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viernes, 5 de noviembre de 2010

La niebla

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‎'Todo lo que vemos o parecemos es solamente un sueño dentro de un sueño' es la conocida frase de Edgar Allan Poe que nos introduce en 'La niebla' (1980), de John Carpenter. Un anciano marinero, de nombre Machen (John Houseman) realiza la segunda introducción, con el relato a unos niños, ante una fogata en la playa, de una leyenda sobre los orígenes siniestros de su pueblo, Antonio Bay, que conmemora pasada la medianoche su aniversario,acerca de marineros leprosos que perdieron la vida en sus costas, y su retorno se espera con la niebla. Poe y Arthur Machen (autor de la admirable 'Los tres impostores'), dos maestros de la literatura del terror son invocados como referencial magisterio, y en la larga secuencia de créditos posterior Carpenter demuestra por qué es un aventajado alumno que ha sabido asimilar las lecciones de cómo crear atmósferas, de cómo hace sentir lo incierto de la 'niebla', o cómo hacer presente la amenaza delo invisible y dosificar la irrupción de lo extraño en lo familiar, que va cobrando cuerpo lentamente, alterando el funcionamiento de un orden. Admirable la sucesión de planos de un espacio que se ve trastornado con sucesos anómalos cuando llega la medianoche: los faros de los coches aparcados se encienden y sus bocinas empiezan a sonar como anunciando el horror inminente; los muebles se mueven; las mangueras de la gasolinera se caen; los cristales se rompen; temblores que sacuden un supermercado...
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Como la amenaza del tiburón en 'Tiburón' (1975), de Steven Spielberg un pequeño pueblo ve trastornada su cotidianeidad por un suceso anómalo, emblema de las raíces podridas de una sociedad, de un capitalismo voraz que no ha tenido escrúpulos en construir su prosperidad sobre la rapiña inclemente (nihilismo crítico reflejado ampliamente en la obra de Carpenter). Pero sus virtudes, ante todo, están en su afinado trabajo de puesta en escena, en su sabio uso de la modulación, de la dilatación de planos y secuencias, con escenas tan brillantes como la primera aparición en la niebla del navío de los espectros de los piratas junto al barco de pesca; la resurrección de uno de los cadáveres en la morgue a espaldas del personaje de Jamie Lee Curts; el madero recogido en la playa que se incendia en la emisora de radio tras dejar asomar una inscripción, 'seis muertes'. Cierto es que a Carpenter nunca le han interesado demasiado los personajes, dibujado con un par de trazos, y dependientes de la contundencia de éstos, o de la prestación y presencia el actor ( véase Snake Pilksen de 'Rescate en Nueva York' o el de James Woods de' Vampiros' y Sam Neill en 'En la boca del miedo'; o aquí el sacerdote que encarna Hal Holbrook), y que ya establecida la situación, cuando la niebla hace ya acto de aparición, el guión deja entrever sus flecos (y alguna que otra inconsistencia), y sostiene algunas secuencias sobre lo incoherente ( el ataque a la mujer que cuida al niño) pero, aunque estos pasajes, o sus cimientos dramáticos más frágiles, ya no estén a la altura de la esplendida primera hora, Carpenter logra compensarlo con su dominio narrativo, con su eficaz trabajo con el tempo y los espacios, creando una impecable secuencia de acoso en un entorno cerrado como el de la iglesia en las secuencias finales. Y culmina con un corrosivo y brillante epilogo.
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En 'La niebla' (The fog, 1980), John Carpenter demuestra, pese a alguna debilidad de guión, su gran talento dentro del género fantástico o de terror, evidente si se compara las poco afortunadas o pobres versiones realizadas de obras suyas como las 'Halloween', 'Asalto al distrito 13' o 'Terror en la niebla'. Ya sólo el estupendo empleo para crear atmósfera que saca de una luminosa niebla o de esos espectros entre las sombras, con escasos medios,refrendan su brillante talento,que destaca en su sabio uso del tempo narrativo,ese arte al alcance de pocos para crear atmósferas turbadoras, inquietante, y que alteren nuestra percepción, o la mantengan en vilo sobre lo que es real o imaginado.

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