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martes, 16 de noviembre de 2010

En compañía de lobos

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Compañía de lobos. ¿Y cómo es esa 'compañía' sabiendo lo que representa el lobo?. Neil Jordan, apoyándose en la novela de Angela Carter, realiza, en 'En compañía de lobos' (1984), una inmersión en la irrupción de la sexualidad, y los fantasmas que desata en colisión, en una chica, Rosaleen (Sarah Patterson), la cual tiene su primer periodo. En la secuencia de apertura, Rosaleen duerme, entre agitados sueños, en una habitación dominada por decenas de muñecos, mientras su perro pastor alemán asciende por las escaleras. Su primer sueño es pesadillesco, en un bosque en donde sus muñecos cobran vida, ahora como figuras equivalentes en tamaño a los humanos. Los residuos de la infancia que deja atrás se convierten en figuras de terror con aire de autómata. Pero hay otras 'figuras' que teme, esas fuerzas que se están apoderando de su cuerpo, deseando brotar y expresarse, y que a la vez le son extrañas, por cuanto hasta ahora eran desconocidas. Y a lo desconocido se teme, y más si hay cierto acervo cultural que lo 'demoniza'. De ahí que sea el substrato simbólico del cuento de 'Caperucita roja' el que se 'adueñe' de ese debate 'interior' que se agita en sus sueños. La figura del lobo como la amenaza a extirpar, el miedo a la visceralidad pujante, perspectiva filtrada a través de la abuelita (Angela Lansbury). No es extraño que ese 'otro' universo, en el que sus propios padres (encarnados por David Warner y Tusse Silberg) tienen los mismos rostros de los del mundo de la vigilia, esté delineado por un decorado artificial. Es un espacio simbólico, el de las fantasías rasgadas por las mareas nacientes en su cuerpo. La estructura del relato se dirime entre cuentos dentro del mismo sueño, como perspectivas que se enzarzan en una lid para imponer su perspectiva, esto es, ya sea un relato de la abuelita, o de la propia Rosaleen (apoyada siempre por una madre de mirada amplia, que desestima los capciosos y puritanos relatos de la abuelita).
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Los relatos de ésta inciden en alimentar el miedo y rechazo de Rosaleen al hombre, hilvanando historias en las que remarca que el lobo lo es tanto por dentro como por fuera, de ahi que las transformaciones del hombre en licantropo sean como si surgiera del mismo interior del cuerpo humano, y acentuando el lado orgánico. Pero da ya más terror la abuelita que lo que narra, y como botón de muestra ese elocuente primero plano en el que su rostro se asemeja al de una muñeca de porcelana, dirigiendo a Rosaleen una mirada aviesa, velada por el reflejo en sus gafas. En la misma linea incide con un relato en el que un joven es tentado en el nocturno bosque por un inquietante hombre, que aparece en la niebla en un magnificente coche, y que le ofrece una sustancia que provoca que las raices de las plantas se apoderen del chico (la metáfora parece clara: incentivar el miedo a lo extraño/al extraño y la visión de lo relacionado con lo natural, con los deseos, como una trampa). Aparte, Jordan enriquece la escena con el hecho de que sea Terence Stamp quien encarne al misterioso hombre del coche, asociándolo con el personaje que interpretó en 'Toby Dammit' (1968) de Federico Fellini, aunque invertidas las posiciones simbólicas, pues allí él se enfrentaba a una figura 'diabólica' encarnada en una niña con una pelota, en una carretera en mitad de la noche .Pero Rosaleen no se muestra muy receptiva a sus relatos, su curiosidad es poderosa. Veáse ese hermoso plano en el que contempla a una araña, preñada; la fisicidad que palpita en esa criatura.
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Y flirteara con uno de los chicos del pueblo, quien torpemente querrá besarla. Ella se separa de él, sumergiéndose en una atmósfera mágica, con imagenes tan poderosas, como esos huevos en un nido, en lo alto de un árbol, que, al romperse su cáscara, lo que revelan son unas pequeñas figuras de bebés. Nido en el que encuentra un espejo, ante el que Rosaleen se pinta sus labios. Cuerpo que juega, cuerpo que puede dar vida. Y sus relatos, a la abuela, empiezan a dejar claro que no sólo no se deja sugestionar por ella, sino que la rebate con ánimo insurgente.
Veáse el que narra cómo una chica, embarazada por un aristocrata, entra en la tienda donde éste, que acaba de casarse, está rodeado de otros comensales (su cuálidad 'embrutecida' ya queda palpable antes de que entre, por muy 'floridos' que sean sus atavios y maquillajes). La chica quiebra el espejo con su mirada, y entre los fragmentos rotos ya podemos apreciar cómo los comensales se están transformando en lobos. La respuesta de Rosaleen a su abuela es contudente, hay otros 'lobos' más reprobables que los que representan la sexualidad, y tiene que ver con el clasista abuso de poder, con la utilización pragmática y conveniente del 'otro' (incluso podría extenderse al abuso de poder que supone el afán inhibidor de la abuelita).Su otro relato, breve pero de un intenso lírismo, relata la historia de una mujer lobo que surge de las profundidades de un pozo, y que es atendida en sus heridas (imagenes de una insondable ternura, seguramente, de lo más hermoso rodado por Jordan). Y es que los lobos también lloran, y son frágiles, no son meras bestias depredadoras (o el mero instinto ciego). La mirada sobre la sexualidad se complejiza, dotándose de contrastes. El arrebato de la exuberancia del deseo, rasgando con sus colmillos la carne, unido a la ternura de la vulnerabilidad (el salvaje deseo liberado no olvida a la indefensión de la niñez, ni contradice el valor de una tierna caricia).
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Esta 'guerrillera' disidencia de Rosaleen, frente a la mirada sancionadora, represiva e inhibidora de la abuelita, tiene su culminación tras el encuentro en el bosque con 'el cazador', el cual intenta seducirla con sus suaves pero procaces maneras ( la atracción de la 'perversión'). Sabemos que 'el cazador' es 'el lobo' (ambas imágenes se funden en una), y como en el cuento, ambos se separan para llegar a la casa de la abuelita. Es, claro, 'el cazador' el que llega antes, y mata a la abuelita, la cual, como si de verdad fuera una muñeca (¿acaso no es la inhibición de dejar la casta infancia?), se quiebra en mil fragmentos de porcelana. Y llega Rosaleen, 'caperucita roja'. Pero no, la conclusión no es aquella que se ha convertido en ´lugar común cultural' para sancionar la sexualidad. No es la niña indefensa expuesta a la amenaza del inclemente lobo. No, Rosaleen acaricia al lobo que es ahora el cazador, y ella misma se convierte en loba. Si, no es sólo lobo el hombre, sino también la mujer (desprendida de esa 'descalificación' cultural que ha poseido el termino 'loba' con respecto a la mujer). Ambos son iguales, ambos son sexuales, y ambos liberan su sexualidad, y ante la llegada de los cazadores, se fugan de la casa, rompiendo los cristales (quebrando la prisión de la represión), y celebrando su nueva encarnadura en la naturaleza salvaje del bosque. Ya sólo resta que los lobos rompan los cristales de la habitación de la dormida Rosaleen, haciendo que los muñecos se precipiten en el vacio, y que Rosaleen despierte con un grito...que quizás ya no es el del terror sino el de un orgasmo?
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‎'En compañía de lobos' (The company of wolves, 1984), es una fascinante relectura de los cuentos de hadas, escrita por Neil Jordan y Angela Carter, autora de la novela que se adapta. Una de las mejores obras de la carrera de Jordan y sobre la licantropía. Una obra que aporta un lúcido ángulo sobre la sexualidad ( y en concreto el trance de paso de niña a adulta) a través de la reflexión sobre el cuento de Caperucita Roja manteniendo la magia de la atmósfera de un relato fantástico, de la incursión en otro universo que se convierte en reflejo del nuestro. Una fascinante estructura de cajas chinas que indaga en las raíces tanto del nacimiento de la sexualidad, especificamente de la femenina ( tan estigmatizada en el acervo cultural) como de la mirada que lo sanciona.

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