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sábado, 14 de agosto de 2010

El filo de la navaja

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En un mundo de respuestas predeterminadas un hombre que se interroga es una fisura en la pantalla establecida. En 'El filo de la navaja' (1946), de Edmund Goulding, Larry (Tyrone Power) no acepta el adaptarse a lo que se supone que es lo deseable, lo que las convenciones dictan, conseguir un buen trabajo, formar una familia, es decir,ajustarse a las casillas indicadas. Larry siente que la vida es algo más que aún no sabe. Intuye que eso es sólo una mera superficie. E inicia su búsqueda. Un desplazamiento que es interrogación frente al estatismo que es subordinación a los valores comunes. Trabaja tanto de minero en Francia como experimenta en la India la vivencia mística. Se convierte en un elemento extraño que sabe ver más allá de las apariencias. Y se convierte en la encarnación de lo que carece la generalidad, una mente generosa que se dedica a ayudar y hacer sentir bien a los demás. Algo que no cultiva ni demanda esa sociedad que sólo esperaba de él que cumpliera las funciones de lo que es un hombe productivo. El filo de la navaja de su actitud desinteresada y empática rasga ese telón de conveniencias y convenciones.'El filo de la navaja' (1946), según la obra de William Somerset Maugham, y con un gran reparto formado por Tyrone Power, Gene Tierney, Herbert Marshall, Clifton Webb y Anne Baxter,es un notable melodrama narrado con convicción y solidez, sin retóricas, e incidiendo en cuestiones que no han dejado de tener de actualidad. Quizás la diferencia esté marcada entre aquellos que se hacen preguntas, aunque implique perder pie, saliéndose de la ruta establecida, y aquellos que se pliegan a lo que les dictan que es la realidad y lo que deben anhelar. Las preguntas no saben de convenciones.

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