Ralph Fiennes siempre ha sido un actor cuya presencia ha dotado de un complejo relieve dramático y de una táctil intensidad a toda película que ha interpretado. Y además demostrando su versatilidad, dando cuerpo a personajes tan cautivadores y diferentes como los de las excelentes 'Días extraños' (1995), de Kathryn Bigelow, 'Quiz show.El dilema' (1994), de Robert Redford, 'El fin del romance' (1999), de Neil Jordan o 'Spider' (2002), de David Cronenberg'. Ya fue una presencia fulgurante en su primer protagonista, en 'Cumbres borrascosas' (1992), de Peter Komisnky, quizá el actor que haya encarnado con más poderío a Heathcliff, porque lo sabía condensar y definir en una mirada que era pura llama. Su reconocimiento vendría con su oficial nazi en la deplorable 'La lista de Schindler' (1993), de Steven Spielberg, donde demostraba su asombrosa capacidad para encarnar lo pérfido y lo cruel sin incurrir en el efectismo maniqueo y énfasis de la propia realización de Spielberg.
También logró dar un toque de distinción y de siniestra turbiedad a la apagada 'Dragón rojo' (2002), de Brett Ranner, en otro papel de villano (sus apariciones eran como si saltáramos a otra película, como rasgones en la pulida pantalla pintada). Como en esta línea es también admirable el del gangster que encarna en la estupenda 'Escondidos en Brujas' (2008), de Martin McDonagh, o el ponzoñoso aristócrata de la discreta, o demasiado decorativa, 'La duquesa' (2008), de Saul Dibb. Y está igual de esplendido, dando magisterio de interpretación interiorizada (sus procesos emocionales se palpan en su mirada) en la notable 'El paciente inglés' (1997), de Anthony Minguella que en la interesante 'El jardinero fiel' (2005), de Fernando Meirelles, en la no carente de atractivos 'Oscar y Lucinda' (1997), de Gillian Armstrong que en la irregular 'Oneguin' (1999), de Martha Fiennes, y hasta desnarizado como el Valdemor de la saga de Harry Potter.
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