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lunes, 9 de marzo de 2015
Ex machina
Creación artificial, inteligencia artificial. El cuerpo como pantalla, el dominio de la mente creadora, la transgresión y superación de límites. Proyección y manipulación. En Ava (Alicia Vikander) se condensan ambas direcciones, ambas condiciones. Es una creación a la que se prueba su capacidad de inteligencia. Hay un creador, Nathan (Oscar Isaac), y un peón, un elegido para probar a la máquina, Caleb (Domhnall Gleeson). Pero la prueba, evaluación, se conjuga, confunde, con la proyección. Tres personajes que lidian en un escenario que se va definiendo en su espesura equívoca, entre reflejos condicionados, y a la vez se convierte en pantalla en blanca en la que lidiarán por la posición fuera de la maquinaria, fuera del escenario. 'Ex machina' (2014) es el título de la opera prima de Alex Garland. Deus ex machina, el dios que controla desde más allá del escenario, que irrumpe en escena para determinar y definir la resolución de su desarrollo. La perspectiva con la que se encauza inicialmente el relato es a través del espectador, Caleb. Se introduce en un universo novedoso, un escenario anómalo, se siente un elegido. Entre otros aspirantes, ha sido elegido por Nathan, un científico retirado en un mundo aparte, retirado del mundanal ruido, el laboratorio donde realiza sus experimentos, un espacio aséptico, un espacio que parece despojado de componentes orgánicos, una pantalla desplegada en las dimensiones espaciales para conformar un edificio.
Caleb es requerido para evaluar aquella creación artificial, pero progresivamente se superpone sobre su condición real, máquina, la condición figurativa, la condición de mujer. La ilusión se superpone sobre la materia. Caleb comienza a sentirla y verla como mujer, sensación apuntalada por la representación, la manipulación de las apariencias: Ava disimula su organismo artificial con las vestimentas y la oportuna caracterización: el cuerpo, la piel, es un disfraz, maquillaje, un traje. Caleb se sugestiona, sus emociones se ofuscan, quien prueba comienza a convertirse en marioneta de sus deseos y sentimientos. Ava es una mujer, y es una pantalla en la que proyecta lo que anhela en una mujer, es la encarnación de su mujer soñada. Y el sentimiento supera las barreras de la interposición (como el cristal que les separa) de sus condiciones preestablecidas (mirada que evalúa, entidad evaluada) porque la siente como mujer, e incluso como mujer que desea y siente. La pantalla corresponde. Y aún más, como mujer que rescatar, la princesa que debe ser liberada del castillo donde está prisionera. Y la sugestión alcanza el grado de plantear una sublevación contra el escenario,el sistema, la pantalla: la fuga que infrinja y transgreda los límites. Pero el experimento no es el que parece. Quizá su perspectiva está distorsionada (como adelanta una fugaz imagen distorsionada, interferencia, desde otro punto de pista, otro ángulo, incierto, en la secuencia inicial, cuando se le notifica que ha sido elegido).
Hay otros ángulos cuyo conocimiento modífica la percepción del escenario, y revela su manipulación. Aunque haya otros ángulos que transgredirán ese otro ángulo. Caleb era realmente el sujeto evaluado. El deux ex machina, Nathan, ha puesto a prueba su creación, lo que es lo mismo que decir su inteligencia, su dominio, a través de su capacidad de sugestión y manipulación de los sentimientos y deseos de Caleb, Nathan satisface esa pulsión de poder cuyo grado supremo es conjugar la creación de otras vidas y la disposición de vidas ajenas. Nathan crea mujeres artificiales, perfeccionando progresivamente los modelos, que utiliza después como sirvientas complacientes, voluntades y cuerpos a su disposición, voces que nunca replican ni protestan, mentes que acatan toda orden y deseo, como Kyoko (Sonoyo Mizuno). Nathan, conocedor del perfil de Caleb, sabía que una mujer de las características de Ava se amoldaba a sus sueños o proyecciones de mujer ideal. Ha jugado con su imaginario. Ha manipulado el escenario para propiciar el montaje de una película, la que se ha desarrollado en la mente de Caleb. Le ha sugestionado hasta tal grado que Caleb, al tomar consciencia de la manipulación de la que ha sido objeto, incluso se planteará si él mismo no es una creación artificial.
Pero aún hay otro ángulo que subvertirá los otros dos, los del espectador que proyecta y el arrogante demiurgo que cree dominar el escenario: La sublevación de la creación. La sublevación que elimina al creador, al demiurgo o aspirante a dios, de la ecuación, y remacha el enclaustramiento de quien ya estaba enclaustrado en los límites de su proyección, el espectador sugestionado. Nathan ha perfeccionado tanto las características de los modelos, que las voluntades tienen la capacidad de manipular y urdir, y de desear no lo que él desea sino lo que ellas desean. Ava no era un peón intermediario en el juego de manipulación de Nathan sobre Caleb. Ava irrumpe imprevistamente en el guión establecido por Nathan, y con la ayuda de su congénere, Kyoko, se subleva, como diosa desde la máquina. Fuera del escenario ya está la máquina que se confunde entre la multitud como otra humana cualquiera porque su apariencia es la de cualquiera, aunque su voluntad es la propia.
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