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domingo, 14 de febrero de 2010

Reyes y reinas

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Uno de los descubrimientos más estimulantes el pasado año fue el del cine de Arnaud Desplechin. Por fin, se estrenó una obra suya, la excepcional 'Cuentos de navidad' (2008). Porque estamos hablando de su octava película. Deplorable es que un obra tan apasionante como la suya haya permanecido ausente de nuestras pantallas. Pero ya sabemos que, desgraciadamente, son muchos los casos parangonables. Dentro del mismo cine francés, por ejemplo, no ha conocido estreno casi ninguna obra de Philippe Garrel, y su 'Libertad, la noche (1984) es una de las obra más bellas que he visto, o aún está por estrenar alguna de las obras de Bruno Dumont, o pocas son las que nos han llegado de Michel Deville. Afortunadamente, siempre hay otras vías de poder llegar a algunas de estas obras. Las hay que son accesibles porque se editan en DVD, como es el caso de 'Reyes y reinas' (2004), otra admirable obra de Desplechin, tan pletórica de energía como de inventiva, un puro desbordamiento de emociones agitadas. Igual de extensa que su última obra, dos horas y medias, que fluyen con tal intensidad, sin tregua, que hasta se sienten breves. No son obras de tramas, dificil es definir su argumento. Son obras más de personajes, o más bien, de estados emocionales y de vínculos de personajes, en los que se entrecruzan perspectivas y tiempos, las mismas secuencias se fragmentan rompiendo raccords, o los personajes pueden, en un momento dado, dirigirse a la cámara. Como un laberinto la narrativa se amplifica en diversos recovecos o derivas. 'Reyes y reinas' parte de dos personajes, de los cuales durante buena parte del relato desconocemos su vínculo. Nora (Emmanuelle Devos) va a casarse, es el tercer hombre importante en su vida. Parece tender a compartimentar su vida como si esta pudiera ser una serie de casillas controlables. Pero las borrascas del presente y el pasado desmoronan esa rígida actitud. A su padre le diagnostican un cancer. Y se esfuerza en encontrar a la figura que adopte a su hijo, porque este no ha establecido el vínculo deseable con quien va a ser su marido. El padre de este hijo fue su primer amor, cuando tenía veinte años, quien se suicidaría delante suyo, y cuyo 'fantasma' se le aparece en su presente irresuelto. Por otro lado, Ismael (Matthieu Amalric) es pura borrasca emocional, un agitado cocktail de emociones que no sabe de la responsabilidad. Lo conocemos siendo ingresado en un sanatorio psiquiátrico. Es pura turbulencia. Y tardaremos en saber que fue el segundo hombre importante en la vida de Nora, durante siete años, a quien ésta abandonó hace poco. Uno de los aspectos más estimulantes de su cine es que con esta amalgama de emociones, o estados emocionales en el filo, excesivos, nunca cae en la delectación mórbida por la desgracia, o los masoquismos emocionales, como, por ejemplo, puede hacer Von Trier. Su cine es pura exuberancia vital, un generoso derroche de energías, en el que fluctua, por ejemplo, en tonos con proverbial habilidad, como hace del exceso de Ismael, en muchas ocasiones, más una comedia excéntrica, una centrifugadora de situaciones absurdas vistas con ternura o con una sonrisa irónica. No carga las tintas, pero no deja de propulsar, exuberante, que el filo de su forma de hacer palpables las emociones impregne nuestras retinas casi como un ejercicio terapéutico, liberador. Una escalera hacia donde las emociones encuentran su expresión sin cortapisas. Donde no somos reyes ni reinas sino frágiles criaturas debatiéndose con las emociones.
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En 'Reyes y reinas' (2004) también nos encontramos con rostros presentes en 'Cuento de navidad' como Catherine Deneuve, en una breve colaboración como doctora, o Hyppolite Girardot, como el 'speedico' abogado de Ismael. Es fascinante cómo construye Desplechin esta narrativa descentrada con tantos flecos o subtramas, definiendo con precisión a cada personajes, y creando historias dentro de historias, como la que mantiene Ismael con otra de las ingresadas en el sanatorio, o la del primo a quien sus padres quieren hacer participe de su herencia ( sólo Ismael mostrará de entrada su apoyo), o la relación, en el último tramo, entre Ismael y el hijo de Nora. Sumergirse en el mundo de Desplechin es recibir un vivaz chute de energía.

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