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martes, 31 de agosto de 2010

El ángel de las tinieblas

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‎'El ángel de las tinieblas' (1935), de Sidney Franklin es de esos melodramas en los que los enamorados se sienten en la distancia, unidos por una ráfaga viento. Alan (Frederic March) la siente en el bunker de las trincheras antes de salir a realizar una peligrosa misión. La vela sobre la mesa se apaga, como se apagan las del candelabro que porta Kitty (Merle Oberon en el salón de su mansión, tras que hayamos escuchado caer las bromas después de que Alan salga, cuando una ráfaga de viento irrumpe con fuerza en la estancia, y su gesto se traspone doliente. Como, más adelante, se sorprenderá de percatarse ese día especialmente del sonido del tren, cuando lo hace diariamente, sin saber que en ese tren viaja Alan. Esa presencia de una súbita ráfaga de viento ya estaba presente en el breve prólogo que nos presenta al trío protagonista cuando niños, Kitty, Alan y su hermano Gerald (ya adulto, Herbert Marshall), que interpretan medio en broma medio en serio como una señal. Kitty la quiere ver como una señal de que su amor por Alan se materializará.
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Hay una idea preciosa en la elipsis temporal de niños a adultos (alrededor de doce años después), sostenida sobre las repeticiones y las variaciones, los rituales y los estragos del tiempo. Como en la secuencia cuando niña, Kitty despierta, visita a su abuela en su habitación, y visita la mansión de Alan y Gerald para desayunar en su compañía. Franklin incluso repite planos, como el de la entrada a la casa, en el que vemos que ahora sólo un perro se acerca a ella, porque el otro murió, como el padre.
Si la secuencia del desayuno en la infancia está planteado en tono de comedia, ahora una leve sombra domina la situación aunque siga planteada de modo radiante, ya que Gerald y Alan portan uniformes porque inmediatamente tienen que ir al frente. La elipsis temporal ahora no será luminosa como la anterior, sino tétrica, un plano del exterior de la casa, en el que se aprecia el cambio de las estaciones, entre lluvia y nieve. Pero habrá otras ráfagas que no son de viento tangible, sino de ese imprevisto azar que determinará sombríamente el destino de los personajes, sea por mezquinas intervenciones o suspicaces reacciones, ejemplos de ceguera, que propiciaran la ceguera de Alan (hay un empleo admirable de los travellings cuando nos descubren que Alan no murió, sino que está en un hospital entre otros ciegos).
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Pero Alan preferirá mantenerse invisible,por verguenza, haciendo creer a Kitty y Alan que está muerto (hay un bello y sorprendente flashforward en el que Alan, cuando viaje en ese tren en el que le 'siente' Kitty, imagina la reacción decepcionada de Kitty al descubrir que está ciego). Pero las ráfagas del azar no sólo son sombrías, también pueden ser radiantes, y posibilitan un catártico final de conmovedor reencuentro amoroso, en el que Alan se enfrenta a su ceguera interior (su verguenza), la desconfianza en la reacción, o lo que es lo mismo, en el amor de Kitty.

Escasamente conocido, no dudaría en calificar a 'El ángel de las tinieblas' (The dark angel, 1935),de Sidney Franklin, como uno de los más grandes melodramas románticos, con un estupendo guión de Lilian Helman y Mordaunt Shairp, que adaptan la obra de Guy Bolton, y fotografía de Gegg Toland. Una obra exquisita, de contenido lirismo, como esa secuencia en la que la pareja de enamorados viven esa única noche antes de que él vaya al frente como si fuera toda una vida. Franklin dejó de dirigir tras 'La buena tierra', hasta dos décadas después que volvió a dirigir un par de films más. Mientras se dedicó a la producción, con melodramas como 'Niebla en el pasado' 'La señora Miniver' o 'El puente de Waterloo'. Y fue guionista de la entrañable 'Adios, Mr Chips'.

1 comentario:

  1. Lo curioso es que el doblaje español convirtió en hermanos a los perdonajes de March y Marshall, cuando en el original son primos. No entiendo que necesidad había de cambiar el parentesco.

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