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jueves, 4 de noviembre de 2010

Desayuno con diamantes

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‎'Desayuno con diamantes' (1961), de Blake Edwards. Tras las apariencias de vivaces colores de una sofisticada comedia romántica, como el escaparate de la joyería Tiffanys que admira Holly (Audrey Hepburn), late como un dolor sordo una melancolía, una sensación de orfandad, como esas calles desiertas que vemos en la secuencia inicial cuando Holly admira ese escaparate. Pero éste poco tiene que ver con la realidad,o no es más que una fuga para no asumirla. El umbral que empieza a rasgar esas risueñas apariencias, como también destila la actitud de Holly como una niña grande que sólo quiere jugar y no crecer entre lujos, es la aparición del que fue su marido en una modesta granja que poco tiene que ver con los ambientes de trivial sofistiación que ahora transita. La realidad empieza a asomar con sus grises rasgones, y empezamos a ver, como el escritor, Paul (George Peppard), que Holly y la realidad no es sólo lo que parece. Pero para que Holly se quite ese antifaz que la cubre de una vulnerabildad que es desamparo, y que no quiere asumir, debe afrontar que todos en el fondo somos como gatos perdidos bajo la lluvia que necesitamos del abrazo que nos haga sentir un calidez real que no tiene que ver con exorcismos de apariencias de cuentos de hadas. Y que no hay que desaprovechar la oportunidad cuando encuentras otro 'gato' que quiere compartir tu vulnerabiidad.
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No se puede negar que buena parte del 'encanto' de 'Desayuno con diamantes' proviene de la excepcional creación de Audrey Hepburn, con esa gracia sin par que poseía, y esa capacidad de saber transmitir emociones subyacentes más frágiles bajo su desparpajo aparente. Demos gracias porque prevaleciera la opinión de que ella interpretara este personaje y no la inicialmente prevista Marilyn Monroe ( cuando menos hubiera sido una obra muy distinta). Tampoco hay que dejar de mencionar la decisiva aportación de la música de Henry Mancini, y en concreto el tema Moon river, para ir aposentando esa atmósfera melancólica. El único pero, del que fueron consciente los mismos responsables, es la estereotipada y fuera de tono intrusión del personaje japonés encarnado por Mickey Rooney ( imagen tópica como la del personaje brasileño, encarnado por el español Luis de Villalonga, que aparece en un momento dado con unas banderillas y diciendo olé).

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