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sábado, 28 de agosto de 2010

John Ford y Peter Handke: Breve carta para un largo adiós

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‎-- Es insoportable estar enemistado con alguien -dijo John Ford-. De repente el otro pierde su nombre, y se convierte en una simple imagen, su rostro queda envuelto en sombras y se hace impreciso, deforme, y sólo lo podemos mirar fugazmente, de abajo a arriba, como si fuéramos ratones. Cuando tenemos un enemigo, nos repelemos a nosotros mismos. Y sin embargo, siempre hemos tenido enemigos ...(...)
-- Siempre que tenía que hablar de mí mismo, me parecía que era demasiado pronto para ello -respondió John Ford-. Mis experiencias no estaban suficientemente lejanas. Por eso me gusta hablar de lo que otros han vivido antes que yo. También he preferido hacer películas que sucedían en una época anterior a la mía. Rara vez echo de menos lo que he vivido por mí mismo, pero siento gran nostalgia por las cosas que nunca he podido hacer y por los lugares en los que no he estado. (...)Miró hacia abajo, al valle donde el último sol brillaba todavía a través de las hojas de los naranjos.-- Cuando veo moverse así las hojas y el sol brilla a su través tengo la sensación de que se mueven de ese modo desde hace una eternidad-dijo- y cuando la experimento me olvido completamente de que existe una Historia.(...)
-- Me gustaría estar siempre con alguien -dijo John Ford-, y me gustaría también marcharme siempre el último de una reunión, porque no quiero que ninguno de los que se quedan me critique y quiero impedir también que se critique a los que se marchan. Así he rodado también mis películas.Sobre la colina que había enfrente, relampagueaba ya. La hierba a nuestro alrededor estaba crecida y el viento la recorría a veces con sombras claras y oscuras. Las hojas de los árboles se volvieron, y centellearon como marchitas. Durante un rato no sopló el viento. Luego susurró detrás de nosotros un arbusto mientras todos los demás permanecían inmóviles. Todo se aquietó entonces, no hubo ningún movimiento, era una calma larga y duradera, y de repente a nuestros pies, murmuró otra vez la hierba. Guiñábamos los ojos, y a nuestro alrededor había oscurecido, y los objetos estaban muy cerca de suelo. El aire se hizo denso. Delante de nosotros estalló una gruesa araña amarilla, que hacía un segundo estaba sobre la hoja de un matorral. John Ford se limpió los dedos en la hierba, y al hacerlo dió la vuelta a un anillo de sello, como si quisiera realizar algún encantamiento. En el dorso de la mano sentí un cosquilleo. Miré, y vi una mariposa que cerraba alas; al mismo tiempo Judith bajó las pestañas. Solo había que perder una respiración para verlo. En los naranjos del valle se oía ya la lluvia.-- En las últimas semanas hemos viajado de noche por el desierto -dijo John Ford-, allí abajo, en Arizona. Caía tanto rocío que había que usar los limpiaparabrisas.Down in Arizona , al oir esas palabras empecé a acordarme. John Ford se sentaba allí, encogido sobre sí mismo y con los ojos casi cerrados. Como esperábamos una historia, nos inclinamos hacia adelante ligeramente, y me dí cuenta de que al hacerlo repetía el ademán con que en sus películas alguien, sin moverse del sitio, inclinaba su largo cuello sobre un moribundo, para ver si aún vivía.--Contadme ahora vuestra historia -dijo John Ford.
(Fragmentos del pasaje final de la hermosa novela 'Carta breve para un largo adiós', de Peter Handke).

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