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jueves, 19 de agosto de 2010

David Niven, generosa distinción

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Se dice que era difícil encontrar a alguien que tuviera alguna mala palabra con respecto a David Niven. Sin duda su presencia transpiraba una templada bonhomía. Más que flema británica lo suyo era distendida socarronería, una ceja alzada como signo de asombro ante los absurdos humanos. También se dice de él que era un bon vivant irredento. Según sus palabras,era hombre 'más de erecciones que de convicciones', epicureo seductor que se reconocía mal padre y mal marido. También se dice que nunca hizo alarde de sus hazañas bélicas durante la segunda guerra mundial ( fue teniente coronel, y condecorado por Eishenhowe), porque más bien no quería mencionar los horrores que había presenciado. Un hombre sin duda de singular relieve, que asumía sus contradicciones y paradojas ( o quizá muchas de sus declaraciones haya que apreciarlas desde el prisma de la desapegada ironía, incluso consigo mismo). También cuestionó que no dejaran de considerarle como un 'peso ligero' como actor, encajonándole en figuras de comedia ligera, de la que son emblema quizá sus dos intepretaciones más populares, su Phileas Fogg en la no muy afortunada 'La vuelta al mundo en 80 días' (1956), de Michael Anderson, y su ladrón de guante blanco de 'La pantera rosa' (1963), de Blake Edwards, en la que era el perfecto contrapunto u opuesto al inspector Clouseu (como, en otra línea, lo fue el impávido George Sanders en la siguiente secuela). Precisamente, un ladrón de guante blanco fue su papel protagonista más destacado antes de su participación en la segunda guerra mundial, en la sugerente 'Raffles' (1939), de Sam Wood. Durante esta década había interpretado ante todo personajes secundarios en obras como 'La carga de la brigada ligera' (1936), de Michael Curtiz,'Cumbres borrascosas' (1939), de William Wyler, 'La jungla en armas' (1939), de Henry Hathaway o 'El prisionero de Zenda' (1937), de John Cromwell. Pero particularmente memorables son sus interpretaciones en 'La octava mujer de Barbazul' (1938), de Ernst Lubitsch, en la que está prodigioso en la secuencia en la que teclea una carta en la maquina de escribir con pasmosa torpeza, y en 'La escuadrilla del amanecer', (1938), de Edmund Goulding, como un piloto de combate con camisa de lunares y que se queda dormido tras una cogorza. Tras la vuelta de la segunda guerra mundial, interpretó a otro piloto en la estupenda 'A vida o muerte' (1946), de Michael Powell y Emric Pressburger, pero no apreciaba que los Estudios le dieran papeles de suficiente entidad, aunque trabajara con Andre de Toth en 'El otro amor' (1947), Frank Borzage en 'La primera dama' (1946) o Delmer Daves en 'A kiss in the dark' (1949), u obras populares como 'Hechizo' (1948), de Irving Reis y 'La mujer del obispo' (1947), de Henry Koster. Cuando terminó su contrato con la productora de Samuel Goldwyn, montó una productora de televisión junto a Charles Boyer, Ida Lupino y Dick Powell, para lograr conseguir papeles más diversos, aunque siguiera sin escapar en sus interpretaciones en el cine a esos papeles de comedia ligera que el público demandaba, ya sea interpretando al protagonista de 'La pimpinela escarlata' (1950), de Powell y Pressburger, o en una curiosa comedia como 'La loteria del amor' (1954), de Charles Crichton. Con Otto Preminger tuvo dos fructíferas colaboraciones en 'La luna es azul' (1953), que sacudió al Código Hays al aludirse explícitamente a la virginidad, y en 'Buenos días, tristeza' (1956). Consiguió el Oscar al mejor actor por el papel que Laurence Olivier había desechado de 'Mesas separadas' (1958), de Delbert Mann. Posteriormente, acrecentaría su popularidad con obras como 'Los cañones de Navarone' (1961), de J Lee Thompson o '55 días en Pekín' (1963), de Nicholas Ray. Fue un singular Bond en la astracanada de 'Casino Royale' (1967),de Huston, Parrish, McGrath y Hughes, y hasta un avejentado Dracula en 'Old Dracula' (1974), de Clive Donner, y siguió aportando su porte distinguido en obras como 'Un cadáver a los postres' (1976), de Robert Moore o la interesante 'Muerte en el Nilo' (1978), de John Guillermin o en 'rarezas' como 'King, Queen, knave' (1972), de Jerzy Skolimovski, basada en una obra de Vladimir Nabokov. Todo un gentleman dandy, David Niven.

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