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domingo, 29 de agosto de 2010
Of time and the city
La memoria tiene algo de invención, se teje entre aquel que uno fue y aquel que ahora es. 'Of time and the city' (2008), es un documental pero es una ficción, sus imágenes son esquirlas de documentos de una época, entre 1945 y 1973, el tiempo que vivió el cineasta en Liverpool), pero su montaje es memoria emocional, el diario de unas entrañas que se enfrentan a sí mismas con el paso o transcurso del tiempo. La voz y la mirada que evoca, transfigura el recuerdo en experiencia, la vivencia del momento atravesada por la reflexión. Aquel joven que sufriera la culpa por descubrir su homosexualidad, aquel intenso sentimiento clandestino de deseo pujante como espectador de los combates de lucha libre, ahora escupe su ateismo a aquella educación católica sangrante y represora. La magia liberadora del cine, los fastos de la coronación de la reina Isabel mientras el país se contraía en la pobreza, las transformaciones del espacio urbano que embrutecían el paisaje con edificaciones como ciegas colmenas, los ritos del fútbol y las carreras de caballos, las secuelas de la guerra, las fábricas y muelles, la irrupción de los Beatles que los veía más como una firma de abogados provincianos que como un fenómeno musical, su amor por la música de Mahler, Brahms o Lizst, que puntúan la narración, en excursos de pura poesía sobre rostros y espacios que hacen del contraste aliento y huella, elegía y registro, mientras la voz que narra fluye entre el canto amoroso y la repulsa, entre poemas de TS Elliot que hacen del tiempo cifras misteriosas y dolientes, huidizas y temblorosas.
No hay nostalgia, sino el filo de una mirada que desgarra las páginas del pasado como parte de la piel de la mirada ahora, con la música palpitando como irreductible anhelo de lo sublime. De los rostros anónimos hace epopeya, de los surcos del tiempo ciudad que aún habita en uno, rastros de las costras que hicieron del crecimiento resistencia y grito y de los poros que aún respiran con los sedimentos de lo que uno fue y con canto celebrativo de lo que uno ha llegado a ser, un disidente con la mirada despejada que aún cree posible en la belleza como transfiguración. Aún existen poetas con el entusiasmo de un niño que parece que mirara el mundo, hasta su propio pasado, por primera vez.
'Of time and the city' (2008), de Terence Davies, no se ha estrenado en España, pero es una de las obras más bellas y sublimes que ha dado el cine en la última década, pura poesía, como el cine de Tarkovki, aliento que palpitaba junto al de John Ford en sus también prodigiosas obras 'Voces distantes' (1988), y 'El largo día acaba' (1991), también tramadas sobre la emoción de la memoria. Hay que agradecer que Liverpool fuera capital cultural en el 2008 y posibilitara este encargo. Un prodigio que es puro arrobo.
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Genial y manera magnífica de exposición, no la había visto jamás, apuntada queda. Muy buen post, seguidor seré.
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