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miércoles, 1 de agosto de 2012

Matthieu Amalric, funambulista de contorsiones emocionales

Photobucket Era dificil no quedarse prendado ( o quizá, prendido) de la intensa energía eléctrificada que emanaba de la presencia en la pantalla de Matthieu Amalric, en las dos primeras ocasiones en que le admiré, en las esplendidas 'Finales de agosto, principios de septiembre' (1997), de Olivier Assayas y 'Alice y Martin' (1997), de André Techiné. Muchas de las obras que ha interpretado, cierto, no han llegado a estrenarse por aquí. Con Arnaud Desplechin ha colaborado en cuatro ocasiones. Mi primer asombrado contacto fue con la única estrenada aquí, la última de ellas, 'Cuento de navidad' (2007), y después, con la anterior, e igual de magnífica, 'Reyes y reinas' (2005), con la que ganó su primer Cesar al mejor actor. Con otra obra de Desplechin, 'Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle)' (1997), había ganado el Cesar al mejor actor revelación. El segundo Cesar al mejor actor le llegó por una de sus interpretaciones más populares, en 'La mariposa y la e scafandra' (2008), de Julian Schnable. Ha trabajado en repetidas ocasiones también con Otar Iosellani, con quien debutó en el cine con Les Favoris de la lune (1984), aunque no volvería a intervenir en otra película hasta 1992, de nuevo con Iosellani, en 'La Chasse aux papillons'. Se ha integrado en la 'troupe' de Alain Resnais, participando en sus dos últimas obras, 'Las hierbas salvajes' (2009) y Vous n'avez encore rien vu' (2012), que esperemos no tarde tres años en estrenarse aquí como la obra anterior. Ha trabajado con Bertrand Bonello, Tsai Ming Liang, Valeria Bruni Tedeschi, Benoit Jacquot o Raul Ruiz. Su primer producción en inglés, fue en la magnífica 'Munich' (2005), de Steven Spielberg. Posteriormente, fue el villano en la notable 'Quantum for solace' (2008), de Marc Forster, y ha intervenido en 'Cosmopolis' (2012), de David Cronenbeg. Ha dirigido cinco películas, pero sólo se ha estrenado aquí la última, 'Tournee (2010), interesante pero irregular ( me resulta más atractivo uno de las dos líneas narrativas, el del trayecto emocional de 'derrota' del protagonista que los contrapuntos grotescos ). Eso sí, dirigido por sí mismo sigue siendo esa contagiosa presencia electrocutante, con una mirada que (se) abrasa, y que parece transitar cual funambulista las más frágiles, caudalosas y elusivas contorsiones de las emociones.

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