especies. Para Werner Herzog, como refleja en 'Grizzly man' (2005), Treadwell es alguien que cree en la armonía posible, o la busca denodadamente, busca la conciliación a través de su relación, establecida (o que intentó establecer) durante trece años, con los osos de Alaska (en el Parque Nacional de Katmai). Herzog cree o piensa que la vida es caos. Treadwell vivía cada año, durante unos meses, junto a aquellos osos, como si fueran su familía. Y unos zorros, sus mascotas (un hermoso equivalente perruno o gatuno). Treadwell también idealiza esta vida, como si fuera posible romper unos límites y ser parte de ese entorno, ser uno de los otros, ser un oso, que implica no ser en la vida que rechaza. Porque también es una fuga, como si saliera rebotado de su colisión con una sociedad, con una dinámica de vida, en la que no se siente integrado, que le repele.
3.Dentro de los márgenes podemos encontrarnos con la odisea ‘de fuga’ de Johnny (David Thewhlis), en Naked (1993), de Mike Leigh, un Ulises que más bien parece un despojo evadido de una obra de Samuel Beckett, con unas patéticas variantes de Calipso, Circe, las sirenas o cíclopes de Homero, un disidente que no es sino un ser a la deriva, atropellado por sus propias contradicciones, refugiado en el sarcasmo, la rabia de la frustración, o una pulsión de instinto que es más bien expresión de una desesperación, de un desconcierto, de un extravío vital. Y en su trayecto podríamos imaginar que, primero, se cruza con la pareja de indigentes que conforman Alex y Michele en 'Los amantes de Pont Neuf' (1991), de Leos Carax. Michele es un residuo de una decepción, la de un amor no realizado, sino frustrado, la ilusión perdida que poco a poco se desenfoca y deteriora como su propia vista. Michele dice en un momento dado que ya puede sumergirse en la oscuridad, porque la realidad son llamas danzantes borrosas. Alex es la llama del arte que ha perdido el impulso de la búsqueda, que se embrutece con el alcohol para sosegar su dolor, como necesita de sedantes para poder dormir. Su voz es la de las llamas, como en su número callejero, una performance en la qu escupe fuego ayudado por el combustible el alcohol. Y al final de su periplo nocturno, Johnny podría toparse con Modigliani (Gerard Philippe), en 'Los amantes de Montparnasse' (1958), de Jacques Becker, el retrato más certero de un artista en conflicto con un entorno, no receptivo a su excepcional sensibilidad, cuando no carroñero, y consigo mismo, con su fragilidad, con su vulnerabilidad a flor de piel. Modi rechaza una oferta de compra por sus cuadros, porque pretenden utilizarlos para la promoción de una marca de perfume; Modi no acepta ese destino mercantilista de su arte; su sentido de la pureza es inflexible. Modi agoniza en los márgenes con una ave carroñera al acecho, el tratante de arte que sabe que su obra tendrá más valor cuando muera.
4.También hay quienes viven en un mundo que anuló el propio. En 'The exiles' (1961), de Kent McKenzie, los exiliados son los nativos americanos que dejaron las reservas en las que confinaron a sus tribus para vivir integrados en esa civilización edificada sobre los territorios que siglos atrás eran sus dominios. Viven en los márgenes (en un confinamiento menos aparente), dando vueltas, entumecidos por el alcohol, añorando un pasado que les impida tomar consciencia de su presente fantasmal, recreando unos rituales que no son sino la danza o cantos de una disgregación. También están quienes desde el otro lado fantasean con pertenecer a la foto de familia, ser feliz como cree que son aquellos que aparentemente se ajustan al modelo de felicidad de esta sociedad. Como es el caso de Sy (Robin Williams), en 'Retratos de una obsesión' (2002). La pared de su sala de estar no la ocupa un televisor, sino cientos de fotografías relacionadas con los Yorkin.. En esas fotografías se ilustran casi todos las vivencias y acontecimientos de esa familia. Es como desearía que fuera 'su vida' ( o representa la vida de la que quisiera formar parte).Son su pantalla, aquello que desea ser, y a aquello a lo que desearía pertenecer. Son su modelo y ejemplo, su ilusión y paraiso anhelado. El ideal de familia. Pero está abocado a mirarles desde la distancia, como también los clones en 'Nunca me abandones' (2010), también de Romanek, a los 'normales', a los que no tienen fecha de caducidad como ellos, que están destinados a ser ganado para transplantes y por tanto, imposibilitados de cualquier proyecto de vida.
5.También por no querer ajustarse a la imagen conveniente que prefieren establecer los poderes fácticos, Christine (Angelina Jolie), en 'El intercambio' (2008), de Clint Eastwood, será recluida en una institución mental, para acallar su voz, para que no deje en evidencia una 'falsa imagen', la imagen que sustituye a la realidad, la imagen falsificadora, impostora, que responde a unos intereses creados, y que modela la realidad de acuerdo a estos, la de ella con un niño que quieren hacer pasar por el hijo secuestrado de Christine. No lo es pero que conviene a las aviesas y mezquinas estrategias de los representantes de la ley y el orden. Necesitan de esa imagen ‘feliz’ para contrarrestar la mala imagen que han ido adquiriendo, cuando se ha ido desvelando su condición corrupta. También esos poderes saben acallar a los que pretenden realizar pesquisas incómodas, que no resultan convenientes para destapar las sórdidas maquinaciones que se ocultan bajo la alfombra (o en una isla con un faro que no es lo que parece como sus actividades), y que desvelaría que esta sociedad es una ciudad prisión, ciudad campo de concentración, ciudad laberinto, ciudad maraña, ciudad ilusión creadora de fantasmas y monstruos, como se refleja en 'Shutter island' (2009), de Martin Scorsese. Sus artífices crean humo que ciega los ojos de aquel que quiere ver demasiado hasta hacer creer que esa ceguera la ha causado uno mismo. Sugestión, manipulación, tergiversación. No hay mejor engaño que hacer creer que te engañas. O no hay mejor manera de injertarte una ficción que hacerte creer que te has creado una, que tus paranoias o teorías conspirativas gestan tortuosos fantasmas. El último plano es el de un faro, esa capciosa luz con la que han pretendido silenciarle, amordazarle, anularle. Ese lugar donde realizan lobotomías, donde hacen desaparecer las mentes que quieren ver y saber y preguntar demasiado, las mentes insurgentes, las mentes problemáticas.
6. Hay quien sí logra escaparse, y no morir en un arcén. Claro que cuenta con la ventaja de la asistencia de una vampira, como es el caso de Oskar, el protagonista de 'Déjame entrar' (2008), de Thomas Alfredson. Quizás el vampiro una figura invocada al fuera de campo para conjurar ese otro contracampo que le sojuzga mediante el constante abuso de unos compañeros de escuela. Con la vampira sí comparte lenguaje, como ese código Morse con el que se comunican a base de golpeteos, y con la que se reconcilia con su propia condición de extraño en un entorno helado conformado por relaciones rotas, solitarias o crispadas. Es significativo que la única figura que sufra el proceso de conversión a vampira sea una mujer humillada por su marido. A los vampiros hay que invitarlos para que puedan entrar. Quizás la presencia adecuada para quebrar el cristal tras el que uno se siente atrapado y aislado al otro lado de la calle.

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